LA UTILIDAD DE LA POBREZA

Juan Ramón Martínez

“Los pobres son muchos” descubrió con candor e ingenuidad, Roberto Sosa. Los datos lo confirmaban, las calles lo gritaban; mientras hombres y mujeres buscaban en las basuras hogareñas, algo que llevarse a la boca. Y no se les puede olvidar tan solo por el acto físico de su presencia, cómo  creía el recordado poeta, sino que por su utilidad. Porque, en homenaje a la verdad, la presencia de los pobres que a muchos agrada mas bien que incomodar, es algo útil para la sociedad hondureña. Sin ellos, no podría funcionar. Porque son ellos los que aportan la más grande porción del producto interno bruto, vía las remesas que les envían a sus abandonados familiares; los que consumen productos de escasa calidad – gracias a lo cual muchos de los empresarios viven felices amasando fortunas sin cuento – los que le permiten a los políticos ganar elecciones con el menor esfuerzo mental. Los que mantienen los salarios bajos; y elevado el uso de la juventud que trabaja por ínfimas cantidades, permitiéndole a muchos capitalistas, más que ganar, exprimir a la desesperada clase asalariada que se muere por tener un empleo. Y los que le ponen buena cara a la crisis, haciéndole creer a los estudiosos, que este país, con los pobres que tiene, está blindado ante cualquier riesgo de rebelión o violencia. Tienen en su favor que, en Honduras, los pobres no se han rebelado nunca en forma generalizada y exitosa. De modo que el sistema los menosprecia, los consciente y los tolera, sin preocupación alguna.

Una sociedad como la hondureña, no tiene razón o causa justificada para luchar en contra de la pobreza. Sería como hacerlo en contra de sí misma, suicidándose estúpidamente. Por ello, los pobres no son una preocupación, no se les observa ninguna característica, que los vuelva peligrosos para la estabilidad social. Y aunque algunos han querido mostrar una cierta vinculación entre pobreza y delincuencia, nunca lo han confirmado plenamente. Así como, tampoco los técnicos sociales han aportado pruebas que confirmen que el aumento de los pobres, frente a una concentración ilógica del capital, puede poner en peligro el sistema económico y social del país. Más bien, los estudios se centran en las individualidades políticas, que en la búsqueda del poder, pueden vía las disputas entre sí, embrocar – cómo lo han hecho infinidad de veces – al país en una corriente de violencia política, en donde los pobres sólo ocuparan un papel secundario, aportando los muertos y endureciendo la tierra con su sangre generosa.

Pero los pobres y especialmente el crecimiento de la pobreza – expresión cuantitativa que observamos algunos con vergüenza y preocupación – amenaza el crecimiento, la estabilidad; y el futuro de la sociedad hondureña. En primer lugar, al estar fuera los pobres del escenario económico nacional, la fuerza general del país se reduce sensiblemente. El que los pobres que se van tengan éxito relativo, en comparación con lo que podrían lograr entre nosotros, es una clara indicación que son recursos humanos útiles que desaprovechamos por ignorancia, mala fe y perversidad. En segundo lugar, los pobres pueden en algún momento, comprometer la estabilidad del país. Un escenario caótico, estudiado ya en el Brasil y probado aquí en el 2009, confirma que los pobres dirigidos con mala fe, pueden comprometer la estabilidad del país. Y en tercer lugar, la presencia de una pobreza creciente es la prueba que caminamos por la ruta equivocada. Y que hasta que establezcamos la justicia, que nos aproxime a la igualdad lo más que se pueda, es que encontraremos el camino hacia el desarrollo integral del país.

En consecuencia, hay que dejar de vivir de los pobres. No hay que continuar calmándolos con mentiras frescas, regalos envenenados; o con bonos mal intencionados. Hay que abrirles, a los jóvenes pobres especialmente, el camino de la educación para que al final se puedan integrar al sistema laboral. Para lo cual, simultáneamente, debemos fortalecer y animar a las fuerzas económicas, para que asuman su responsabilidad; e inviertan en la creación del empleo suficiente que les permita a ellos, ganar dinero y crear empleo. Hasta donde sabemos, en sociedades empobrecidas como la nuestra, con un gobierno frágil y debilucho, es imposible que los pobres dejen de serlo, siguiendo los pasos de los burócratas.

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