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ACTIVIDAD EN EL PARTIDO NACIONAL

Juan Ramón Martínez. Los nacionalistas no han tenido fama de deliberantes. Contrario a los liberales, sus hermanos de sangre y de ideales, son amigos de la obediencia a los jefes, de la verticalidad de los mandos y de la sumisión permanente a los mandos supremos. Carías Andino, Zúñiga Agustinus e incluso Oswaldo López Arellano ante el cual los nacionalistas se arrimaron cuando dejaron de ver un caudillo en el horizonte, eran hombres suaves, de poco hablar que cuando decidían algo sabían – y pocas veces se equivocaron – que sus adherentes les acompañarían, silenciosos pero firmes, hasta el final de la lucha. Pero una vez que López Arellano los hizo a un lado, los nacionalistas entraron en el desconcierto. Dejaron de reconocer el liderazgo de Zúñiga Agustinus y se entregaron a la anarquía liberal, rechazando a Callejas y dividiendo sus votos entre Juan Pablo Urrutia y Fernando Lardizábal. La división era irreal; pero lo que valía era el gesto de desobediencia que poco tenía que ve

EL SINDROME DEL TERCER AÑO

Juan Ramón Martínez. Los nacionalistas no han podido repetir mandato constitucional. Callejas no pudo entregar la banda presidencial a su correligionario Oswaldo Ramos Soto. Ricardo Maduro tampoco pudo hacerlo con Porfirio Lobo Sosa . Y la causa visible es que durante los dos primeros años, hacen un gobierno extraordinario dentro de la mediocridad que caracteriza la función pública en Honduras. Pero el tercero y cuarto año, son un desastre: destruyen la unidad partidaria interna, se desbordan las pretensiones presidenciales y se convierte la corrupción en una actividad muy parecida a la de las ratas cuando el barco, escorado, inicia su recorrido al fondo del mar. Se oyen lamentos por todos lados, peleas por minucias y expresiones ilógicas que no tienen sentido, frente a la una realidad en que inevitablemente el partido que está en la oposición, les gana con facilidad las elecciones. Éste síndrome del tercer año, escapa a la atención de los nacionalistas. Embrocados en el festín, ena

LOS ATAQUES AL CARDENAL Y LOS CATÓLICOS

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Juan Ramón Martínez. Todos cargamos una cruz sobre nuestros hombros. La salud precaria de los hijos, los muchachos que no quieren estudiar, la falta de control sobre nuestras emociones de forma que podamos mantener la unidad matrimonial; y el freno de nuestra violencia incontrolable en dirección a los cónyuges o hacia los amigos. Y muchas otras cosas más. Que nos causan, dolor y sufrimiento permanente. Cardenal Óscar Andrés Rodríguez. Foto: Gabriele Merk Pero el Cardenal Rodríguez carga una cruz mucho más pesada. Formada no solo por sus errores – que los comete como todos nosotros – sino que por razón de ser el líder de los católicos. La persecución que se le hace víctima, con el cómplice silencio de algunas ramas cristianas que proclaman la hermandad del ecumenismo, por medio de ciertos medios de comunicación financiados por el gobierno central y la municipalidad de Tegucigalpa, ha hecho pensar que estamos en los inicios de una tensión religiosa que no hemos tenido en el pasado