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FERNANDO MONTES

Juan Ramón Martínez. No quise hablar en el momento en que sus restos eran entregados a la tierra fraterna, la mañana del martes recién pasado. Sabía que perdería la fuerza, no podría ordenar las ideas; y terminaría echándome a llorar frente a todos. Y en vez de hacer un discurso, me convertiría en un espectáculo que le restaría méritos a su momento de mayor gloria del maestro Fernando Montes: su ingreso a la inmortalidad, en brazos del afecto de miles de hondureños que recibieron de sus manos el pan ácimo de la esperanza, la indicación precisa de cómo ordenar las cosas, los recursos puntuales y la creencia en un destino mejor. Porque a ningún otro compatriota – después de los amigos que hice en la primaria y la secundaria – le he dispensado más cariño y más respeto que a Fernando Montes al cual, pese a mis impulsos caribeños nunca pude tutear, aunque él desde 1966, año en que lo conocí en Langue presentado por Arístides Padilla, siempre me trató con un afecto en donde lo primero que se

LANDAVERDE O LA PROMESA CUMPLIDA

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Juan Ramón Martínez. [caption id="" align="alignright" width="379" caption="León XIII, fue el papa n.º 256 de la Iglesia Católica. Su pontificado se extendió entre 1878 y 1903."] [/caption] Más que político o profeta, Gustavo Alfredo Landaverde fue un hombre bueno, un niño grande, un misionero generoso, un alma de Dios enviada a la tierra para prevenirnos; y un carácter ensayado para mejorarnos. Si hay una característica suya, que lo marcó en forma definitiva, fue su desinterés en asuntos personales. Tardó bastante tiempo en casarse porque decían algunos de sus compañeros de su primera juventud, que el “indio” Landaverde, lo que pretendía era ser sacerdote. No le interesaban las cosas materiales del mundo; y si tuvo dos casas, es porque su primera esposa Elvia lo impulsó para que tuvieran una residencia propia en Miraflores y después Hilda, su viuda, lo debe haber animado para que compraran una casa modesta en el Chimbo. Gozaba más que en la comp