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LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA

Juan Ramón Martínez. Honduras tiene casi todas sus instituciones en dificultades. En consecuencia hay que hacer un esfuerzo generalizado para encaminarlas por los carriles de la ley, facilitando con ello que los fines que animaron su creación se justifiquen por resultados que fortalezcan el bien común. Entender esto es difícil para un grupo de compatriotas que -- obstinados en sus conductas infantiles y sus conflictos con sus “padres muertos”—creen que ha llegado la hora de derribar la casa y sin recursos, solo por simple afán de pasar a la historia, pretenden de palabra refundar o reconstruir una nueva, en la que adicionalmente hacen falta los planes mínimos y los recursos necesarios, fundamentales para que no terminemos haciendo el ridículo y postergando en forma ingenua, el desarrollo del país. Desde 1839 hasta 1933, el país ha vivió en el sobresalto político, en la embocada caminera y en el brusco ejercicio del capricho por parte de grupos fascistas, disfrazados de libera

EL PARTIDO NACIONAL, ¿GIRO A LA IZQUIERDA?

Juan Ramón Martínez. El país no solo requiere frenar la violencia y poner a los delincuentes en su lugar. También está urgido de imponer el orden en el interior de la clase política, para que ésta renuncie de una vez por todas al ejercicio de la desobediencia a la ley, a la vocación caprichosa de los caudillos y a la obscura creencia que los objetivos individuales o grupales, están por encima de los intereses nacionales. Por ello, cuando los liberales anuncian y ponen en marcha un proceso de unidad, respetuosa y viril entre sus filas, resolviendo sus diferencias por medio de la voluntad y la sentencia popular, el país respira tranquilo. Y otra vez renace la confianza entre quienes teniendo un poco de dinero quieren invertirlo para crear empleo y obtener las ganancias que se acostumbran en estas circunstancias. En sentido contrario, la confianza se resquebraja cuando se aprecian brusquedades inusitadas en el interior del Partido de gobierno que, cómo es lógico, tiene más respo

ACTIVIDAD EN EL PARTIDO NACIONAL

Juan Ramón Martínez. Los nacionalistas no han tenido fama de deliberantes. Contrario a los liberales, sus hermanos de sangre y de ideales, son amigos de la obediencia a los jefes, de la verticalidad de los mandos y de la sumisión permanente a los mandos supremos. Carías Andino, Zúñiga Agustinus e incluso Oswaldo López Arellano ante el cual los nacionalistas se arrimaron cuando dejaron de ver un caudillo en el horizonte, eran hombres suaves, de poco hablar que cuando decidían algo sabían – y pocas veces se equivocaron – que sus adherentes les acompañarían, silenciosos pero firmes, hasta el final de la lucha. Pero una vez que López Arellano los hizo a un lado, los nacionalistas entraron en el desconcierto. Dejaron de reconocer el liderazgo de Zúñiga Agustinus y se entregaron a la anarquía liberal, rechazando a Callejas y dividiendo sus votos entre Juan Pablo Urrutia y Fernando Lardizábal. La división era irreal; pero lo que valía era el gesto de desobediencia que poco tenía que ve

EL LIBERALISMO, EL PARTIDO A DESTRUIR

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Juan Ramón Martínez. [caption id="attachment_448" align="alignright" width="300" caption="41, por Javier Maradiaga"] [/caption] Se equivocan los analistas políticos cuando establecen que aquí está en curso un proceso en el cual se busca la destrucción de los partidos tradicionales. Ello es media verdad. No hay fuerzas que tengan como propósito destruir al Partido Nacional. Pese a sus diferencias inter grupales y contradicciones internas, ningún grupo tiene como finalidad desarbolar al partido fundado por Carías Andino en 1923. Pero es cierto que en el Partido Liberal, si hay un plan de destrucción en marcha, animado y apoyado desde el exterior y con el respaldo de Zelaya y sus seguidores, bajo el entendido que como en una operación de dominó, si cae el liberalismo, caerá a continuación por efecto mecánico, el Partido Nacional. No es primera vez que se anuncia como precondición para el desarrollo nacional, la desaparición de los dos partidos, so