LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA
Juan
Ramón Martínez.
Honduras
tiene casi todas sus instituciones en dificultades. En consecuencia
hay que hacer un esfuerzo generalizado para encaminarlas por los
carriles de la ley, facilitando con ello que los fines que animaron
su creación se justifiquen por resultados que fortalezcan el bien
común. Entender esto es difícil para un grupo de compatriotas que
-- obstinados en sus conductas infantiles y sus conflictos con sus
“padres muertos”—creen que ha llegado la hora de derribar la
casa y sin recursos, solo por simple afán de pasar a la historia,
pretenden de palabra refundar o reconstruir una nueva, en la que
adicionalmente hacen falta los planes mínimos y los recursos
necesarios, fundamentales para que no terminemos haciendo el ridículo
y postergando en forma ingenua, el desarrollo del país.
Desde
1839 hasta 1933, el país ha vivió en el sobresalto político, en la
embocada caminera y en el brusco ejercicio del capricho por parte de
grupos fascistas, disfrazados de liberales y nacionalistas (ahora hay
que agregar los llamados socialistas y marxistas, a los que Octavio
Paz declaraba inexistentes porque más que políticos exhiben
conductas religiosas medievales, interesados en esconder las sotanas
bajo la mesa) que no dejan a la población tranquila, que la
inquietan con el levantamiento armado, la manipulación desgraciada;
y ahora con el discurso envenenado, destinado a colocar la
exageración, la mentira y el sectarismo como paradigmas de la
conducta política. Por ello es que el caudillismo se impuso. El
pueblo no formó parte de la historia. Y aun ahora, solo tiene
participación defensiva, luchando en contra de grupos minúsculos de
encapuchados que quieren destruirlo todo; y corrernos a los
hondureños que hemos jurado quedarnos aquí porque ésta es la única
Patria que Dios nos ha dado.
Impuesta
la paz por Carías Andino en 1933, no pudo el viejo caudillo eliminar
la vocación presidencialista, la torpe creencia en unos pocos que el
país es propiedad de quienes ganan las elecciones; o vía el asalto
dominan y controlan sus instituciones. Continuamos ahora, en una
segunda versión del periodo 1928- 1932, en un proceso en que los
caudillos desbocados, igual que las maras delincuenciales sin control
asolan y destruyen la paz y la tranquilidad ciudadana, bajo la
amenaza de un fascismo que si nos salva de la delincuencia común, lo
hace a cambio de la pérdida de la libertad. Carías Andino nos cobró
a precios alzados sus servicios. Igual que ahora, no son pocos los
que quieren que a cambio de una paz fatua, les entreguemos el país y
pasemos a ser sus súbditos, en un proceso a la inversa que los
americanos iniciamos en 1812, cuando el liberalismo francés impuso
sus principios de libertad igualdad y fraternidad.
No
tenemos por qué cambiar libertad por irrespeto a la ley; ni
tranquilidad a cambio del establecimiento de la dictadura y la
idealización de un presidencialismo que ya es tiempo que renovemos
para que deje de servir a los partidos políticos, a los grupos
familiares; o a los caprichosos rebeldes que no pueden dormir y nos
intranquilizan el sueño en forma injusta e indebida. Ni mucho menos
caer en el chantaje del “impuesto de guerra” que algunos
políticos quieren imponernos. Cambiar la paz por la libertad, es un
precio alto que nadie está dispuesto a pagar.
El
problema es que, tienen tomada la estructura de reproducción
ideológica, porque controlan el sistema educativo, manejando la
escuela rural hasta la urbana – talleres artesanales en donde se
preparan a los niños en la obediencia servil cómo dice el
“ministro” de Educación --, hasta la UNAH en donde los jóvenes
no tienen el derecho de elegir siquiera sus propios dirigentes. Como
resultado, se les tornan blancas sus ideas; y se les transforma en
autómatas buscando que, de golpe en golpe, derriben la
institucionalidad para que termine en manos de una minoría
“troskista” rabiosa que, llevándose de encuentra a Zelaya que
abrió la caja de pandora, quiere hacer pedazos al país y echarnos a
todos de sus costas, cerros y valles generosos. Estamos repitiendo el
tiempo inestable de Mejía Colindres que sirvió al fascismo cariísta
al sustituir a los caudillos liberales, por otros que se quedaron
con nuestras libertades y con nuestros derechos fundamentales. Solo
que estos de ahora, son peores.
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