DISPERSIÓN ELECTORAL
Juan
Ramón Martínez.
El
Tribunal Supremo Electoral está actuando dentro de una perspectiva
muy estrecha. En el ánimo de volverse necesario, de justificar el
inevitable apoyo financiero, está abriendo las puertas de par en
par, para que se organicen más partidos políticos que los que el
país probablemente necesita. Sin tomar en cuenta que, en la medida
en que dispersa el poder electoral, debilita las opciones del sistema
que siempre ha tenido en cuenta la participación de las minorías. Y
es que, en la medida en que concurren más partidos a las elecciones,
tenemos dos fenómenos que conviene estudiar: uno es la operación
más compleja en el Congreso Nacional por la proliferación de las
bancadas; y dos, la dificultad para que las minorías puedan
realmente conquistar posiciones de alguna relevancia en la
distribución general de los diputados. Si antes era complicado y
difícil que las minorías obtuvieran un diputado, en el caso
presente, en la medida en que la cúpula se congestiona, esta
posibilidad se aleja. De forma que hay que anticipar que el PINU, la
Democracia Cristiana y UD, tendrán más dificultades que en el
pasado para hacerse de representación en el Congreso. El que UD
hable de alianza con LIBRE, es una indicación que sus líderes se
han dado cuenta que no tienen otro camino para conseguir tener
representación en el Congreso.
Por
supuesto, se argumentará en sentido contrario que las elecciones no
están a la vuelta del calendario, que el pueblo debe tener la mayor
cantidad de opciones; y que el peligro que representa Zelaya y sus
fuerzas anti sistema, es mejor tenerlas adentro que luchando desde
afuera. Y probablemente es razonable el conjunto de argumentos que se
usen. Pero un Congreso Nacional, que pase del autoritarismo cómo
conocemos ahora, a las obligadas negociaciones para compartir la
Junta Directa, puede ponernos en la puerta de un golpe de estado
técnico como que el sufrió el país en diciembre de 1955 y que
facilitó la dictadura de Lozano Díaz. Excepto que desde ahora, el
Congreso soltará las amarras y modificará su reglamento interno,
permitiendo elecciones anuales y la operación democrática de las
bancadas que, en vez de grupo hacia adentro, ejercieran mas bien una
vocería sobre los asuntos que le interesan al pueblo hondureño en
cada momento. Y que con fines de prácticas, dejarán de actuar con
mentalidad de partido para comportarse como representantes del
pueblo. Pero esto es mucho pedirle a una cámara integrada por
representantes de partidos que, por más oportunidades que han
tenido, no han introducido ninguna fórmula democratizadora hasta
ahora. Pese a que el ataque al que les sometió Zelaya es el más
fuerte que han recibido en los últimos treinta años, la dirigencia
partidaria no ha mejorado los grados de participación de las bases;
ni dado prioridades a que las iniciativas vengan desde abajo hacia
arriba. Lobo Sosa ha multiplicado los miembros del Comité Central y
el de los convencionales no escogidos por las bases, y más con la
finalidad de complicar la toma de decisiones y facilitar sus medidas
de control sobre los más irreverentes con sus planes de dominación
del Partido Nacional. En el PL no se ha hecho nada, ni siquiera
estudiar en serio las fuentes del liberalismo para demostrarle al
pueblo que el socialismo del siglo XXI no tienen más que parentescos
de carácter cosmético con el marxismo, porque es un fascismo que se
pliega fácilmente ante las botas de los caudillos madereros y
ganaderos: y que solo tiene como propósito la búsqueda del poder
para destruir al poder y al país. De allí su vinculación con
algunas fórmulas atrasadas de narco sindicalismo y troskismo
articulado emocionalmente con el guevarismo nostálgico, tengan un
claro sentido de evidente irracionalidad.
De
todas maneras, si los partidos no los mueve nadie y cuando intentan
modernizarse es para satisfacer fórmulas caudillezcas o provocar
crisis formales y por ello manejables dentro de la ley – cosa en la
que no tiene experiencia Zelaya -- para lograr finalidades
dictatoriales que son las que conforman la base del fascismo que
todos llevamos dentro de cada uno. Lo que interesa entonces es salvar
el sistema democrático, anticipando la participación de las
minorías y evitando pasar de un sistema de dificultades a uno de
facilidades que permitan la dispersión de la voluntad electoral.
Aquí es donde está el nudo de la cuestión. Y el reto que el
fascismo nos puede plantear en el futuro.
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