¿EL ÚLTIMO VUELO DE ÁLVAREZ GUERRERO?
Juan
Ramón Martínez.
Las
últimas explicaciones sin consultar los hechos empíricos, como
acostumbra Julio Navarro, sobre la abrupta salida de la actividad
política en el movimiento de Juan Orlando Hernández, tienen más
que ver con las funciones gubernamentales desempeñadas hasta hace
poco, que por supuestas promesas incumplidas. Óscar Álvarez fue
despedido del gobierno de Lobo Sosa, por ineficiente en el desempeño
de sus obligaciones, por falta de transparencia en algunas
operaciones confiadas a su responsabilidad; y por la creencia que
debido a su supuesta popularidad manipulada y sus relaciones con los
estadounidenses, estaba en una condición superior al Presidente
Lobo, del cual podía prescindir en el momento en que tuviera que
enviar iniciativas legislativas al Congreso Nacional.
Pero
además, Álvarez Guerrero durante el ejercicio de su cargo, se hizo
de numerosos enemigos, especialmente entre varios sectores del crimen
organizado. Aunque algunos lo veían como un mal menor y evitable,
otros por el contrario se la juraron. Por ello es que cuando deja el
cargo, el problema central es el de su seguridad. Mientras fue
Secretario de Estado de Seguridad, tenía cerca de dos cientos
hombres y nueve carros que le daban protección. Una vez dejado el
cargo, le ofrecieron el apoyo de cuatro personas para darle
seguridad. La desproporción entre lo que tenia y lo que le
ofrecieron, pesó mucho en su decisión: para él era más importante
su seguridad, antes que la figuración política que cree que la
puede retomar una vez que sus enemigos de dentro del crimen
organizado sean dominados o eliminados.
Otro
elemento que juega importante papel en la lógica decisión de Óscar
Álvarez de retirarse momentáneamente o en forma definitiva de la
actividad partidaria dentro del Partido Nacional, tiene que ver con
los asuntos que tiene pendientes y que son fruto de las tareas que
cumplió o dejo de cumplir durante desempeño el cargo. Desde la
compra del equipo para el registro de armas hasta la adquicision de
cámaras, pasando por la adquisición de uniformes en la China para
la Policía, son temas que inevitablemente tienen que ser objeto de
investigación y de denuncia, especialmente si uno de los
responsables participa en la campaña electoral. Alguno de sus
enemigos de dentro o de fuera del PN se lo sacaron en cara, por medio
de algunas declaraciones en su contra o en notas periodísticas
aparentemente inocentes de partes formalmente poco interesadas en el
asunto.
Pero
lo más grave es que el problema de la impotencia policial, la crisis
en que la institución ha sido sometida, el involucramiento de muchos
de sus miembros en acciones ilegales y el crecimiento de la
delincuencia en términos generales tiene un solo nombre: Óscar
Álvarez Guerrero. Y este es un fenómeno que no se puede explicar
tan solo como expresión directa del uso de la venganza en la vida
política, sino que por los efectos de la reversión: toda su
campaña, que le permitió obtener el mayor número de marcas en las
últimas elecciones, se basó en que bajaría los índices de la
delincuencia. Un fracaso suyo, visible desde largo en el tema, lo
expondría, inevitablemente al fuego graneado de sus adversarios. El
que Jorge Zelaya, nuevo y más fresco, se haya impuesto
estadísticamente en el favor popular, fue una clara indicación de
lo que le pasaría una vez que se lanzara a la calle a conquistar de
nuevo a los votantes desencantados por su falta de capacidad para
cumplir la palabra empeñada.
En
este cuadro, -- que no tiene la simpleza ni la ingenuidad del
efectuado por Navarro – es lógica la decisión de Álvarez
Guerrero. Y congruente con su estilo pragmático y su capacidad para
tomar decisiones inmediatas. Evita salir en tiempos de lluvia a la
calle, neutraliza a sus enemigos y viaja a los Estados Unidos para
gozar de mayor protección que aquí, ante el rencor de sus enemigos.
O el incordio de los amigos que no atendió como era debido. Y como
posiblemente había sido pactado. Un retiro ordenado y a tiempo, le
puede permitir una vez que pasen los malos tiempos, intentar el sueño
de buscar la Presidencia de la República. Una vez que esta
generación de ahora, se haya desgastado. Él se siente joven y no
tiene prisa. Puede esperar en la confianza del olvido y el perdón.
Especialmente en una sociedad “en donde nadie se prestigia ni se
desprestigia”.
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