PN: MIEDO A LA DERROTA


Juan Ramón Martínez.

El miedo es, en términos históricos, la emoción fundamental en la conducta humana. Y aun ahora, el miedo al fracaso, a la pérdida del poder, la riqueza personal o grupal; o la vida misma, son factores que unifican, que disciplinan a los grupos. Y que los disponen a la pelea con quien sea, en la defensa de lo suyo. En 2009, Zelaya amenazó los intereses de la clase media. Y ésta le respondió a la defensiva. Los liberales, una vez recuperados del perverso sentimiento de culpa que les inventaron para dividirlos y paralizarlos, le tienen miedo a una nueva derrota electoral. Por ello se sienten animados a perdonarse los unos a los otros los inventados agravios; y dispuestos a unirse para batir a los nacionalistas en las próximas elecciones generales de noviembre del 2013.

Los nacionalistas, arrogantes como todos los grupos en el poder, hasta ahora han empezado a tomar conciencia – y en consecuencia – a sentir miedo ante la posibilidad que los liberales les ganen las próximas elecciones. Y que la maldición de Callejas, caracterizada por la incapacidad de gobernar dos periodos seguidos, vuelve a repetirse. Por ello es notorio el miedo que experimentan; y que los impulsa, de manera natural hacia la unidad. Forzados, con los puños crispados, saben que perder las próximas elecciones pasa por su incapacidad para unificarse en mejor forma que cómo lo están haciendo los liberales actualmente.

Saben que no han gobernado bien. Después de dos años, pese a los esfuerzos comprometidos, no han podido reconstruir el ordenamiento económico destruido por el gobierno de Zelaya. Michelleti, acosado por la comunidad internacional y la mala consciencia de algunos liberales, no pudo hacer mucho. Apenas lo necesario y lo que se podía: establecer un presupuesto y empezar a pagar las deudas que dejo el anárquico gobierno de Zelaya y sus amigos. Pero lo más grave es que no han podido crear un modelo económico que dé suficiente seguridad a la empresa privada para que invierta y cree empleo. Todavía las tentaciones populistas hacen creer a algunos nacionalistas que la gente vota a cambio de bonos y de promesas aéreas. Los electores lo que quieren es seguridad, para vencer el miedo; y dinero, fruto de un empleo estable para asegurar la comida sobre la mesa. Es la cuestión económica, lo básico cómo dijo Clinton durante una campaña electoral en EEUU.

Pero lo más grave de todo – y posiblemente hasta ahora se han dado cuenta del asunto – es que los nacionalistas no le han dado satisfacción suficiente a la derecha propia y a la derecha liberal, en cuanto al reordenamiento del país, acabando con las peligrosas tensiones del pasado y eliminando los riesgos de una repetición del modelo zelayista. Ciertos desplantes, expresiones sueltas y un proceso legislativo desordenada desde el Congreso Nacional y varias manifestaciones destinadas a cambiar al país en una dirección poco aclarada, han hecho que el Partido Nacional esté a punto de perder la alianza de derecha, liberal y nacionalista, que le permitió ganarle las elecciones a un candidato herido por los circunstancias y sin el carácter suficiente para mostrar fuerza y valentía para bregar con la grave situación que estábamos viviendo. Notan por ejemplo que aunque en las encuestas siguen estando unos pocos puntos sobre el PL, el respaldo del pueblo al gobierno y la dispersión de los nacionalistas entre tres candidatos que luchan fieramente, les abre las puertas para el inevitable fracaso electoral. Su reacción de la semana pasada, --en que incluso recurrieron a sus más enmohecidos líderes políticos--, para crear un clima de confianza que les lleve a la unidad, tiene que ver con la consciencia y el miedo que están en un inevitable proceso de perder el próximo proceso electoral.

El esfuerzo por la unidad del PN es muy bueno para la sociedad, para el gobierno y para la ciudadanía en general. El Partido Liberal que tiene su propio proceso unitario, recibe un estímulo adicional cuando el nacionalismo se muestra preocupado por sus debilidades internas. De éste modo, adquiere el sentimiento que va por buen camino porque su adversario está reaccionando oportunamente.

El gobierno de Lobo por su parte, puede dejar la política y dedicarse a sus tareas. Y la ciudadanía, después de hacer lo suyo, tener la oportunidad que le gobiernen los mejores. Así con el miedo y la unidad de los partidos, todos salimos ganando.  

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