IMAGEN DE PAÍS Y RELACIONES PÚBLICAS
Juan
Ramón Martínez.
Hay
una lucha, relativamente intensa, que se libra en Honduras --feroz y
en algunos casos en la frontera de la malacrianza--, entre los que
creen que el país se salvará cuando se destruyan sus instituciones;
y los que defienden la institucionalidad, buscan reformarlas en lo
que cabe; y que pretenden consolidar, el estado de derecho y el
sistema democrático. La estrategia de unos y otros, es de sobra
conocida; pero no viene mal, para ayuda de los lectores menos
prevenidos, repetirla. Para los primeros, el arma básica es el
desprestigio de Honduras, la exageración de sus debilidades, la
magnificación de los errores de sus gobernantes y la repetición
incesante por todos los medios de las fallas que se cometen, al
tiempo que se silencia y se esconden los avances y las soluciones
aplicadas. Por supuesto, detrás de este discurso negativo, hay el
aroma de sus piropos hacia el exterior, de donde creen vendrán las
soluciones porque están convencidos que en Honduras nadie vale un
cacahuate siquiera. En cambio para los segundos, el silencio y la
indiferencia es la estrategia escogida. Igual que el tacuazín,
cogido infraganti en el interior del gallinero, se hacen los
indiferentes, vuelven la cara hacia otra parte y cierran los ojos
indiferentes, seguros que los que apalean a Honduras, llegará un
momento en que se cansarán. Y se irán con sus palos y sus
improperios a otro lado. No hay mal que dure cien años y cuerpo que
lo resista, parece ser su conclusión filosófica principal.
Lo
que ocurre en Honduras, no es un invento de los hondureños. Sucede
en casi todo el mundo. Pero ocurre que, igual que en lo relacionado
con las personas, hay países con buena imagen y prestigio
extraordinario, mientras que otros son presentados como modelos de
miseria, de estancamiento, de estados fallidos o de ejemplo, si cabe
la contradicción entre sus fuerzas políticas, de corrupción
extrema y de indolencia del sistema de control social para dominar a
los indecentes. Como en todas las clasificaciones, siempre interviene
y juega importante papel lo subjetivo. Los prejuicios son
inobjetables en su presencia en estos asuntos. Por ejemplo Brasil es
un modelo de nación emergente, con una imagen favorable desarrollada
por Lula y sus amigos, que ha logrado imponerle al mundo el concepto
que allí está el nuevo paraíso. Ha tenido tanto éxito esta
estrategia de relaciones públicas, que ahora, nadie habla de la
desigualdad social, de la pobreza y mucho menos de la corrupción
gubernamental brasileña.
Felipe Calderón. |
Un
ejemplo contrario es el de México. Este país ha tenido un mejor
desempeño económico que Brasil; pero sus líderes no son muy
eficientes. Felipe Calderón se ha concentrado en la lucha contra el
narcotráfico, mientras ha descuidado las relaciones internacionales
de México, abandonado su liderazgo – el manejo de la crisis de
Honduras es un ejemplo de la pobreza mental de su Cancillería, hasta
hace muy poco, centro de los cerebros más brillantes de aquel país
– y dejado por lado las tareas relacionadas con la imagen de su
gobierno. Hasta hace muy poco, Calderón se ha dado cuenta del
asunto, y ha procedido a contratar a un mago de las relaciones
públicas, para que ayude a proyectar una mejor imagen de México, de
forma que el respeto a su nación, vuelva por sus fueros.
Honduras
proyecta mala imagen. Desde el siglo pasado, en la ocasión del
desarrollo de la Costa Caribe, nos ganamos el apodo de repúblicabananera. Los políticos de adentro, se volvieron sirvientes de los
capitanes de la industria bananera y quien venía aquí, notaba la
sumisión de las autoridades “nacionales”. En la década de los
ochenta nos volvimos el portaviones de los estadounidenses. El
gobierno colaboró incluso en las ilegalidades de los gringos que
traficaban armas y drogas para lograr sus fines en Irán. Y desde
entonces, nos calificaron como una nación con un liderazgo sin
carácter, sin fuerza y sin autonomía. Ahora, somos un pobre país
que no tiene capacidad de identificar sus problemas e interés en
resolverlos. Somos un “estado fallido”, una sociedad que no
controla a su gobierno; y que sus instituciones en vez de trabajar
por el futuro, mas bien le hacen daño al país. Ésta es la imagen
desafortunada que proyectamos. Y que nos sepulta y nos inmoviliza. Y
a la que muchos fomentan, para atraer las soluciones extranjeras.
Renunciando al orgullo nacional y a la dignidad de Honduras.
Fotografía: http://comunicacion.senado.gob.mx/
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