EL PARTIDO NACIONAL, ¿GIRO A LA IZQUIERDA?
Juan
Ramón Martínez.
El
país no solo requiere frenar la violencia y poner a los delincuentes
en su lugar. También está urgido de imponer el orden en el interior
de la clase política, para que ésta renuncie de una vez por todas
al ejercicio de la desobediencia a la ley, a la vocación caprichosa
de los caudillos y a la obscura creencia que los objetivos
individuales o grupales, están por encima de los intereses
nacionales. Por ello, cuando los liberales anuncian y ponen en marcha
un proceso de unidad, respetuosa y viril entre sus filas, resolviendo
sus diferencias por medio de la voluntad y la sentencia popular, el
país respira tranquilo. Y otra vez renace la confianza entre quienes
teniendo un poco de dinero quieren invertirlo para crear empleo y
obtener las ganancias que se acostumbran en estas circunstancias.
En
sentido contrario, la confianza se resquebraja cuando se aprecian
brusquedades inusitadas en el interior del Partido de gobierno que,
cómo es lógico, tiene más responsabilidades y compromisos que los
partidos de oposición. Los nacionalistas y los liberales, no solo
tienen una parentesco común en términos ideológicos, sino que
además, se parecen mucho en el comportamiento caudillezco, en la
vocación para colocar lo egoísta, personal y grupal por encima de
los intereses nacionales; y por una muy baja disposición al
sacrificio a favor de Honduras y su pueblo. Por ello es que el
fraccionamiento que se observa en el Partido Nacional, similar al que
experimentara el PL; y que nos llevara a la crisis del 2009, nos
provoca a quienes nos encargamos de observar los hechos y anticipar
los resultados, un elevado grado de preocupación. La división de
los partidos de oposición es parte del espectáculo. En cambio el
fraccionalismo y la lucha despiadada dentro del partido de gobierno,
incluso fuera de la ley, típica de las pandillas privadas y de los
grupos que destruyen la paz de los barrios sin luz y los pueblos más
alejados de la periferia, pone en peligro la estabilidad de la
nación. Porque en vez de sus fines, lo que se busca caprichosamente
es imponerle al país y a su pueblo, conceptos que no tienen nada que
ver con su libertad y mucho menos con su bienestar.
No
es primera vez que los nacionalistas estremecen sus filas con la
operación de fuerzas discordantes. Carías y Venancio Callejas se
enfrentaron en forma sostenida. Mientras el primero trabajaba por su
reelección, el segundo invocaba el respeto a la ley. Posteriormente,
el Presidente Juan Manuel Gálvez rompió con el viejo general que
creía que el país no podía vivir sin el cálido estilo de su
paternal estilo de dirigirlo. Y de este modo, le impidió que en
1954, se reeligiera con los votos del pueblo nacionalista, creándose
además un espacio que aprovecharon las nuevas y renovadas fuerzas
elitarias del país para expresarse, especialmente por medio del
Partido Liberal, renovado y modernizado por Villeda Morales.
Posteriormente
en 1985, en la oportunidad del fin del caudillismo de Ricardo Zúñiga
Agustinus, el Partido Nacional pareció fraccionarse entre la
voluntad de seguir a Callejas, o a Juan Pablo Urrutia y a Fernando
Lardizábal. Pero esta división fue aparente: Callejas tenía el
respaldo de la mayoría de los nacionalistas y aunque la fórmula
pactada para superar la crisis general de la política de entonces no
le favoreció, le permito cuatro años después ganar las elecciones
generales con un Partido Nacional fuerte y unido. Al fin de su
mandato, Ramos Soto quiso fragmentarlo apresuradamente buscando
colocarlo contra Callejas, por lo que perdió las elecciones ante el
candidato de los liberales por el que al principio, nadie daba por
él, un real siquiera. Desde entonces, los nacionalistas han manejado
sus diferencias con mucho talento, manteniéndose unido.
Ahora,
sin embargo la fractura en el PN es diferente. Por primera vez se
habla en el PN de izquierda y de derecha, de seguir la ruta de
Zelaya; y de establecer una posible alianza que permita facilitar la
reelección dentro de la ley, como dice JOH, repitiendo de alguna
forma el pensamiento de Carías Andino. El PN puede perder las
elecciones generales; pero también puede volver por los fueros de la
disciplina y derrotar la ruta izquierdizante que JOH ha escogido para
modernizar al PN. Si se impone la “izquierda”, destruirá la
unidad que el país necesita para recuperarse. Para al final, caer
derrotado por la “derecha” liberal y nacionalista. Cómo Zelaya.
Comentarios
Publicar un comentario