EL LIBERALISMO, EL PARTIDO A DESTRUIR

Juan Ramón Martínez.




[caption id="attachment_448" align="alignright" width="300" caption="41, por Javier Maradiaga"]41[/caption]

Se equivocan los analistas políticos cuando establecen que aquí está en curso un proceso en el cual se busca la destrucción de los partidos tradicionales. Ello es media verdad. No hay fuerzas que tengan como propósito destruir al Partido Nacional. Pese a sus diferencias inter grupales y contradicciones internas, ningún grupo tiene como finalidad desarbolar al partido fundado por Carías Andino en 1923. Pero es cierto que en el Partido Liberal, si hay un plan de destrucción en marcha, animado y apoyado desde el exterior y con el respaldo de Zelaya y sus seguidores, bajo el entendido que como en una operación de dominó, si cae el liberalismo, caerá a continuación por efecto mecánico, el Partido Nacional.


No es primera vez que se anuncia como precondición para el desarrollo nacional, la desaparición de los dos partidos, sobre cuyas espaldas recae la responsabilidad del atraso de Honduras, de la pobreza de su pueblo y de la precariedad de sus instituciones republicanas. A partir de 1968, el PINU y la Democracia Cristiana plantearon como objetivo central la sustitución de aquellas dos fuerzas anquilosadas, por dos partidos, frescos, ideológicos y modernos. Al final, los dos pequeños partidos, han sido absorbidos por la mecánica partidaria, de forma que han terminado por repetir en pequeño, los mismos vicios y defectos de las dos fuerzas que controlan el movimiento político del país.


Algunos años antes, alrededor del Presidente Gálvez – pero sin llegar a los extremos de atentar en contra del orden constitucional cómo lo hiciera Zelaya en el año 2009 – se nucleó el Movimiento Nacional Reformista. Se pensaba que había que dejar el “cariísmo” y sustituirlo por una fuerza de derecha más moderna y más sensible a la problemática nacional. Sin embargo, pese al protagonismo de Juan Manuel Gálvez, menos caudillezca y autoritaria, no produjo resultados. Los errores de Julio Lozano , las vacilaciones del estilo de hacer política de Gálvez Durón, la decrepitud de Carías Andino y la intervención de los militares, salvaron al Partido Nacional de este movimiento destinado a la sustitución del viejo partido.


En 1923, Policarpo Bonilla creó el Partido Liberal Constitucionalista. En las elecciones celebradas ese año, no pudo superar al Partido Liberal acaudillado por Juan Ángel Arias. Muerto tres años después, la amenaza suya a la estabilidad del Partido Liberal, se diluyó con facilidad. Posteriormente, aproximadamente 22 años después, Roque J. Rivera intentó socavar la existencia liberal, sin ningún éxito. Carecía de la fuerza del carisma político y del discurso para movilizar a las masas controladas por Villeda Morales y Rodas Alvarado.


Ahora, el PL se enfrenta a su mayor amenaza: Zelaya busca destruir al partido político que lo hizo presidente sin merecerlo, de repente para honrar los antecedentes de su progenitor que, hasta que Rodas Alvarado lo convenció para que se hiciera liberal, era quien ganaba para el Partido Nacional, las alcaldías del Olancho ganadero y pueblerino. El hijo de este hombre, cachureco devenido en liberal, con posturas conservadoras evidentes y con conductas de subordinado al culto de la violencia, es ahora la amenaza mayor del Partido Liberal.


Zelaya tiene algunas ventajas y por supuesto debilidades. En las primeras, su necesidad de tener alguna figuración interna, para atraer dinero del exterior con el cual socavar las bases del liberalismo rural. En las segundas, es notoria la falta de un liderazgo que lo confronte. A Elvin Santos, no solo le falta arrojo y valor, sino que además, fuerza y capacidad de trabajo. Por ello, cada vez que Zelaya le vuelve a ver, baja los ojos asustado. Buscando dónde esconderse.


Zelaya tiene dificultades. Ha perdido la base intermedia liberal. Fuera de minúsculos políticos, de escasa visibilidad, nadie de figuración en su gobierno, le acompaña en el intento destructivo. Barahona, Alegría y Reyes no tienen bases; ni mucho menos, propuestas anti liberales que animen a sus miembros para dejarlo y acompañarlos en su ingrata aventura. Pero ello no les impedirá hacerle daño, afectarle en algunas de sus bases; e introducir en el Congreso Nacional otro “partidito tradicional”, envuelto como el PINU y la DC, en una falsa modernidad.


Fotografía:AttributionShare Alike Some rights reserved by Javier Maradiaga

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