LOS DESPLANTES DE CORREA

Juan Ramón Martínez.




[caption id="attachment_433" align="alignright" width="199" caption="Presidente Correa al constatar catástrofe minera en Portovelo."][/caption]

La peor enfermedad de algunos gobernantes no es el cáncer que, en estas fechas pareciera que se hubiera puesto de moda, especialmente en nuestro continente, sino que la arrogancia. Siendo el poder una droga, que entre sus daños el principal es el alejamiento de la realidad y el distanciamiento del titular que se cree diferente a los demás mortales, su más negativo efecto es la arrogancia. El automovilista embriagado que cree que maneja mejor cuando está al borde de la inconsciencia alcohólica. Por lo que se niega a aceptar consejos; o a entregar las llaves para que maneje su vehículo una persona en sus cabales.


Igual le ocurre a ciertos gobernantes que no pueden manejarse en el poder. Pierden la noción del tiempo – Gaddafi y Stroessner se creían eternos – y se aferran del mando de tal manera que están convencidos que no pueden vivir fuera del presupuesto. Y lo más grave de sus síntomas: que la Patria no puede sobrevivir sin su dedicación a la protección de sus santos intereses. Rodeados de alabarderos que les hablen durante todas las horas hábiles del día – que son las 24 horas porque el patriota no descansa jamás – de sus virtudes y sus mágicos resultados, terminan por creerse el cuento de su insustibilidad. De allí que se vuelvan insoportables, pedantes, malcriados y en algunos casos teatrales. Chávez de Venezuela y Rafael Correa, el Presidente de El Ecuador, son maestros en los desplantes y artistas en el aprovechamiento de las luces y las cámaras. Especialmente cuando se trata de eventos internacionales, en los que la prensa no está bajo su control; pero que ellos saben manipular con sus payasadas.


Correa ha hecho una de las suyas en Asunción, Paraguay. Sin haber tenido alguna presentación memorable o hecho un análisis de las fallas sistémicas del capitalismo, el Presidente de El Ecuador, sin tomar en consideración el respeto que se merece el cargo que desempeña, se levantó de su asiento para no escuchar a la representante del Banco Mundial que no tenía otra finalidad – cómo acostumbran los técnicos de este nivel – que mostrar datos y señalar tendencias sobre la economía mundial y el desempeño de la de América Latina. Nada más.


Sin embargo Rafael Correa para que no olvidemos su temple arrojadizo, su sensibilidad sin control y sus emociones dispuestas al desborde, se alejó de la reunión afectando la imagen de El Ecuador; y ratificando por enésima vez que su gobernante no tiene control sobre su sistema nervioso. Tal comportamiento, le ha hecho recordar a los presentes, sus dificultades para asimilar las críticas de la prensa de su país, los procesos judiciales para destruir a periódicos influyentes al conseguir condenas consistentes en deudas impagables y las declaraciones apasionadas sobre asuntos que siempre requieren la ponderación y el buen juicio. En otras palabras, la sindéresis del gobernante atento a escuchar y valorar las opiniones de sus gobernados, no forma parte de sus comportamientos.


Correa cree muy poco en estas cosas, porque él no es un demócrata. Acepta los mecanismos de acceso; pero nunca sus procedimientos de valoración y legitimación. Prevalido del sentido de fortaleza de una sociedad que ha puesto de rodillas, no solo tiene la fuerza para hacer estos desplantes que comentamos sino que además asumir el papel de legitimador de sistemas políticos a los cuales reconoce, discriminando a su gusto a aquellos que no son de sus afectos. Admira a Bolivia y a Venezuela, en cambio critica y desconoce a Honduras – como si se tratara de un Haiti continental – descalificando a su régimen por la calidad del desempeño de los derechos humanos.


Llama la atención que nunca le ha preocupado el asunto, sino que el color del régimen que tenemos. En otras pocas que se han violado los derechos humanos; y se ha llamado al silencio. Y solo reaccionó intencionado e iracundo, cuando Mario Canahuati lo puso en su lugar. En otras circunstancias, las declaraciones de la Cónsul suya en Tegucigalpa, habrían sido rechazados por el Canciller Corrales y devuelto, con dignidad, los alimentos que nos regala Correa como si nos estuviéramos muriendo de hambre. Y no tuviéramos un ápice de dignidad siquiera para diferenciar a los amigos que sirven de los extraños que nos ofenden. Pero como hambrientos, aceptamos sus regalos, sus regaños y sus desplantes.


Fotografía:AttributionShare Alike Some rights reserved by Gobierno Municipal de Piñas

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