HACIA UN NUEVO DESCUADRE REGIONAL

Juan Ramón Martínez.


Los resultados electorales obtenidos en Guatemala y Nicaragua, confirman un descuadre entre el populismo petrolero de Ortega y la dureza de la derecha militar en Guatemala. Dos modelos, contradictorios que al chocar en el marco regional, constituirá un retroceso real del proceso de integración centroamericana, sometido a los altibajos y los cambios de gobiernos sin continuidad nacional y regional.





[caption id="" align="alignright" width="277" caption="Anastasio Somoza"]Anastasio Somoza[/caption]

Ortega, igual que la familia Somoza, ha establecido un dominio familiar en la vida política y económica de Nicaragua. Cómo lo hiciera el asesino de Sandino, Ortega ha determinado cuáles son los negocios exclusivos suyos, de sus familiares cercanos y del Partido Sandinista. Y le ha dado a los empresarios privados la seguridad – necesaria en cualquiera operación económica – que sino transgreden esas líneas divisorias podrán hacer los negocios que quieran, obteniendo las mayores ganancias. En la política ese deslinde ha sido más complicado. Ha dividido al Partido Liberal, dándole libertad a Arnoldo Alemán quien como candidato ha impedido el frente común sin el cual es imposible derrotar a los “conservadores” ahora devenidos en sandinistas y orteguistas, propiamente hablando.


Guatemala tiene una situación más compleja. Las élites no están tan grupalmente consolidadas como en Nicaragua, por lo que hay que anticipar desacuerdos y confrontaciones en las que, no hay que excluir conatos de resistencia; e incluso intentos o golpes de estado con el fin de derribar al ganador de las elecciones del domingo recién pasado Otto Pérez Molina. Las heridas dejadas por la represión de los militares en contra de los que querían un nuevo orden social y económico, están todavía abiertas. De forma que si Pérez Molina regresa con la mentalidad de los ochenta, va a crear condiciones de inestabilidad y confrontaciones que no dejará de afectar a la región, especialmente a Honduras y a El Salvador.


El Salvador tiene más consolidadas sus instituciones y el partido en el poder, cuenta con posibilidades de continuar en el mismo, debido a la división de la derecha y a la confianza que la propuesta populista mitigada le ofrece a los sectores pobres de aquella nación vecina. Honduras en cambio está en el filo de la navaja, moviéndose hacia una derecha troglodita o una izquierda ruidosa, pero inefectiva que incluso se dejó quitar el poder, en las primeras de cambio.


Por esa razón creemos que Honduras, desde su posición central, puede con un mejor liderazgo jugar el papel del fiel de la balanza de Centroamérica. Pero se verá empujada hacia posturas de derecha, inclinándose hacia Guatemala, reverdeciendo sus diferencias con Nicaragua, especialmente en el plano de las relaciones políticas y económicas de carácter fronterizo. La frontera económica entre los dos países es muy frágil. Por cualquiera cosa, incluso la más pequeña, frenan el comercio mútuo; y obligan a Honduras ha obstaculizar el comercio regional, haciéndole daño a El Salvador, a Costa rica y Guatemala. En lo político, Nicaragua seguirá siendo el santuario de los “zelayistas” y sus seguidores los “chavistas” locales que buscarán por todos los medios, mantener un clima de confrontación entre grupos gremiales y el gobierno, cualquiera que sea el que suceda a Lobo Sosa el 2014.


En el tema fronterizo seguirá pesando mucho en las relaciones entre Honduras y Nicaragua. Especialmente si Honduras no evalúa sus relaciones con Colombia y define esfuerzos y beneficios para la protección de los intereses nacionales. El uso que la nación sudamericana hace de Honduras para hacerle daño a Nicaragua, impulsa una alianza de esta última con El Salvador que nos impide la salida al Pacífico en donde Honduras tendrá que asegurar la riqueza con la que, en el futuro alimentar a su pueblo. Y asegurar su existencia y felicidad.


Este breve listado de dificultades, solo es una muestra de lo que tienen que enfrentar los políticos. Que no solo deben saber leer y escribir, sino que además, entender que los intereses geopolíticos de los estados, son permanentes; y por ello su búsqueda y protección, son de largo plazo. Y que lo deben hacer disciplinadamente, gobierno tras gobierno, dándole continuidad a las tareas.   

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