MUESTRAS DE CAMBIO EN LA POLICÍA

Juan Ramón Martínez.


Los hondureños especialmente queremos cambios en la Policía. Que surjan de su interior, desde la vergüenza por lo que han hecho algunos de sus miembros y la indolencia de sus mandos; y del ánimo rectificador de las nuevas autoridades. Para de esa manera volver a creer en ellos, imaginando que desde estas señales primeras nos darán los resultados que estamos esperando sin abusivas intervenciones extranjeras que destruyan el honor de los hondureños en general y su sentimiento de identidad. AsÍ se lo hemos hecho saber al nuevo Director General de la Policía y a otros miembros de la institución con los cuales hemos intercambiado impresiones.


El concepto de frutas podridas es muy aproximado y útil para este tipo de discusión. Las instituciones cómo lo he dicho en otras oportunidades, no delinquen. Quienes lo hacen son sus miembros, los que cómo es natural, deben ser enjuiciados y sancionados ejemplarmente. En este caso el problema es complejo, de difícil aplicación y complicado porque un error puede producirnos efectos negativos. Por ejemplo, hay mentes simples que lo que creen es que se pongan en la calle a todos los policías; y que se empiece de cero. No se imaginan que soltarlos, especialmente a las frutas podridas, éstas no tendrán otro oficio o profesión que el ejercicio del acto delictivo. Y que sin Policía alguna, estaremos en manos de los delincuentes que harán con nosotros lo que les venga en gana.


En lo personal y a título de ejemplo, creemos que la Policía debe relevar de los mandos, suspendiendo a los oficiales que eran responsables de su dirección y comando hasta el momento en que ocurrieron los desafortunados y criminales hechos contra los jóvenes universitarios. Si no pueden encausarlos, por lo menos hay que inhabilitarlos para que ejerzan, en cualquiera otro momento algún, tipo de dirección en la institución policial.


Además, deben darnos pruebas que la formación de la Policía de base que por motivos políticos sectarios se vulgarizó, será sometida a un análisis profundo, de forma que no tendremos policías con tres o cuatro meses de formación en el futuro. Pero además, que los oficiales que ingresen a la Academia José Trinidad Reyes, serán escogidos entre los aspirantes que tengan como finalidad hacerse policías, excluyendo aquellos que muestren inclinaciones anormales para usar la institución como medio para el enriquecimiento fácil e incluso delictivo. El afán materialista, el consumismo extremo y la vocación por el lujo, son en este caso por lo menos, la fuente de donde brotan las inmoralidades.


Consecuente con lo anterior, los policías en ejercicio no tendrán negocios, en forma directa o por intermedio de sus esposas, queridas o amigos presta nombres, que puedan incurrir en comprobados conflictos de intereses. Por ejemplo el Jefe de Tránsito, en ningún lugar del país, podrá manejar una empresa de transporte porque es evidente que actuará para protegerla en perjuicio de todos los demás.


Todo lo anterior, tiene finalidades muy claras. El ejercicio de la profesión policial no debe ser un medio de enriquecimiento alguno, sino que uno de dedicación absoluta al bienestar de la ciudadanía. En esta dirección, la UNAH, que justificadamente se muestra interesada en el tema, debe revisar el reconocimiento de las materias que se brindan en la Academia Policial y por medio de las cuales los Policías se gradúan fácilmente de abogados sin haber recibido la formación ética correspondiente.

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