URGENTE REFORMA MILITAR

 Juan Ramón Martínez

La reforma militar de Carlos Roberto Reina y Carlos Flores, fue desafortunada. Con ánimo politiquero, inoportuna; en vez de asegurar la gobernabilidad, mas bien, redujo la soberanía popular, disminuyendo la capacidad de Honduras para participar en la defensa de Centroamérica y del continente, en caso de una III guerra mundial. Cómo se recordará, la reforma suprimió parte de autonomía militar que le permitió a los militares rebelarse en contra de los gobiernos usurpadores que atentaron contra la sucesión presidencial y la vigencia del estado de derecho; y al modificar el sistema de servicio militar obligatorio de manera que ahora, los pobres han perdido las oportunidades de formarse y disciplinarse para usarlo para sus propios intereses; y, poner su talento, al servicio del país y sus familias.

Las Fuerzas Armadas siguen siendo autónomas. Manejan sus recursos, con independencia plena, incluso en mejor forma que, cómo lo hace la UNAH. Pero son, más costosas. Han perdido control de su profesionalidad, de modo que ahora como en los tiempos de las montoneras, la integración del Estado Mayor Conjunto ha pasado de la mano de los militares a los políticos, debilitando la capacidad de combate de las Fuerzas Armadas y disminuyendo por consiguiente, su grado de confianza ante aliados. Ahora ni siquiera puede comprar helicópteros, modernizar su Fuerza Aérea y elevar la capacidad de fuego para defender el territorio nacional ante un ataque de El Salvador o Nicaragua.

La acción de Zelaya en contra de la Constitución en 2009, pudo ser frenada no por las Fuerzas Armadas cómo dicen los defensores de la falsa “revolución” que intentaron en aquella oportunidad, sino que, por la valentía de Luis Rubí y Jorge Rivera Avilés, Fiscal General y Presidente de la Corte Suprema que lograron que los oficiales que dirigía Romeo Vásquez les obedecieran las órdenes de captura. El acto irregular de JOH, fue posible porque la Fiscalía y la Corte, en vez de cumplir con la ley, se plegaron al autoritario gobernante; y, los militares, se llamaron al silencio en una complicidad que nadie puede ocultar. Y, menos justificar

De repente, el mayor daño que se le infirió a la institucionalidad, fue la supresión del Servicio Militar Obligatorio. Porque lo que operaba en forma inadecuada, era en primer lugar, la forma cómo se llevaba a los jóvenes a los cuarteles; y los entrenamientos salvajes que, algunos oficiales, --primitivos y anormales--, sometían a los nuevos soldados, creyendo que para hacer un buen militar, había que destruir a un ciudadano. Ahora, las Fuerzas Armadas son una oportunidad de empleo, dejando de ser la escuela de la formación de los ciudadanos, con capacidad para defender su libertad y poner a las instituciones al servicio de la defensa de la misma. El hondureño se ha vuelto cobarde, porque ahora el servicio militar no hace soldados, ni tampoco forma ciudadanos valientes con capacidad de empuñar las armas para la defensa de la patria. Llevándonos a una situación peor que la que teníamos en 1969, en la que El Salvador nos encontró con una oficialidad politizada, subordinada a un caudillo político militar; y con una limitada capacidad de fuego, por falta de equipo y hombres inteligentes y valientes. Ahora, de repente, por falta de oportunidades, no podemos valorar con qué capacidad contamos en las Fuerzas Armadas para defender el país, en el caso de una guerra con los vecinos; o ante un ataque de China y Rusia a Palmerola o Panamá.

Ante esta peligrosa situación, es urgente corregir lo que se hizo mal. Los intereses nacionales, --que van más allá de los de los líderes políticos--, reclaman que volvamos a un sistema en que el Congreso Nacional elija al Jefe del Estado Mayor Conjunto; y éste, nombre de acuerdo con las reglas militares, su Estado Mayor con independencia y profesionalidad. Los militares volverán a ser profesionales y no uniformados bajo los fustanes de los políticos, cómo ocurre ahora.

Y, revisar para volver al Servicio Militar Obligatorio, con sistemas adecuados para lograr que todos los sectores -- y no sólo los pobres--, cumplan con su formación a los altos intereses de la Patria, revisándose los sistemas de formación militar, para estar seguros que tenemos los recursos humanos adecuados, con el espíritu suficiente, para defender a Honduras de una agresión externa; que, no hay que excluir nunca. Y para contar con un pueblo fuerte que, no se doblegue ante líderes pretenciosos y autoritarios.

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