UN RECONOCIMIENTO TARDÍO

 Óscar Aníbal Puerto Posas

Rafael Heliodoro Valle

Rafael Heliodoro Valle, es uno de los mayores prestigiosos intelectuales de nuestro país. Poeta, escritor de altos vuelos, historiador, el primer hondureño en obtener el título universitario por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Donde defendió la tesis: “Cristóbal de Olid, conquistador de México y Honduras”. Periodista -sobre todo- su plana cobró la atención de miles de lectores en “Nuestra América de sangre cálida”. Entrecomillo la frase que le pertenece al inmenso polígrafo nacido en Tegucigalpa, el 3 de julio de 1891.


Como humano cometió errores. Rubén Darío, en un artículo suyo poco conocido, con un título enigmático: “Él” -publicado en la revista “Marcha”, de Montevideo, Uruguay, decía, corría el año de 1888 -el autor de “Azul”, vivía en Chile; que para descubrir manchas en José Artillas (ahora el lector entiende quien era “Él”), se necesitaba un telescopio. Porque las manchas eran pequeñas al punto de ser invisibles al ojo humano. Tal sucedió con el autor de “Ánfora sedienta” y “Tierras de pan llevar”.


Fue nuestro Embajador en Washington, gobierno del Dr. Juan Manuel Gálvez Durón (1949-1954). En ese cargo hizo una labor magnífica. Fundó el Ateneo Americano en Washington, siendo su primer presidente. Rafael Heliodoro, era afecto a la organización de intelectuales. Antes de partir a ejercer su honroso cargo, dejó instalada, en Tegucigalpa, la Academia Hondureña de la Lengua, el 28 de diciembre de 1948. Fue una agrupación de hombres valiosos (lástima que no incorporó a una mujer intelectual, que las había y de ilustre prosapia, citaré a dos: Lucila Gamero de Medina y Marcelina Bonilla). Realizó una Academia con hombres ancianos: Silverio Laínez (80 años); algunos en edad madura: Antonio Ochoa Alcántara (55 años); Julián López Pineda (66 años), Marcos Carías Reyes (44 años). Hasta llegar a un doncel, Céleo Murillo Soto (37 años). Casi todos habían pulsado la lira: Luis Andrés Zúñiga, Antonio Ochoa Alcántara, Carlos Izaguirre, Alejandro Alfaro Arriaga y Céleo Murillo Soto. Eran ajenos a las musas, Silverio Laínez (gran jurisconsulto). Esteban Guardiola (ilustre historiador y docente) y Carlos M. Gálvez (médico). La Academia Hondureña de la Lengua, sigue con vida. Se han olvidado de su fundador. Salvo el exdirector, Juan Ramón Martínez, quien creó el Premio de Historia “Rafael Heliodoro Valle”. Se le ha adjudicado a Jesús Evelio Inestroza Manzanares, a Sixta Jessenia Martínez y a Jorge Aberto Amaya Banegas. Los últimos dos años, no se ha entregado el premio, por órdenes de los “contadores” de la Secretaria de Educación, en abuso de galopante ignorancia.


El error del aedo


El 5 de diciembre de 1954, hubo crisis política profunda en Honduras; se rompió el orden constitucional; en el proceso electoral de 1954, compitieron: el Dr. Ramón Villeda Morales, candidato del Partido Liberal; el abogado Tiburcio Carías Andino, candidato del Partido Nacional y el Ingeniero Abraham Williams Calderón, candidato del Movimiento Nacional Reformista (M.N.R.). En realidad, Villeda ganó las elecciones. Pero, no obtuvo mayoría absoluta. Al romperse el orden constitucional, asumió el Poder como Jefe de Facto, Julio Lozano Díaz (1885-1957). Contador, hombre de negocios y político. Nombró Ministro de Relaciones Exteriores, al Dr. Esteban Mendoza (1904-1968). El poeta Valle fue ratificado en su cargo. Quizá fue su primer error, colaborar con una dictadura. Tal vez, no quiso dejar Washington. Sus cerezas en flor. Sus bellezas naturales y culturales. Sobre todo, el “Ateneo Americano”, donde cultivó la amistad de Germán Arciniegas, el autor de “Entre la libertad y el miedo”. Juan Ramón Jiménez, poeta español, Premio Nóbel de la Literatura (1956). La lista es larga. Rafael Heliodoro Valle, irradiaba simpatía. Era un extraordinario conversador. Al tiempo que ejercía funciones diplomáticas, no dejó de lado el periodismo. Continuó sus columnas en “Excelsior”, “El Universal” y otros de México. “La Nación” y “La Prensa” de Argentina. “Tiempo” de Colombia, “Diario de la Marina”, de Cuba y otros de igual jerarquía. 


Guardaba una disciplina increíble. Cumplió con el envío de sus artículos en las fechas previstas. Ello, significaba, frecuentes desvelos, bajo la vigilancia amorosa de Emilia Romero, la dama peruana; su esposa. Un día de tantos, le llegó procedente de Honduras, un libro sobre la vida y obra del general Manuel Bonilla, expresidente de Honduras, escrito por el general Leónidas Pineda. El poeta Valle, decidió comentarlo. El autor, hacía una apología del general Bonilla, fundador del Partido Nacional. Entre otras cosas decía que su gobierno, había resuelto, a través del Laudo de su Majestad, Alfonso XIII de España, el conflicto fronterizo con Nicaragua. Valle, lo refutó; dijo algo así, que el conflicto subsistía. ¡El Embajador en Washington, disentía de la opinión oficial de su gobierno que sostenía la validez del Laudo! Fue un grave error, no cabe duda. Influyó -digo yo- que la formación primigenia del poeta fue el magisterio. El maestro se especializa en encontrar errores. Rafael Heliodoro Valle, se especializó en encontrar errores en los libros que le enviaban. Contrario a Pablo Neruda, que se especializó en encontrar las bondades.


Oscar A. Flores (1912-1980), levantó, desde las páginas de diario “El Pueblo”, que él dirigía, una batahola, contra el poeta. Al punto que, el Canciller Esteban Mendoza, destituyó -vía cable- que, en diplomacia, es un despido ignominioso, al autor de “Iturbide varón de Dios”. Oscar Flores, no olvidaba el transfuguismo político de RHV, en 1948. Cuando cambió casaca. Tiró al suelo la casaca roja, para vestir la casaca azul.


El poeta sufrió lo indescriptible. Pocos años después de su despido afrentoso, falleció en México, Distrito Federal. Doña Emilia, su mujer, nunca le perdonó a Honduras el daño moral, que sufriera su esposo. Fue injusta en su generalización. Honduras no fue la culpable. Fueron algunos hondureños, de la élite política. 


Un reconocimiento tardío


A los veinte días del mes de mayo de mil novecientos cincuenta y nueva, el Congreso Nacional, mediante Decreto No. 178, concedió una magra pensión vitalicia al poeta Rafael Heliodoro Valle. Ignoramos si la recibió. El Presidente Villeda Morales, la sancionó el 9 de junio del año citado. Poco después Rafael Heliodoro Valle, fallecía. El Decreto de mérito, que aquí reproducimos, posiblemente fue redactado por Carlos Manuel Arita, Secretario del Congreso, aficionado a la poesía.



DECRETO No. 178

_____


EL CONGRESO NACIONAL,


CONSIDERANDO: que el poeta Rafael Heliodoro Valle, ciudadano hondureño, actualmente con residencia en la ciudad de México, con su brillante labor literaria, sus conocimientos humanistas y su cultura artística, ha honrado al país y enaltecido las letras patrias, haciéndose merecedor del aprecio y distinción de sus conciudadanos;


CONSIDERANDO: que es un deber del Estado estimular a los ciudadanos que han dedicado sus vidas a la ciencia y al arte, dando prestigio y honores a la nación;


CONSIDERANDO: que la niñez y la juventud deben tomar el saludable ejemplo de los grandes hombres y continuar la obra en el punto culminante en que ellos la dejaron,


POR TANTO: en uso de las facultades que le confiere el Art. 188, Atribución 27 de la Constitución de la República,


DECRETA:


Artículo 1º - Conceder al poeta Rafael Heliodoro Valle una pensión mensual y vitalicia de (L. 500.00) QUINIENTOS LEMPIRAS, que la oficina que el Ministerio de Economía y Hacienda designe, le girará a la ciudad de México, D. F., o al lugar de su residencia.


Artículo 2º - El gasto se imputará a la partida especial que se incluirá en el Título I, Capítulo XI, Sección I, Gastos Diversos, del Presupuesto General de Egresos e Ingresos, correspondiente a la Secretaría de Gobernación.


Artículo 3º - Durante los meses que restan del presente año económico, el gasto se imputará a la partida 15-X, Imprevistos, del Título y Capítulo a que se refiere el artículo anterior.


Artículo 4º - El presente Decreto entrará en vigencia desde el día de su publicación en el diario Oficial “La Gaceta”.


Dado en el Salón de Sesiones del Congreso Nacional, en Tegucigalpa, D. C., a los veinte días de mes de mayo de mil novecientos cincuenta y nueve.



MODESTO RODAS ALVARADO h.,

Presidente.


MIGUEL ALFONSO CUBERO,      CARLOS MANUEL ARITA,

Secretario.          Secretario.


AL PODER EJECUTIVO.


POR TANTO: EJECÚTESE.


Tegucigalpa, D. C., 9 de junio de 1959.


RAMÓN VILLEDA MORALES.


El Secretario de Estado en los Despachos de Economía y Hacienda,


Jorge Bueso Arias.



POST MORTEM


El poeta se despidió del mundo, el 29 de julio de 1959. Su óbito ocurrió en México. En Honduras no tuvo mayores repercusiones. México, en cambio, sí sintió su muerte. El presidente Adolfo López Mateos, ordenó se le otorgara, póstumamente, la Gran Cruz Azteca. Los grandes diarios en donde Rafael Heliodoro colaborara hasta el fin de sus días, no escatimaron elogios al hombre de letras. México, instituyó un Premio que lleva su nombre. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), creó la “Fundación Rafael Heliodoro Valle”, hoy día a cargo de una mujer acuciosa y juiciosa: María de los Ángeles Chapas Bezanilla. Ella cuida el legado cultural del Maestro. Desde sus primeros pinitos literarios en la prensa hondureña, hasta sus libros en donde abordó variadísima y apasionante temática. Asimismo, su correspondencia nutrida y copiosa, cultivada con intelectuales de América y de Europa. México, lo considera su hijo adoptivo. Honduras, lo ha relegado al olvido. Pocos, muy pocos centros de enseñanza llevan su nombre. Ninguna plaza, en ningún sitio, erige un busto de bronce o de mármol que recuerde su imagen bondadosa de patriarca. Solo dos intelectuales hondureños, se han atrevido a salvarlo del olvido. Juan Ramón Martínez que, a su paso por la Dirección de la Academia Hondureña de la Lengua, instituyó el “Premio de Historia Rafael Heliodoro Valle”, el que desde 2021, dejó de concederse. Ese año lo recibió Sixta Jessenia Martínez, joven historiadora; y el poeta Oscar Acosta. Éste último, siendo “poeta residente” de la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”, se propuso reeditar sus obras. Lo logró -en parte- “El Anecdotario del Abuelo” y “Tierras de Pan Llevar”, y “El Rosal del Ermitaño”; que yo recuerde. La bibliografía de Valle era amplísima. Y, al autor de “Formas del Amor”, lo sorprendió la muerte… Oscar Acosta, además, fue el biógrafo del aedo, publicando: “Rafael Heliodoro Valle, vida y obra”; el año 1964. 


En cuanto “a la pensión mensual y vitalicia”, sancionada el 9 de junio de 1959. Lo probable es que Rafael Heliodoro Valle, no la recibió, 29 días después moría. Lejos del “verde cuenco de la Patria”.


A veces me preguntó ¿Por qué Honduras es así?


Agosto 2024

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