ESPONDA, PAGUE A LA ACADEMIA HONDUREÑA DE LA LENGUA

 Juan Ramón Martínez


Cuando los españoles establecieron su administración, lo hicieron en castellano. Era su lengua. Además, las poblaciones indígenas estaban dispersas y el proceso de “ladinización”, poco avanzado. Sólo en la dimensión que requerían las haciendas y las casas de los principales de la sociedad colonial. De modo que los indígenas tenían que hacer sus gestiones en castellano, presentar sus quejas en castellano y, descubrieron, que, si querían sobrevivir, tenían que pensar en castellano, lengua de los conquistadores. Cuando se produjo la independencia de España, el Virreinato de México se movió hacia a la autonomía, como un mecanismo defensivo; y a la independencia después como natural fuga hacia la identidad. Los participantes en las discusiones sobre la situación, eran todos, formalmente españoles; y, la mayoría miembros del gobierno y de la oligarquía dominante. Por ello es natural que el acta de independencia, se suscribiera, en castellano.

Fueron los liberales, desde Medina, Arias hasta Soto, que coinciden que Honduras se tenía que construir, si algún día lograra tal aspiración, desde el castellano. No importaba que la población indígena que era mayoritaria, no hablara el castellano. Para lo que, se destruyeron las comunidades indígenas, se crearon escuelas públicas en muchos lugares; y, se estableció por primera vez en la historia constitucional, que el castellano, era la lengua oficial. El lugar que antes había ocupado la Iglesia Católica, ahora correspondía al castellano. La cultura giraría alrededor de la nueva Lengua y por primera vez, la manera de hablar, era el primer signo de identidad.  Soto llamó la atención de la RAE; que, desde España, lo nombró socio correspondiente, cosa que ningún otro gobernante latinoamericano ha logrado hasta donde sabemos. Por su parte, los intelectuales – Durón, Guardiola Vallejo, Zúñiga, Rosa, Uclés, Soto-- crearon la “Asociación Literaria y Científica” en 1888. Su finalidad, a imitación de la RAE, la hondureña se apostaba en el lado de buscar dar al mayor brillo a la lengua y promover su difusión. Desafortunadamente, en 1928, en el curso de la crisis en que la violencia se impuso y el castellano –que así se llamaba para entonces nuestra lengua— pero con unos acentos bruscos que nadie se ha dedicado a estudiar, posiblemente por espanto; o por no saber, cómo se llamó al silencio.

Durante 20 años, vivimos sin academia, de espaldas a nuestra identidad. Hasta que Rafael Heliodoro Valle promovió la Academia Hondureña de la Lengua, el 28 de diciembre de 1948, con la presencia de Juan Manuel Gálvez, Presidente electo, que tres días después recibiría de Tiburcio Carías los atributos del cargo. Desde entonces, los mejores intelectuales de Honduras, han formado parte de la docta institución. Entre sus directores, uno fue Presidente de la República, otros magistrados, ministros, embajadores y profesores universitarios. En la década de los cincuenta del siglo pasado, por iniciativa del presidente Alemán de México, se creó la ASALE, (Asociación de Academias de la Lengua) y se suscribió un Tratado en virtud del cual los presidentes del continente se comprometían a darle un edificio a las Academias y proveerlas de fondos para sus actividades administrativas, académicas, divulgativas, investigación y promocional. El gobernante hondureño que suscribió este histórico Tratado, fue Ramón Villeda Morales; y el Congreso de la República lo elevó al carácter de Ley, por decreto legislativo en 1962.

Por gestiones de Óscar Acosta el gobierno de Carlos Flores entregó a la AHL, en comodato, su edificio en la Fuente y Lempira. El edificio en ruinas, inhabitable fue recuperado y durante las gestiones de Marcos Carías y Juan Ramón Martínez, fue puesto al servicio del público con salón de sesiones, salón de actos; y biblioteca, una de las mejores de la ciudad. El financiamiento fue aportado por el Reino de España. El gobierno de JOH, cumplió por primera vez, financiando anualmente los gastos administrativos.

Al concluir los dos periodos de Martínez, algunos creyeron que era mejor un director “próximo” con los nuevos gobernantes. Se escogió a Víctor Ramos Rivera, militante comunista, con vínculos y acciones desde los llamados “gordos soviéticos” de la “Guerra Fría”.  Transcurrida más de la mitad del año, Educación no ha entregado fondos a la AHL, incumpliendo sus obligaciones. Cómo es una vergüenza, pido al Esponda, Ministro de Educación que, cumpla con la ley. (Artículo 6, Constitución de 1982). Esperamos su inteligente reacción porque no querrá recibirnos; ni lo deseamos. Querremos que pague lo debido.

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