MADURO, “EL OTOÑO DEL PATRIARCA”
Juan Ramón Martínez
Nicolás Maduro, está en sus horas bajas. Después de haber sobrevivido en 2018 al acoso de Estados Unidos que desconoció los resultados; e, impuso a Juan Guaidó como Presidente de Venezuela, ahora se enfrenta, -- más solitario que nunca— al unánime rechazo internacional. En América Latina, sólo le apoyan Bolivia, Cuba, Nicaragua, y Honduras, lo que no es mucho porque ninguno de esos gobiernos cuenta con mayor respaldo popular. Los pesos pesados, --México, Brasil y Colombia-- para preservar su liderazgo personal e influencia en sus países, le dan un mínimo apoyo a cambio de una sola tarea: que muestre las pruebas – en este caso las actas – para respaldar la afirmación que los resultados representan la voluntad mayoritaria de los ciudadanos que respaldan su régimen. Y Maduro, obstinado, se resiste a usar este recurso de salvamento, sin el cual, su régimen está acabado.
Está confirmado que el gobernante venezolano no es un líder democrático; ni siquiera usándose los más bajos estándares de un continente que desde siempre, tiene dificultades para el comportamiento legítimo y democrático. Por más que lo nieguen sus parciales – incluso algunos tímidos y alocados hondureños vinculados con el régimen de Xiomara Castro– Maduro es, un dictador. No acepta que la soberanía popular le determine su legitimidad en el poder; y, menos que, los resultados electorales, puedan ser contrarios a sus deseos. Desde el principio dijo que “ganaría las elecciones por las buenas y las malas”. Y para ello, no disimuló su orgullo que contaba con la adhesión total de los miembros del CNE, donde no hay siquiera funcionarios inferiores que no sean leales con su gobierno; y que, además, como Hugo Chávez Frías, se reserva siempre el derecho de contar los votos, con sus peculiares estilos matemáticos en el que sus deseos, coinciden con los resultados.
Felipe González, ex presidente de España, ha hecho una singular síntesis del problema: los electores venezolanos, fueron a elecciones. En el recuento de los votos, los técnicos del CNE, --dos horas después del cierre--, descubrieron que las cifras no favorecían al régimen de Maduro; que, mas bien, confirmaban las encuestas de boca de urna. Perdían irremediablemente. Detuvieron el recuento y anunciaron, sin pruebas un “hackeo” de sus sistemas; y después, reiniciaron el conteo, con los parámetros establecidos, de forma que aseguraron los resultados en que Maduro era el ganador; y, González, el líder vencido. Pero cómo esto no era creíble, se apresuraron, y dando los resultados – en una rapidez sospechosa— proclamaron como ganador a Maduro y al día siguiente, pasando por encima de los derechos de los participantes a presentar los inevitables reclamos de todos los procesos electorales, para solicitar las enmiendas correspondientes, le dieron el acta de ganador a Maduro, de forma que según ellos, se cerraba el caso; y no había más nada que aceptar la voluntad del dictador de Venezuela. Podría así, gobernar por cinco años más.
El CNE venezolano no tiene mucha credibilidad. Cuenta con el más bajo índice del continente. Ha efectuado 19 procesos electorales en 25 años, y todos los ha “ganado” el gobierno. De modo que no hay quien pueda en el mundo, justificar que la petición de los pocos amigos que le quedan a Maduro, --no tanto por sus méritos, sino para mantener distancia con Washington y su influencia en la zona--, que le piden como salida que, permita la revisión de las actas, para confrontarlas con las de la oposición que reclama un resultado diferente, es irracional y torpe, porque la credibilidad de un proceso electoral, no se dan nunca en los caprichos, sino que en la verificación exacta de las reglas y los números.
Maduro se resiste y rechaza su última posibilidad. Su aislamiento es negativo y creciente. El efecto que para el populismo del continente tiene sus caprichos, es devastador. Bolivia y Honduras, que pronto tendrán elecciones, no contarán con la confianza del electorado opositor. Todo lo contrario. En Bolivia, Evo Morales por el rechazo al gobierno de Arce, puede ganar las elecciones. En Honduras, la desconfianza de la oposición que se ha mantenido quieta para no afectar las elecciones de 2025, puede liberar al CNE, para que, sin influencias del gobierno de Zelaya, refleje en su trabajo, la voluntad popular y el profesionalismo de sus titulares. Con lo que, el PLR, sin duda, perderá las elecciones.
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