Cosas del español (4): EL MITO DEL ESPAÑOL MAS PURO

 

Ramón Oquelí, escritor y educador

Desde que Alfonso VI arrebatara Toledo a los musulmanes en 1085 y, sobre todo, a partir del establecimiento en ella de la corte de Alfonso X el Sabio, ya en el siglo XIII, el castellano toledano se afianzó. Toledo experimentó un gran florecimiento cultural y el castellano que allí se hablaba se convirtió en modelo de lengua durante los siglos posteriores. Toledo era la urbe capital del reino –en el siglo VI lo fue del reino visigodo-, sede eclesiástica y lugar de reunión de eruditos y cortesanos cuya forma de expresión se pretendía imitar. La ciudad fue además punto de encuentro de individuos de comunidades diversas –mudéjares, mozárabes, judíos, castellanos del norte cristiano, pero también franceses- que habían acudido a la llamada de la repoblación. El resultado fue un modo de hablar castellano con innovaciones que fueron bien acogidas y elementos diferenciadores que aseguraban su superioridad. Así lo expresaba en 1534 el escritor renacentista Francisco Delicado: “más presto se debe escuchar el hablar de un rudo toledano (…) que no al gallego letrado ni al polido cordobés”.

El fenómeno anticipó lo que sucedería en tiempos de Felipe II, cuando la villa de Madrid se convirtió en corte (1561) y, en consecuencia, en lugar de reunión de gentes de diversas procedencias –de las dos Castillas y el norte peninsular especialmente- que acudían a la capital en busca de oportunidades y aportaban a los modos expresivos las particularidades de sus hablas. Así, la antigua reputación lingüística de Toledo pasó a Madrid, y el castellano madrileño, asumidos ya determinados rasgos fónicos de los citados grupos de población, fue el nuevo modelo de buen castellano. Todo lo que emanaba de la corte, usos, modas y formas de hablar, tendía a convertirse en canon.     

A estos modelos de castellano se oponía muy particular el habla de Sevilla y, en general, de Andalucía, que incluye entre sus rasgos más destacados el seseo que acabaría exportándose al Nuevo Mundo. Incluso un erudito como Nebrija, autor de la primera gramática del castellano y referencia del humanismo español, habría de sufrir la crítica de sus contemporáneos por su condición de andaluz. Juan de Valdez, en su Diálogo de la lengua, observaba con menosprecio: “aunque Librija era muy docto en la lengua latina, que esto nadie se lo puede quitar, al fin no se puede negar que él era andaluz, y no castellano, y que escribió aquel su Vocabulario con tan poco cuidado que parece haberlo escrito con burla”. Y añadía que o “no entendía la verdadera significación del latín (y esta es la cosa que yo menos creo) o (…) no alcanzaba la (verdadera significación) del castellano, y esta podría ser, porque el era de Andalucía, donde la lengua no está muy pura”.

En la actualidad, todas las variedades geográficas del español se consideran igualmente válidas, pero viejos prejuicios e inercias siguen tentando a algunos a establecer diferencias que carecen de todo sentido. Circula todavía la idea de que el mejor castellano es el que se habla en Valladolid, tradición que podría haberse derivado de cierta alusión de una escritora francesa del siglo XVII, madame D’Aulnoy, cuya presencia en la península ibérica, a pesar de ser autora de la Relation du voyage d’Espagne, escrita en 1679, ni siquiera puede afirmarse con total certeza. En América, sin embargo, se considera que el mejor español es el que se habla en Colombia. (1) 

Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Real Academia Española, Asale, págs. 27, 28 y 29.

(1)El español que se habla en Honduras, tiene buena reputación. En 1975, en una reunión en Madrid, los hispanohablantes allí reunidos, se acercaron y nos preguntaron de donde éramos. Celebraron la manera de pronunciar, la integridad de las palabras; y, el sonido parejo de la dicción. Muchos dicen que hablamos con influencia de los viejos campesinos manchegos, cuyos hijos emigraron de España; y que no provenían del Andaluz, remarcan. Últimamente, por la invasión del inglés, -- que se pronuncia muy bien--, el español de los hondureños, está siendo “debilitado”, sin que el gobierno cumpla con sus responsabilidades constitucionales de acuerdo al artículo 6 de la Constitución de 1982. (JRM)

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