GOTAS DEL SABER (117)
Juan Ramón Martínez
I
“El sábado 26 de agosto (de 1905) tuvo verificativo en el salón de la Universidad de Honduras –todavía no se le decía Paraninfo-, a partir de las ocho de la noche, la primera exhibición verificada en Tegucigalpa de cinematógrafo con “Estereopticón”. Invitó para el acto –haciendo el oportuno recordatorio de que las sillas deberían enviarse temprano- el Licenciado don Fernando P. Cevallos, elemento dinámico y entusiasta que fue propulsor en Honduras de muchas realizaciones de progreso. En esa exhibición se proyectaron los siguientes cortos: “El Desastre de la Martinica”, “Erupción del Mont-Pelé”; “Revista de 15.000 soldados norteamericanos”; “Campo Alger”; “Circo Barnum”; “Gran paseo de caballos y elefantes en New York”; “Andree en globo explorando el Polo Norte”; “Osos Polares”; “Decapitaciones en Turquía”; “Prestidigitación”; “Funerales de McKinley”; “Ferrocarriles de New York a Filadelfia”; “Gran batalla entre ingleses y Boers”. Una orquesta local amenizó los entreactos; se exhibieron vistas fijas panorámicas y la asistencia, bastante numerosa, salió muy complacida de la función. En fechas sucesivas tuvieron desarrollo otras funciones cinematográficas cuyas exhibiciones es interesante enumerar para tener una impresión cabal de lo que llamaba la atención de las gentes de ese tiempo y de lo que estaba ocurriendo o había ocurrido más o menos recientemente en el mundo”. (Víctor Cáceres Lara, Astillas de Historia, pág. 236).
II
“El 30 de agosto (de 1905) se proyectaron, “La muerte del General Maceo y sus ayudantes”; “Consagración del Papa Pío X”; “El Almirante Mackaroff dirigiendo un combate naval”; “Naufragio ruso”; “Bombardeo de Puerto Arturo”; “Defensa de Port Arthur por los acorazados Pallada, Povieda, Teztvizan y varios cruceros”; “Pasión de Cristo”; “El Viacrucis, la Crucifixión y la Ascensión”. Ya en esta función hubo asientos colocados en su sitio por la empresa y se contó con iluminación eléctrica. Amenizó una orquesta dirigida por el Profesor Rafael Coello Ramos, verdadero prócer de nuestra actividad musical. (Víctor Cáceres Lara, Astillas de Historia, pág. 236)
III
El 28 de agosto de 1924, desde Naranjito, Santa Bárbara, a donde había llegado el general Gregorio Ferrera, Ministro de la Guerra y Marina del gobierno provisional de Vicente Tosta Carrasco, le escribió al Encargado de Negocios de la Legación de Estados Unidos en Tegucigalpa, justificando su alzamiento, otra vez, no “dando cifras de personas supuestamente asesinadas” (Jesús Evelio Inestroza, General Gregorio Ferrera, pág. 251) “pero si las condiciones para aceptar la mediación: Ratifico a usted mi exposición del 26 y declaro nuevamente que ninguno de los hombres de la actualidad ha hecho mayores sacrificios que mi persona por la paz de Honduras a pesar del asesinato de mis soldados indefensos en esta capital y los ochocientos políticos militares de diferentes partes del país del 30 de abril al 31 de julio anterior, sin que un tan solo asesinato fuera castigado, no obstante tanto crimen, sólo me creía obligado salir de esta ciudad para defender mi vida y la de mis amigos y de la mayoría de los hondureños. La mediación de la Legación Americana para obtener la paz en este país es laudable y perfectamente aceptable, pues yo soy el primero en reconocer, pues yo soy el primero en reconocer que nuestras luchas fratricidas son vergonzosas y nos desacreditan cada vez más. Los generales Tosta y Carías no han cumplido sus compromisos en la época actual y ellos son los autores de la nueva lucha. No tengo inconveniente aceptar la mediación de esa Legación mediante las bases preliminares siguientes: 1. Cumplimiento leal y honorable del Pacto de Amapala. 2. Desocupación militar y entrega de los departamentos de Santa Bárbara y Cortés por mis fuerzas que se encuentran próximas a esas cabeceras departamentales, y 3. Que la Legación Americana en representación de su gobierno y demás honorables cuerpos diplomáticos allí residentes sean garantías morales de la efectividad de todo lo (que) se convenga” (Inestroza, pág. 251). Cómo se puede entender el gobierno de Tosta no estuvo nunca de acuerdo con la entrega parcial del país, por más que la necesidad de la paz, así lo recomendaran. Por ello la lucha armada continuó, Ferrera siguió moviéndose por aquella zona del país creando alarma entre la población y trasmitiendo al mundo que en Honduras había una sociedad con un régimen político que no podía poner en cintura a uno de los suyos, “empistolado” y ensordecido. A caballo.
IV
El 23 de agosto de 1956, en Washington, “en su calidad de Agregado Militar, el coronel Armando Velásquez Cerrato se entrevistaba con el subsecretario de Estado Henry Holland, externándole sus criterios personales relativos a la situación política del país. En su opinión Lozano no tenía ningún respaldo ya que todos los partidos políticos organizados están en contra suya; nadie apoyaba su gobierno, excepto los empleados gubernamentales y un pequeño grupo de íntimos que lo rodeaban y que ejercían gran influencia sobre sus decisiones. En su opinión, no existía esperanza en lograr un cambio por medio de elecciones legales, ya que Lozano había emitido una ley electoral que los autoriza a nombrar a las personas que representarán a los partidos políticos pero que son de su propio grupo. El Jefe de Estado, en su criterio, estaba empeñado en sucederse a sí mismo. Concluía diciendo que no veía otra alternativa excepto que las Fuerzas Armadas tomaran el poder como gobierno de transición que aseguraría la celebración de elecciones. Pero tal movimiento no tendría éxito sino contaba, al menos, con el apoyo moral de Estados Unidos. En el resumen de la conversación sostenida, Holland ironizaba: Obviamente cree que él es la única persona para encabezar tal gobierno provisional”. El funcionario de la Cancillería respondía a Velásquez Cerrato que estaba determinado a no intervenir en la actual situación hondureña, y se habían impartido al Embajador Willauer las instrucciones más precisas en el sentido de abstenerse de cualquier actividad que pudiere siquiera dar la apariencia de intervención. Le dije que habíamos sido acusados de apoyar el actual gabinete y de mantenerlo en el poder; le pregunté qué evidencia existía de tal política de parte nuestra; el contestó que los préstamos otorgados por el BID eran considerados como evidencia de tal política de parte nuestra. Dijo que no dudaba que en elecciones libres el Partido Liberal ganaría por abrumadora mayoría. No sugirió que las Fuerzas Armadas podrían intervenir para asegurar elecciones libres, por lo que asumí que una victoria liberal no sería satisfactoria para él, tal vez porque aspiraba a encabezar el Gobierno (Memorándum de la conversación Holland—Velásquez Cerrato 715.0078-2356, 23 de agosto de 1956, citado en Mario Argueta, “Julio Lozano Díaz, el poder y la reacción”, Editorial Universitaria, Tegucigalpa 2008, págs. 68, 69,70)
V
“El 1 de agosto de 1986, por decreto ejecutivo No. 16—86, se encargó de la Presidencia de la República al ciudadano José Pineda Gómez, Designado de la Presidencia; mientras dure la ausencia temporal del Presidente de la República, durante los días seis, siete y ocho de agosto de mil novecientos ochenta y seis” (Alexis de Oliva, pág. 319). Por aquellos entonces, el ejecutivo cumplía con la ley y la persona no estaba por encima de la función que era derivada de la voluntad popular, cómo ocurre ahora. Incluso, las relaciones políticas entre las personas y los partidos políticos eran más ordenadas. “El 19 de agosto de 1986, por decreto No. 110-86 se acordó deducir a todos los funcionarios y empleados de los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, así como de las instituciones autónomas y semi-autónomas y demás órganos descentralizados que devenguen (L 500) quinientos lempiras en adelante, en concepto de sueldo mensual, un día de salario correspondiente al mes de agosto de 1986. Se incluyen además las empresas mercantiles cuyo capital social sea un 60% del estado de Honduras”. Este decreto se dictó para proteger a los habitantes de la zona de El Paraíso, Choluteca, Francisco Morazán, Valle y La Paz, debido a la sequía prolongada y tales hechos por su magnitud constituyen una calamidad pública que exige por parte del gobierno y pueblo hondureño, medidas de solidaridad para aliviar la aflictiva situación de nuestros compatriotas. (Alexis de Oliva, págs. 319,320)
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