“LA MADRE DE LAS BATALLAS”

 Juan Ramón Martínez


No tiene sentido la expresión. Las elecciones, son todo lo contrario de las guerras. En el sistema democrático que es donde se dan los procesos electorales, el instrumento es la palabra, el acuerdo, la propuesta y la reflexión, los que, usados por los partidos y los candidatos, buscan convencer al electorado que tiene en la mano, mediante el ejercicio del voto, la decisión final. Todo lo contrario de la guerra, donde el fin es destruir al enemigo, cortándole las vías de abastecimiento, inmovilizando al mayor número de soldados y equipo; reduciendo su capacidad de fuego, hasta que huya; o se rinda. Y no hay otra, más que ganar; y, ganar. 

En las elecciones, no hay enemigos, sino que adversarios circunstanciales; y el fin no es destruirlos, sino vencerlos, para que, después del resultado, trabajar juntos, ganadores y perdedores, teniendo los primeros, el derecho de conducir, pero contando con la vigilancia y oposición que tiene el papel de relevo o sustituto cuando el electorado lo quiera. Dentro de periodos establecidos por la ley. En las democracias parlamentarias, vía la censura del ejecutivo, este disuelve las cámaras y convoca a elecciones, en plazo determinado, para establecer un gobierno de mayor respaldo de los nuevos diputados. En el régimen presidencialista, como el hondureño, la oposición tiene que esperar que termine el periodo presidencial para después, de ganar las elecciones, el perdedor ceda su lugar al ganador.

Nada que ver con una guerra. La expresión “madre de todas las batallas”, es de Saddam Hussein, dictador de Irak, expresadas frente al movimiento de la coalición militar que, dirigida por Estados Unidos, buscaba expulsarlo e interrumpir la ocupación que había hecho de Kuwait. Es decir que, indica que, en la lucha, no habrá piedad para nada y que la batalla, la lucha, la mortal pelea, es hasta el final. Cosa que cómo sabemos ocurrió. Estados Unidos y la coalición ganaron. Saddam Hussein perdió la batalla, se escondió, mientras caían sus estatuas, hasta que fue capturado. Al final ejecutado en una acción pública, que escandalizó a todo el mundo. Después de aquella lucha mortal, nada fue igual. El mundo se tornó más inestable y la región oriental, se convirtió en una de las zonas más inestables del planeta.

No estamos en guerra, vamos a a un proceso electoral. Decidiremos que partido tendrá la responsabilidad de dirigir el Ejecutivo, en los próximos cuatro años. Ninguno de los otros, partidos o candidatos, tiene legitimidad para levantar la mano en contra del otro; cerrarle los espacios para que exprese sus opiniones; o, busque en forma directa, el favor de los electores. De forma que, no vemos el sentido de hablar que un grupo político; o, la candidata del PLR, diga que librarán “la madre de las batallas” en contra de los demás compatriotas que, tienen derecho a decir cómo debemos gobernarnos en los próximos cuatro años del subsiguiente periodo electoral. Como todos en democracia.

A Saddam, le lucía la expresión. Trasmitía un estado de ánimo, daba fuerza a sus tropas, para que resistieran los ataques de los enemigos, deteniéndolos en su invasión en contra de su país. Y derrotarlos. A Rixi Moncada, no. Ella es una abogada distinguida, ex ministro de varias carteras e importante líder del PLR. Es candidata a unas elecciones, en donde debe convencernos que, además, tiene los conocimientos y la disposición para dirigir equipos de trabajar, concertar acuerdos; y, con el respaldo de los derrotados en noviembre de 2025, ejecutar acciones destinadas a resolver los graves problemas del país. Elegiremos un presidente. No, una coronela.

Gobernar a Honduras, es una disposición para convencer y pactar. Convencer a los electores que dan una tarea singular, para acelerar las cosas o hacer las rectificaciones correspondientes. Y como el gobierno nuevo no podrá hacer solo todo, el nuevo gobernante tiene que tener capacidad de concertar. Dejará de ser líder de un partido que ha ganado las elecciones, para transformarse en una líder de todos, que animará, para que trabajemos en la misma dirección.

Rixi Moncada está en un error. Sus declaraciones son inoportunas. Su lenguaje es autoritario. No convoca al futuro. Recuerda el pasado de montoneras, sangre, y dolor. El futuro, requiere líderes que hablen de paz, que convoquen la unidad; y, trabajen por el desarrollo. Mas que a Carías, necesitamos otro Villeda Morales. Con ideas modernas y esperanzas que, saldremos de la pobreza; y, la inseguridad.

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