POLÍTICA, VERDAD Y MENTIRA

 Juan Ramón Martínez


En algún momento de la vida de las sociedades humanas, tuvieron que consultar y ponerse de acuerdo para emprender tareas colectivas complejas, como la cacería. Era necesario ponerse de acuerdo sobre el momento de emprender las tareas, quien dirigiría la partida de cazadores; y quien sería el jefe para tomar las decisiones. Al final, la distribución de lo logrado entre los participantes; y, las cuotas para enfermos, mujeres solteras y viudas. No imaginamos en una cacería el momento en que, el jefe empieza a mentir. Debió ser, al final, alrededor de la fogata que, desbordada la imaginación, debió atribuirse virtudes y valentías singulares. Por supuesto, cómo la verdad siempre ha tenido una autonomía muy particular y todos estaban en capacidad de identificar que el líder de la cacería mentía, surgió el crédulo que, no siempre es inocente. Acepta la mentira y la propala, porque el mentiroso le da más agua, lo hace dormir en los días de fríos cerca de la fogata; y porque no imaginarlo, un poco más de carne a su seguidor fiel, que anda detrás suyo; y que le aplaude todo lo que dice. De repente, aquí en este momento surgió la política, como instrumento para conseguir poder e imponer su voluntad a los demás. El favorecido con la credibilidad de los más inocentes, necesitó, además inteligentes “narradores”. Estos fueron los que empezaron a pensar en el tema de la legitimación, porque el poder para que sea aceptable por la tribu, tiene que ser “legítimo”. O parecerlo.

No quiero anticiparme. Estas narraciones –que después fueron historias– debieron haber sido del orden de la resistencia del líder para correr, la capacidad para mantener el silencio mientras está cerca de la presa, la valentía para enfrentar los peligros; y la generosidad para darle a cada uno lo que le corresponde. Siempre vimos que, con todo, las narraciones: las verdades, las seudo-verdades y las mentiras, siempre se atribuyeron al más fuerte, al más valiente, más trabajador y más atento a las necesidades de los miembros de la tribu. Pero empezó a cambiar, cuando el líder envejeció: se le enturbió la vista, la voz le falló y los pies no le querían responder ante los retos de las escarpadas colinas o de las encrespadas laderas. Surgió la mentira en auxilio para legitimar el poder, para consolidarlo; y para quitarle justificaciones a los que creían entonces que había llegado el momento del relevo. Como también las justificaciones del que retaba al viejo poder; y, se enfrentaba en una fiera lucha para mostrar sus debilidades y su incompetencia para seguir digiriendo la tribu. 

Vamos al presente. Cada “partido” contiene varias tribus; y éstas, líderes compartimentados, con tareas específicas. Confiando que esta distribución de funciones y tareas poco han cambiado, podemos consagrarnos al tema de la verdad en el discurso político, teniendo en cuenta que, en el fondo, siempre se trata de la legitimidad del poder. En la edad media, la legitimidad del poder estaba en Dios, que elegía a uno para que ejerciera el poder sobre todos. En otro momento, el rey elige al sucesor; y, este es reconocido por los “señores” primero, después por los “diputados” elegidos por el pueblo en democracias parlamentarias. Los fascistas, se atribuyen virtudes y misiones dadas por Dios, que nadie puede “dudar” en elecciones lo que el creador ha ordenado. Hitler es el mejor ejemplo de esta desviación. Donald Trump en Estados Unidos, es un gran mentiroso. Y con mucho orgullo, otro igual es Mel Zelaya. Hitler, Trump y Zelaya, han usado el “cinismo y las mentiras validadas como herramientas políticas” (Sandra Santana, Universidad “La Laguna”, Tenerife, España). 

Trump vertió según el Washington Post 30,000 mentiras en su primer mandato. “La habilidad de Trump para definir la verdad para sus seguidores es un ejemplo de Führerprinzip, la idea que el líder define la verdad. Vance, dijo el 2026 que Trump era el “Hitler de los Estados Unidos”. “Hoy le parece un elogio sin caer en incoherencia, porque frente al trumpismo denunciar la contradicción no tiene sentido, la contradicción es su método”.

En Estados Unidos, los electores han descubierto la diferencia de las mentiras con la verdad. Aquí, todavía no. Oímos ayer a Xiomara Castro decir que ha hecho en dos años, más que los otros gobernantes en 130 años. La pobreza es también, espacio de impunidad para los mentirosos. ¿No hay quien los corrija?

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