GOTAS DEL SABER (118)

 Juan Ramón Martínez

Palacio de los Capitanes Generales, Antigua Guatemala

I

En 1821, los acontecimientos que ocurrieron durante ese año, en México, tuvieron muy nerviosas a las élites guatemaltecas. Cuando se conoció el pronunciamiento de Tehuantepec y Oaxaca en favor del Plan de Iguala, se percataron que los acontecimientos los podían dejar atrás. El 13 de septiembre Gaínza, capitán General “había exigido que los jefes militares bajo su mando, renovasen su juramento de fidelidad al rey” y de “conformidad con la excitación que hizo a la Diputación Provincial, convocó a todas las autoridades y funcionarios públicos de la capital para que, reunidos en junta, dictasen una medida definitiva sobre el grande asunto que tanto agitaba a los espíritus”. La noche que precedió (14 de septiembre de 1821) al memorable 15 de septiembre, don Mariano Aycinena, el doctor (Pedro) Molina y otros corifeos del partido “caco”,--apodo creado por sus adversarios los conservadores o gases, por bolos-- derramaron a sus agentes por los barrios y lo pusieron todo en movimiento para dar una actitud imponente a la población e intimar a los españolistas. En efecto, a las ocho de la mañana de aquel día (15 de septiembre) ya estaban ocupados el portal, patio, corredores y antesalas de palacio por una inmensa muchedumbre acaudillada por don José Francisco Barrundia, el doctor Molina y otros guatemaltecos, entre los cuales figuraba don Basilio Porras. Sucesivamente fueron llegando los diputados por cada corporación, el arzobispo, los prelados de las órdenes religiosas, los jefes militares y de rentas, que reunidos con individuos que componían la Diputación provincial y presididos por Gaínza, comenzaron la sesión por la lectura de las Actas de Chiapas. Valle tomó enseguida la palabra, y en elocuente discurso, después de evidenciar la necesidad y la justicia de la independencia, concluyó manifestando que no convenía hacer una proclamación hasta no oír el voto de las provincias. Algunos se adhirieron a este dictamen, opinando que no debía tomarse ninguna resolución hasta no saber el resultado final de México; y estos fueron el arzobispo don Fray Ramón Casaús, los oidores don Miguel Moreno y don José Valdéz, el comandante del fijo don Félix Lagrava, fray Luis Escoto, prelado de Santo Domingo, don Juan Bautista Jauregui, capitán de ingenieros, capitán de ingenieros, don José Villafañe y otros menos notables, todos del partido anti—independiente. Si este dictamen hubiera prevalecido, los patriotas habrían sido victimas de los españoles y cuyo influjo quedaba la fuerza. Sostuvieron (los patriotas) con energía la necesidad de proclamar aquel mismo día la independencia y votar en este concepto; el canónigo doctor José María Castilla, el deán doctor don Antonio García Redondo, el regente don Francisco Vilches, los oidores don Miguel Larranayga y don Tomás O’Horán, los doctores Mariano Gálvez y don Serapio Santos, diputados por el claustro, don José Francisco Córdova y don Santiago Milla por el Colegio de Abogados; don Antonio Rivera Cabezas, don Mariano Beltranena, don José María Calderón, el presbítero doctor don Matías Delgado, don M. A. Molina, individuos de la diputación provincial, don Mariano Larrave, don Isidro Castricciones, don Pedro Arroyave y don Mariano Aycinena, individuos del ayuntamiento; don Lorenzo Romaña, secretario del gobierno y don Domingo Diéguez, secretario de la junta; fray Mariano Pérez, prelado de los recoletos, fray José Antonio Toboada, prelado de los franciscanos y otros entre los cuales se hicieron notar algunos españoles europeos. Cada voto que se emitía por la afirmativa era celebrado con aclamaciones y vivas, lo contrario sucedía con los opuestos; un sordo rumor manifestaba el descontento de la multitud. Estas señales de desaprobación y el entusiasmo popular, que se aumentaba por momentos, atemorizaban a los anti independientes que tuvieron a bien retirarse de un sitio que creían peligroso. Como la mayoría de la junta general había estado porque se declarase la independencia y los concurrentes lo pedían con intancia, la Diputación Provincial, el ayuntamiento que permanecieron reunidos y se consideraron, en este caso, como órganos legítimos de la voluntad pública, acordaron los puntos que contienen la famosa acta de aquel día. En este precioso documento, después de consignarse el pronunciamiento del pueblo guatemalteco por su absoluta independencia, se convocó a las provincias, para que, sin demora alguna, procedieran a la elección de los representantes que debían componer el Congreso de la nación; al cual correspondía acordar la forma de gobierno y al ley que le rigiera” (Alejandro Marure, Bosquejo Histórico de las Revoluciones de Centroamérica, Tomo I, págs. 101, 102, 103).

II


El conocimiento de lo ocurrido en Guatemala, llegó a Honduras por medio de correos a caballo que trajeron actas dirigidas a las autoridades respectivas.  A Comayagua llegaron el 28 de septiembre en las horas de la mañana, los pliegos de la independencia dirigidos a Tinoco, Gobernador de la provincia, que convocó a los principales, los cuales se adhirieron a los términos del acta del 15 de septiembre, con la condición que “debería quedar sujeta al Gobierno Supremo que se estableciera en la América septentrional (México), en todos sus ramos, político, militar, de hacienda y eclesiástico; que se conservaría la religión católica y la Constitución Española, y que continuarían en sus cargos las autoridades existentes” (Mayes Huete, 49). Por la tarde, ese mismo día 28 de septiembre llegaron las actas a Tegucigalpa. Aquí se juró el acta de independencia en los términos originales, sin modificaciones o condiciones alternas “ (Mayes Huete, pág. 50). A los Llanos de Santa Rosa, los pliegos de la independencia llegaron el 3 de octubre. Aquí se determinó que “desde luego se jure solemnemente el próximo domingo la independencia tan repetidamente , proclamada en los mismos términos que lo ha hecho la ciudad de Guatemala y  a reserva de lo que se determine el Congreso que se anuncia juntar en aquella capital, poniéndose esta determinación en noticia  del Señor jefe Político Superior de esta Provincia, por medio del Sr. Alcalde Constitucional y circulándose las órdenes correspondientes y bando para la iluminación y festejos públicos, según se pueda” (Mayes Huete, pág. 53). A Omoa, los pliegos habían llegado el día anterior, es decir el 2 de octubre. “Unánimemente convinieron que el día 3 por la mañana, se publicasen solemnemente por un bando, que por la tarde se reuniesen los mismos señores para prestar juramento de fidelidad al nuevo Gobierno de la Independencia, cómo lo verificaron, que hubiese iluminación por tres noches consecutivas y que al día de la fecha se cantase una Misa con Tedeum en acción de gracias, y que concluida aquella se tomase juramento al pueblo, que hubiese salva triple de artillería del castillo y que las tropas francas de servicio formasen delante de la Iglesia e hiciesen tres descargas de fusilería, todo lo cual se ejecutó, cómo lo dice el acta” (Mayes Huete, pág. 53). Trujillo, el 4 de octubre se adhirió a los términos del acta de independencia cuyas copias le había llegado ese mismo día a la autoridades del puerto caribeño. Gracias, que fue la ciudad que recibió el 22 de septiembre los primeros impresos de la independencia, es hasta el 5 de octubre que le comunica a Guatemala, haber jurado la independencia ( Mayes Huete, pág. 54), lo que no deja de llamar mucho la atención tal tardanza. Juticalpa recibió los pliegos el 4 de octubre” pero la publicación se verificó el dia 14. La Corporación, en presencia de numeroso concurso, acordó que Juran la independencia del Gobierno español en los mismos términos prevenidos en esta acta, tomándose la palabra a nombre del pueblo, la cual es derramar la última gota de sangre, sacrificando sus mismas vidas y miserables capitales en obsequio y defensa de todo lo referido y lo firmó” (Mayes Huete, pag.54). En el ayuntamiento de Danlí se recibieron los impresos de la Independencia, a principios de octubre y en sesión del 15 se acordó proclamar la Independencia y se hará el juramento cuando se tenga noticia oficial de la reunión de sentimientos sobre este punto. Es decir que Danlí, no jura el acta de independencia. (Mayes Huete, pág. 54) Finalmente, Santa Bárbara, el 16 de octubre, el Ayuntamiento de la ciudad, juró el acta de independencia del gobierno español, notificándoselo por escrito al ayuntamiento de Guatemala (Mayes Huete, 54)

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