EL DESAPARECIDO CEMENTERIO DE EL PROGRESO QUE LA TELA PROTEGIÓ

 Guillermo Mahchi Carrasco


Las mejores amigas de una época en 1948 posando en el verdor del Campo de Golf de La Zona Americana Progreseña, viendo hacia el hato de bambúes que rodeaba al primer cementerio local, al fondo la Avenida Principal del camino de la Compañía paisajes da por Palmeras reales en fila. En la foto: Las hermanas Paca y Virginia Canales Tinoco, Nora Nini, Diana Hawit, Marta Chavarría, Marina Polio.

Pocos de mi generación supieron de la existencia del antiquísimo cementerio progreseño por lo complejo de su seguridad y las prohibiciones para cruzar el Campo de Golf de la Zona de La Compañía Americana donde se encontraba. 

A simple vista daba la impresión que era un jardín japonés dentro del inmenso verde de otro jardín donde gringos y gringas jugaban golf por las tardes vestidos con ropa colorida y shorts al ritmo de los caddies negros que recogían las pelotas y cargaban las bolsas de golf caminando de “green en green”. 

El sitio limpio de maleza con graba y arena de mar en sus contornos era como una especie de pequeña isla rodeada de inmensos bambúes que al encontrarse con el viento soplaban lamentos y aullidos con tragedia, acompañados de fuertes “cracks“ pertinentes a las varas del hato del árbol que lo rodeaba que cuando las varas chocaban entre sí, movidas por el viento se escabullían por entre sus ranuras como para tocar alguna lenta y fúnebre melodía polinesia para enterrar seres queridos y dejar que las angustias circularan en su entorno blindado de ramas sin poder escaparse por lo tupido del follaje de la gran Phyllostachys Aurea más conocido como Bambú Amarillo.

Descubrimos el cementerio una tarde a mis ocho años mientras jugábamos en los columpios de la Escuela Americana donde asistían los primos junto a los hijos de los mandos superiores de la empresa bananera , mis primos eran diestros aventureros que eran temidos aún por el mismo diablo al que retaban con frecuencia subiéndose a los techos de sus garajes o balanceándose en improvisados lazos que como Tarzán pretendían usar como lianas conectadas de árbol en árbol hasta caer a los perímetros del sitio.


El Diablo en ese entonces rodeaba a los niños que jugaban solos en la confianza de su propia curiosidad sin ser vigilados por un adulto, subiéndose a donde se le ocurriese , hasta que con risas y silencios pretendiendo esconderse atrás de particulares estructuras de cemento ornado por cruces y angelitos , cuando después de un ratito y escondidos tras los montículos nos dimos cuenta que nos habíamos desperdigado de tal manera que algunos habíamos entrado en el sacrosanto vestíbulo de un aparentemente olvidado pero macabro lugar en donde al descubrirlo corrimos fuera aterrorizados al grito de nuestro primo mayor Dennis Britt que era el encargado de buscarnos con los ojos tapados por un pañuelo:

Cuidado y les sale un muerto!

Qué qué?

Y salimos de huida enloquecidos, pero con risas incrédulas del lugar que habíamos descubierto.

Si dijo alarmado, pero también riéndose, allí está enterrada la familia de abuelita dice mamá.

A esa edad un cementerio y sus muertos no son temas de conversación para niños sobreprotegidos de dilemas mundanos que jamás habían sido expuestos a la cruda realidad donde todos terminaremos un día con la cara al sol naciente.

El susto fue mayúsculo, pero se convirtió en reto para la próxima vez un sábado después. Esta vez con refuerzos locales de otros miembros de la familia de la misma edad que desconocían la existencia del lugar y a quienes como valientes expertos íbamos a hacerles pasar el mismo susto de la semana anterior e igual presentarnos todos en conjunto a la familia de abuelita que residían allí desde los primeros días del siglo y más que alguno recientemente por ser muy viejo.

El primer cementerio de los progreseños era un sitio de respeto ancestral, con tumbas de los autóctonos fundadores nacidos un siglo ya pasado y de otros que con nombres extranjeros cuyas tumbas se rosaban fantasmalmente entre las de los locales últimos que habían sido enterrados allí hacia unos 30 años atrás.

Entramos en fila de indios guiados por mi hermano Miguel Ángel que a esa temprana edad ya era experto en zombies, vampiros, apariciones y muertos como presagiando ser el primero de todos que abría de irse de este mundo muchos años después. 

Allí habían monumentos funerarios sencillos al estilo inglés con tan solo una lápida parada con el nombre del difunto y un par de cruces grandes ya tiradas en el suelo por los años descubriendo el nombre de nuestro bisabuelo Marcos López y una corte de otros del mismo nombre junto a tumbas de lápidas elaboradas hechas de plomo ornado que decían de sus procedencias europea y sus nombres extraños al castellano que habían fallecido en los albores del siglo XX con poemas y dedicatorias fúnebres en idiomas para nosotros entonces incomprensibles.

Por años y cuidados por los jardineros de la United todos los primeros habitantes de El Progreso descansaron en paz.

Cuando en 1970 nos mandaron a la escuela en Massachusetts y regresamos un año después a registrar como adolescentes interesados en historia y antropología el viejo cementerio ya el campo de Golf había sido vendido, sus avenidas de palmeras reales fueron taladas y el santo lugar había sido aplanado sin dejar vestigios por una municipalidad irresponsable que había donado el terreno para hacer una clínica y una casa de habitación donde según cuentan todavía aparecen los fantasmas olvidados de aquellos ancestros y aventureros que fundaron un pueblo con sus hechos pero aterraplanados por la inconsciencia que han hecho de El Progreso un pueblo sin pasado.


El Cementerio y su localización en el tapiz verde que era el
Campo de Golf de la Compañía Americana.

El salvajismo y el irrespeto a un cementerio hace que la historia local sea inconclusa, ignorada y brutalmente desaparecida por el hondureño empoderado con las armas de la ignorancia, el poder y el no respetar a nada ni a nadie en sus más íntimos sentimientos.

Que descansen en Paz nuestros desaparecidos y aterraplanados ancestros y que El Progreso y Honduras también sepan a quienes colocan en puestos claves para desarrollar una nación que día a día va camino a un juicio final de madrugadores expertos en mandarnos a todos a un cementerio que espero sean ellos los primeros ocupantes.

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