Entrevista a Maya Jasanoff: “Conrad es el crítico literario más poderoso de la idea de la misión civilizadora”

 Daniel Gascón

En "La guardia del alba. Joseph Conrad en el nacimiento de un mundo global",
Maya Jasanoff aborda la vida y la obra del autor fallecido hace cien años,
presentándolo como un novelista de la globalización.


Nacido en lo que hoy es Ucrania en una familia polaca (nacionalista y represaliada políticamente), Joseph Conrad fue huérfano en la infancia y marinero en la juventud, un maestro de la prosa en una lengua que aprendió en su tercera década de vida, un escritor vinculado al mar que contaba el fin de una forma de navegación, un narrador que asociamos al momento álgido del Imperio británico y que sin embargo no situó sus ficciones en ninguna de sus colonias. Inolvidable e irónico retratista de Londres, fue un novelista que se mantuvo lejos de la política, pero supo plantear como pocas cuestiones como el anarquismo, las conspiraciones, el terrorismo, la migración, las contradicciones de la idea de progreso y la hipocresía de las ideologías. En La guardia del alba. Joseph Conrad en el nacimiento de un mundo global (Debate, 2024), Maya Jasanoff (Boston, 1974), profesora de historia en la Universidad de Harvard, aborda la vida y la obra del autor fallecido hace cien años, presentándolo como un novelista de la globalización: un escritor que hablaba de un mundo interconectado y de la transformación tecnológica, del imperialismo y el nacionalismo, de la migración y el viaje.

Su libro se publicó originalmente en 2017. ¿Qué ha cambiado?

Las dos cosas principales que han ocurrido han sido la pandemia y que el populismo ha crecido en Estados Unidos y todo el mundo. También han aumentado la sensibilidad sobre Black Lives Matter y los legados del colonialismo. Pero creo que el libro se mantiene bastante bien. Me interesaba pensar sobre las tensiones entre lo global y lo nacional o lo local, sobre las fuerzas de la interconexión frente a las fuerzas de la fracturación. Eso sigue siendo muy evidente en el mundo. Y de alguna manera, la pandemia también lo ilustró: por definición, es una cuestión global. La respuesta inicial a la covid era que todo el mundo debía encerrarse, que había que cerrar las fronteras.

Otro acontecimiento de estos años es la guerra de Ucrania.

Y la idea de Conrad, según la cual Rusia siempre sería imperialista, resulta más evidente ahora. No era el único en tener ese punto de vista, pero lo tenía. Me interesa la prominencia de algunos fenómenos. Por ejemplo, el terrorismo estaba mucho más en el radar a comienzos de los 2000 y por razones obvias ahora se ha vuelto un poco menos prominente. El transporte global por mar ha estado más en las noticias estos años que entonces.

¿Por qué decidió escribir un libro sobre Conrad?

En primer lugar, mi entrada en la escritura de la historia siempre fue a través de la literatura. Leí muchas novelas de joven y en la universidad estudié literatura además de historia. Leí mucha literatura del siglo XIX y de comienzos del XX. Me parecía que a través de la ficción podía entrar en el pasado de una manera que no estaba a mi alcance en un libro de historia.

Estudio la historia del Imperio británico y caí en que hay retratos del Imperio británico muy vívidos que parecen llegar del imaginario y frases que lanzó Rudyard Kipling: expresiones como “la carga del hombre blanco” son todavía muy comunes. Sin embargo, Kipling escribía a la vez que Joseph Conrad, que también produjo un sintagma importante que no deja de regresar: “el corazón de las tinieblas”. Me interesaba entender la coexistencia de las ideas de la carga del hombre blanco y el corazón de las tinieblas.

Dice que se pueden ver como figuras opuestas.

Si miras la vida y la obra de Kipling, ves un Imperio británico que, entre otras cosas, tiene una geografía donde aparecen la India, Sudáfrica, Canadá y otras colonias de habla inglesa. El punto de vista es conservador con ce minúscula y bastante pro imperial. Si ves la obra y la vida de Conrad, encuentras una geografía muy diferente: lugares importantes como la India apenas aparecen, y el tipo de personas y lo que hacen son figuras mucho más ambiguas. Quería entender el Imperio británico en su momento culminante, a través de alguien que tuvo una experiencia personal muy inusual y que nos dio una de las representaciones más duraderas del imperialismo europeo.

También se le podría encuadrar en la categoría de escritor extraterritorial.

Aprendió inglés después de los veinte y se convirtió en un maestro de la prosa inglesa. La mayoría de la gente que lee a Conrad en inglés no tiene idea de que no creció hablando esa lengua. No era ni siquiera su segunda lengua, era la tercera, tras el polaco y el francés.

Y luego, como alguien que viene de antepasados de distinto origen, porque mi padre es judío estadounidense y mi madre es india, he pensado a menudo que quedas atrapado entre ser las dos cosas y no ser ninguna de las dos. Viendo a Conrad, me siento tentada a decir que era todo y nada. Se movió mucho y eso le dio una amplitud que muy pocos escritores tenían. Pero al mismo tiempo, como se ve al leer sus cartas, también le daba una sensación de inseguridad con respecto a dónde pertenecía de verdad, si es que ese lugar existía. Cuando estaba en Inglaterra, se esforzó para presentarse como un verdadero inglés, un auténtico caballero inglés, pero hablaba inglés con un acento muy fuerte, y era muy consciente de eso. Me parece una tensión que probablemente muchos inmigrantes pueden reconocer, y es también un tema recurrente en su obra: no hay un lugar que sirva como hogar o patria.

El imperialismo y el nacionalismo están en su obra y en su vida.


Su primera experiencia con el imperialismo fue como súbdito polaco del Imperio ruso. No quiero subestimar las maneras en que ese tipo de experiencia es muy distinta de la experiencia de un súbdito no blanco de un imperio europeo en África, Asia o el Pacífico, pero su relación con el poder y el poder estatal que se presentaba como imperial era de oposición.

Al mismo tiempo, su visión del nacionalismo, del nacionalismo anticolonial, que fue muy importante para sus padres, era muy escéptica. Había visto cómo un nacionalismo consumía a su familia. Inspiraba a sus padres y a la gente a su alrededor, y esto había llevado al exilio y a la temprana muerte de sus padres. Es difícil caracterizar una idea consistente de la política en la obra de Conrad, pero quizá sería una sensación de profundo escepticismo. Me parece un producto de su infancia: su experiencia alimenta el escepticismo que vemos en muchas de sus novelas.

Perdió a sus padres muy joven. Luego un tío le ayudó y lo financió. Había leído otras biografías de Conrad, pero la orfandad me ha parecido más determinante en su libro.

Lo fue. Pero eso no era tan raro en su época. Era más raro ser hijo único.

Algo central en el libro es la idea del cambio tecnológico: de la navegación de vela al vapor.

Conrad vivió una transformación y tenía una mirada nostálgica. Su manera de escribir sobre el tema es similar a la manera de otras personas que tienen la sensación de que se pierde una forma de vida. Encuentro muchas analogías con las preocupaciones que tiene la gente hoy sobre la digitalización. Hablamos de la pérdida de comunidad que ha llegado por vivir más en el ciberespacio. Por supuesto, el ciberespacio ha creado otras formas de comunidad, pero perdemos la interacción cara a cara, por no hablar de los cambios en el espacio de trabajo con la pandemia… Cuando Conrad hablaba de los barcos de vapor que sustituían a los barcos veleros, le preocupaba la sensación de pérdida de comunidad entre los marinos. Si trabajabas en un barco de vapor y cumplías ese papel particular, echando carbón en el motor o llenando la caldera, no formabas parte del mismo equipo que se necesitaba en un barco de vela.

De nuevo, no es algo exclusivo de Conrad. En otras obras que hablan del trabajo de fábrica frente a la artesanía encuentras tensiones similares, pero es un tema en la obra de Conrad que resuena con fuerza hoy. Es un buen consejo que quienes están preocupados por estos problemas lean a Conrad. La transición al trabajo de fábrica y la producción en línea en el xix es un buen precedente para lo que vivimos hoy.

Ahora somos más conscientes de la importancia del transporte marítimo de mercancías, por la pandemia y episodios como el del barco atascado en el canal de Suez, o el barco que chocó contra un puente en Baltimore. Pero el asunto es especialmente relevante en relación al cambio climático: los barcos son emisores, es interesante también ver hasta qué punto la economía digital está unida a la economía de la navegación. Conseguir que algo de Amazon te llegue mañana tiene que ver con lo baratos que son los contenedores y su centralidad en la economía global.

Otro tema conradiano y de nuestro tiempo es la migración.

Lo hemos visto en las elecciones europeas, en los debates sobre el control de la migración. En la derecha se ve la preocupación porque las culturas nacionales se disuelvan a causa de la inmigración. Me asombra que la retórica contra los chinos en Estados Unidos a finales del siglo XIX es muy similar a la retórica antiinmigrante que vemos hoy. Algo muy parecido ocurre en Europa occidental.

Analiza cuatro libros: El agente secreto, Lord Jim, El corazón de las tinieblas y Nostromo. ¿Por qué los eligió?

Están entre los más leídos. Eran las elecciones obvias.

También está Bajo la mirada de Occidente.

Sí, es el que falta. Me parecía que tenía muchas similitudes con El agente secreto. Pero podría haberlo incluido. Debes tener en cuenta la estructura del libro. Los temas que me interesaban daban forma a la estructura y al revés. Quería ver cómo Conrad retrataba diferentes partes del mundo, observar su retrato de temas particulares, y estudiar cómo esos libros se relacionaban con distintas partes de su experiencia. Al centrarme en esas cuatro novelas, pude alinear temas, lugares y partes de su vida. Había un reto estructural, sobre cómo organizaría el libro. No los analizo en el orden de publicación. Normalmente, en una biografía literaria, siempre vas cronológicamente, pero cuando escribía me parecía que no funcionaba así, que me convenía otro orden. Me llevó mucho ver por qué, y luego me di cuenta de que lo que intentaba hacer era seguir la luz de Conrad más que la fecha de publicación de sus libros. Y cuando me di cuenta de eso –salgo de Polonia y luego voy al Reino Unido, hablo de navegación y luego hablo de África y después sobre la escritura, que es Nostromo–, me pareció que el orden se justificaba.

Escribe también sobre el cuento “Una avanzada del progreso”, que me hace pensar en El corazón de las tinieblas. Una de las ideas de la época es el progreso, y Conrad señaló sus contradicciones en los dos textos.

Uno de los temas centrales de la historia europea de ese momento es la importancia de la idea del progreso. Está en los siglos XVIII y XIX y en particular en Gran Bretaña se asocia con la ideología del liberalismo. Los historiadores interpretan que va de la mano de las ambiciones imperiales británicas, porque si ves que tu sociedad se mueve en una trayectoria hacia cosas cada vez mejores, eso puede reforzar tu idea de que eres mejor que los demás, de que debes dar a otras sociedades la capacidad para desarrollarse de maneras que progresen. La fe en el progreso es algo muy evidente en la vida intelectual y política de Gran Bretaña hasta la Primera Guerra Mundial, y se utilizaba para justificar la intervención imperial.

Si lees la obra de gente como James Mill o su hijo John Stuart Mill, ves que James Mill pensaba que la India era un lugar atrasado hasta que los británicos llegaron y arreglaron las cosas. Eso encaja con la idea de John Stuart Mill de una sociedad que se mueve en etapas de creciente progreso. La premisa es que los europeos son mejores y pueden mejorar el resto del mundo; esa visión también se promueve en Francia en la Tercera República. Se convierte en una justificación del imperialismo. Conrad no está solo en su crítica, pero es particularmente agudo: lo ve como un acto totalmente interesado y una idea muy hipócrita. Tenía un conocimiento sólido porque había estado en África. “Una avanzada del progreso” ataca la retórica occidental que confía en su superioridad: la supuesta avanzada no lo es en absoluto, el progreso es una promesa hueca. Anticipa en muchos sentidos El corazón de las tinieblas y su terrible impugnación de la idea de civilización. Como digo, no era el único. Roger Casement, una figura que conoció en el Congo, era otro gran crítico del imperialismo y de la misión civilizadora. Pero diría que Conrad es el crítico literario más poderoso de esa idea cuando estaba en su punto álgido en el idioma inglés.

Casement le pidió que hiciera campaña para denunciar las atrocidades en el Congo, pero Conrad no quiso.

Conrad no era políticamente activo: formaba parte de su personalidad.

A diferencia de las otras obras analizadas en el libro, Nostromo transcurre en un lugar que no había visitado: en un país inventado de Sudamérica.

Sí. Estaba informado, le contaron cosas amigos que habían pasado mucho tiempo allí, en particular Cunninghame Graham, pero se lo inventó. Muchos lectores creían que el lugar inventado del libro es un espacio real. ¿Qué hace que algo parezca real? Diría que si escribes de un lugar de una manera que refuerza los estereotipos sobre una región particular parecería menos real, pero no es el caso. Conrad traficaba con estereotipos.

Pero a la vez es bastante impresionante ver cómo crea un mundo a partir de una lectura de fuentes no primarias. Tomaba lo que había visto en otras partes del mundo para enriquecer su imagen de la revolución y el capitalismo en su ficcional república sudamericana.

¿Por qué situó allí la novela?

Creo que lo que le permite situar la trama en América del Sur –y no habría ocurrido con otras partes del globo– es que así pudo colocar a Estados Unidos en una posición mucho más central que si hubiera transcurrido en África o Asia.

Es la potencia emergente. El Reino Unido es el gran imperio, pero a la vez se intuye la decadencia. Se ve, por ejemplo, en “Recessional” de Kipling.

En el Reino Unido en 1900 había una gran sensación de declive. Es un momento paradójico, porque por un lado tienes un enorme triunfalismo, una idea de destino cumplido. Por otra parte, hay cada vez más gente que se preocupa por una extensión excesiva, por rivales, por disidencia interna.

Es un periodo de gran turbulencia. Antes hablábamos de la fe y el progreso que estallan en la Primera Guerra Mundial y creo que muchas de las preocupaciones estaban antes de la guerra y Conrad es uno de los que eran muy escépticos entonces. Su escritura sobre el ascenso de Estados Unidos es interesante, había otros que hablaban de eso, particularmente tras la guerra hispano-estadounidense. Pero diez o veinte años antes no creo que hubieras visto algo similar.

El suyo, se diría, es un mundo que desaparece. Los imperios caen, triunfa el nacionalismo.

Me sorprende que la ficción de Conrad se vuelva más convencional en la parte final de su carrera, incluso cuando explota el modernismo. Es una figura del cambio de siglo, no de la Primera Guerra Mundial. Tradicionalmente, los críticos discutían si era el último victoriano o el primer modernista. Puede parecer mera semántica, pero es una pregunta legítima: anticipaba algunas de las direcciones hacia las que irían los modernistas, pero no iba tan lejos como ellos. Y a la vez, escribía claramente contra algunas de las convenciones narrativas victorianas.

¿Le preocupaba que la criticaran por escribir de un autor europeo muerto, uno de cuyos temas era el colonialismo?

Sabía que algunas personas podían tener prejuicios contra el libro por el tema. Pero soy historiadora y creo que es importante abordar lo que ha ocurrido antes de nosotros, y estudiar figuras que parecen inusuales para su época porque nos pueden dar una idea de la posibilidad y de los límites de un tiempo, y Conrad es una persona así. Era claramente inusual en el paisaje literario de su tiempo, y sus libros siguen estando entre los poquísimos libros que se continúan leyendo cien años después de que se publicaran. Sus perspectivas no estaban alineadas. Era obviamente racista en su retrato (o la ausencia de retrato) de los africanos negros, era claramente antisemita en su retrato de figuras judías. No creaba personajes femeninos con los que yo pueda relacionarme como mujer del siglo XXI. En muchos sentidos, su visión era limitada si la comparamos con la de otras personas y lugares, pero ¿la de quién no? Y en cuanto a mí, observar a alguien que aborda de una manera informada y duradera preguntas, tensiones y fenómenos interesantes es algo valioso.

Creo que las críticas a Conrad por el racismo de El corazón de las tinieblas son fundadas. Me parece importante que la crítica literaria se viera puesta patas arriba por Chinua Achebe y su cuestionamiento de Conrad en “An image of África”. Pero ese cuestionamiento no significa que no debamos leer a Conrad: desde luego, no es eso lo que pensaba Achebe.

¿Por qué obra empezaría?

El corazón de las tinieblas es muy accesible e importante. Lord Jim y Nostromo son libros exigentes, así que iría primero a relatos como “Tifón”. Me encanta un cuento titulado “El final de la cuerda”. A mucha gente le gusta “El cómplice secreto”. Tiene relatos excelentes

Fuente (Letras Libres, México, 01 de agosto 2024)

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