TÍMIDO INICIO DE LA TRANSFORMACIÓN POLICIAL
Juan Ramón Martínez.
Nos parecen balbuceantes las primeras señales de transformación de la Policía. Nos han entregado a los ciudadanos, una lista de personas – la mayoría desconocidas y de las cuales se ignoran sus fallas, faltas o delitos – mientras se guardan bajo la manga los nombres de los cuadros responsables del desastre de la Policía. Especialmente a los referidos a la existencia de verdaderas pandillas que operan en su interior, bajo el mando de altos oficiales. Y responsables de muchos crímenes sin investigar todavía. Por lo que esperamos que quienes trabájan en la “intervención” de la Policía, no crean que nos han provocado satisfacción suficiente como para calmar el reclamo general de la transformación total de la institución policial. De forma que sin votar el canasto, tiren fuera – no a la calle sino que los tribunales de justicia – a quienes le han fallado a la institución, deshonrado al gobierno de la República y ofendido gravemente al pueblo hondureño.
En la Policía hay problemas estructurales y coyunturales. Los primeros tienen que ver con la selección de oficiales, la orientación general de su comportamiento y los sistemas para vigilarlos y controlarlos, de forma que se ajuste al cumplimiento de la ley y a la defensa de la seguridad de vidas y bienes de la ciudadanía. Aunque dicen que el primero de los problemas está resuelto, nosotros lo ponemos en duda porque muchos entran a la Policía no para servir a la sociedad, sino que para aprovecharla como escalera para conseguir otras oportunidades personales, entre las que no hay que pasar por alto el logro de inéditas finalidades económicas. El que los Policías quieran ser ricos de la noche a la mañana; y que desde cadetes piden favores y regalos a cambio de servir, son fallas que el sistema debe superar si es que se quiere eliminar las causas de las fallas que nos tienen escandalizados a todos.
En lo que respecta a la supervisión del comportamiento de los Policías en el desempeño de sus tareas, la falla radica en la falta de una estructura jerárquica en la que cada nivel sea supervisado y los resultados, se conviertan en la base del sistema de premios y castigos que faciliten el ascenso o la salida de los Policias de la institución. Aquí, en esta parte, tampoco hemos escuchado ninguna medida. Posiblemente porque el problema es grave y, en consecuencia es mucho lo que está pendiente por hacer. De allí que no nos desesperamos, especialmente porque sabemos que el Ministro de Seguridad conoce de estas dificultades. Y que pronto nos dará satisfacciones.
En lo coyuntural, es decir respuestas sobre los delitos inmediatos cometidos por miembros de la Policía en contra de jóvenes universitarios en Tegucigalpa, estudiantes en Sabá, Colón y de muchos desconocidos que amanecen muertos y amarrados en algunos lugares del país, la dirigencia policial no nos ha dado resultado alguno. No se ha dicho nada del oficial que permitió la fuga de los cuatro sospechosos, no hay información qué se les busque realmente – mas allá de ofrecer una recompensa por alguna información que permita su captura – ni pruebas evidentes que no han sido asesinados para de esta manera borrar todas las evidencias básicas para identificar hasta donde el comportamiento suyo es el fruto de una ideología policial que ha traspasado la línea fronteriza entre el comportamiento del deber y el irrespeto de la ley.
Los dirigentes policiales tienen que entender que no se trata de una simple confrontación de la Policía con la Rectora de la UNAH. Eso es parte del problema; pero no el problema en general. El lío es con toda la sociedad. Y es a ella, a quien hay que darle respuestas inmediatas.
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