MÁS UNIVERSITARIOS, MENOS DESARROLLO
Juan Ramón Martínez.
Algo malo está ocurriendo aquí. Entre más esfuerzos hacemos, gastamos más recursos; y logramos “más graduados universitarios”, no mejoramos la producción y la productividad en la proporción deseada. Los demás países nos han dejado atrás. Y somos el segundo país más atrasado del continente, gracias a Haití que se ha quedado estancado por falta de liderazgo y por incompetencia de los expertos enviados por la comunidad internacional para desarrollarlo desde afuera.
De repente se trata de un problema de calidad. Que los egresados de nuestras universidades no están suficientemente preparados en términos científicos, carecen de los conocimientos básicos de la realidad nacional; y no tienen el mínimo compromiso con el bien común. Ó, lo que sería peor, que siguiendo lo contrario de las recomendaciones de Marco Tulio Cicerón, estén preparados para vivir del presupuesto del “Estado”. Ó para ser dóciles empleados de la empresa privada.
País de escasa inclinación por la indagación y la búsqueda de la verdad, no conocemos ningún estudio que relacione el número de especialistas en agronomía y la productividad media de los frijoles y el maíz, integrantes fundamentales de la dieta básica de los hondureños. Tampoco conocemos de una investigación que nos ponga en perspectiva a los médicos pediatras y las muertes infantiles. Y mucho menos el papel de los ingenieros y los arquitectos en la calidad y duración de las carreteras, puentes y edificaciones.
Una primera explicación, para entender esta falta de reflexión ante un hecho que podría llevarnos a cuestionar la calidad de la educación que se sirve en el país, es que la acción de las instituciones educativas de nivel superior, no está enfocada a la transformación del país. Y, mucho menos, al enfrentamiento de las dificultades que tiene en el plano económico, en lo social; e incluso en lo político. Los últimos análisis universitarios sobre este último aspecto, muestran a la UNAH – que es la única que ha reflexionada sobre este campo – inclinada más hacia uno de los bandos en disputa, que al distanciamiento que requiere de las instituciones científicas que buscan la verdad por medio del estudio.
Varias personas sin mayor reflexión dicen que el sistema educativo, en general, no sirve para el desarrollo del país. Que en vez de proveernos de confiables recursos humanos, nos están entregando a jóvenes amargados, ambiciosos de poder y gloria; y muy poco comprometidos solidariamente con la consolidación del bien común. El fin es el egoísmo personal, el logro de una ubicación privilegiada y la oportunidad de gozar una vida cómoda, en una isla rodeada de pobres y menesterosos. Es decir que el primer problema del sistema educativo es la carencia de finalidades, la escasa formación de liderazgo y la inclinación por la perruna inclinación hacia los políticos, los empresarios e incluso los pensadores y líderes del extranjero.
Además, hay que decir que el contenido de la enseñanza superior, pareciera andar años luz de lo que utilizan y reflexionan como material de estudios las universidades de los alrededores, incluidas las de Nicaragua. Los libros que se usan son viejos, las teorías que se manejan son anticuadas; y las innovaciones y las reflexiones, son obscurecidas por maestros haraganes a los cuales no les impresiona la investigación y mucho menos la publicación de sus contribuciones a la vida nacional.
Algo hay que hacer. Antes de cerrar las universidades, como recomendó hace algunos meses Víctor Ramos hacer con la UNAH. Y becar a los jóvenes prometedores en el exterior.
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