EN LEPATERIQUE

Juan Ramón Martínez.


Antes de hablarles a 74 jóvenes que se graduaban de educación media en el Instituto Polivalente Santiago de Lepaterique, recordé la pregunta que hiciera en el programa Reflexiones que dirijo en el TEN Canal 10, sobre los resultados alcanzados a favor de Honduras por más de 200.000 universitarios con que contamos. Por momentos quise contarles a los jóvenes que llenos de ilusiones recibían sus títulos secundarios, el hecho que aunque aumenta el número de egresados de las universidades, el país no progresa, no disminuye la pobreza e incluso, desaparece la tolerancia y aumenta la incapacidad general para ponernos de acuerdo sobre las formas cómo proteger y desarrollar a Honduras. Preferí dejar ese tema para cuando hable a los graduados universitarios. A los egresados de empresariales y de agricultura. Compartiendo mi asombro que, en la medida en que aumenta el número de egresados de estas carreras, disminuyen la eficiencia y la competitividad de los hondureños para producir bienes y servicios que nos permitan un mejor nivel de vida, para todos, sin abusivas exclusiones.


Me concentré entonces en el reto que tenían que enfrentar desde ese momento: darle curso a sus vidas. Bien integrándose de una sola vez al mercado de trabajo desde la iniciativa particular; o ingresar a la Universidad para escoger carrera. En ambas cosas presumo de tener algunas experiencias. Desde los 19 años, trabajo en forma constante y unos cinco años antes, bajo la dirección de mis padres vendí varias cosas; e hice otras tareas con las cuales llevé dinero a la familia que luchaba para que la momentánea situación de pobreza, no se convirtiera en una forma permanente de vida. Y en una oportunidad convencí a una bella e inteligente jovencita – con pretensiones de presentadora de TV en ciernes-- que no estudiara periodismo. Ahora se dedica al Derecho con plena satisfacción.


Por ello, pude contarles que más que la búsqueda del dinero o el poder y la gloria, la escogencia debía hacerse alrededor de la pregunta si la decisión conducía a la felicidad. Les referí un estudio reciente en el que resultó que cinco profesiones son las que dan más satisfacción y aproximan a la felicidad: el sacerdocio, el trabajo como bombero, el ejercicio de la fisioterapia, el oficio de escritor y la dedicación magisterial. La razón es que, en todas, el fin no es el logro de objetivos egoístas, sino que el servicio al bienestar de los demás, lo que permite más la satisfacción por lo entregado, la protección y el bien de los otros, antes que los fines personales. Cómo me sentí dentro de la lista, pude trasmitirle a los jóvenes las satisfacciones que experimentamos los escritores y el sentimiento de superioridad – que hay que doblegar para evitar el desborde de los egoísmos y los excesos de intolerancia que se aprecian en algunos escritores de periódicos especialmente – que nos permite, no solo el cuestionamiento de la realidad, sino que la posibilidad de inventar mundos nuevos, en donde los personajes son moldeados a nuestras necesidades y deseos; y las realidades tienen desenlaces en donde el bien común surge, inevitablemente fortalecido.


Estoy seguro que no les convencí del todo. Alguno daba la impresión de estar de acuerdo conmigo; pero la fuerza de pedagogía a la que están sometidos los jóvenes los impulsan hacia el egoísmo más primitivo, al goce de las pasiones primarias, al renunciamiento de las obligaciones solidarias y al rechazo del bien común. De forma que las opciones que en la encrucijada en que se encuentran, sus decisiones y especialmente sus equivocaciones, serán más obra de una sociedad que no se ha cuestionado a sí misma y que por ello maneja una escala de valores que conspiran en contra de la felicidad individual y la consolidación del bien común, que sus propias decisiones.


Estamos frente unos hechos a los cuales los líderes – algunos de mis pocos amigos dice que aquí carecemos de los mismos y que lo que vemos son sombras o fantasmas platónicas – no les prestan atención alguna. No les impresiona que cada vez que graduamos más profesionales medios y universitarios, la capacidad del país para producir bienes y servicios, generar empleos y habilidad para resolver las diferencias y las disputas, en vez de mejorar mas bien se deteriora.


Los jóvenes tampoco tienen conciencia de esto. ¿Seguimos arando en el mar?

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