GOTAS DEL SABER (113)

Juan Ramón Martínez

 

 I

General Danilo Carvajal Molina

El 11 de diciembre de 1991, mientras inspeccionaba el movimiento de tropas en la zona fronteriza con El Salvador, el helicóptero en que se conducía el Comandante del X del Batallón, coronel Danilo Carvajal Molina, fue impactado por fuego de la guerrilla salvadoreña. La nave siniestrada, cayó en territorio salvadoreño controlado por la guerrilla del Frente Farabundo Martí de El Salvador. El helicóptero de la Fuerza Aérea Hondureña, era conducida por Jaime Prieto Teruel (piloto) Marvin R. Cabañas Moncada (copiloto) y, José Sánchez Valladares (mecánico). Además, acompañaban al coronel Carvajal Molina, los oficiales de su plana mayor, mayor Pablo Fernández Rápalo, capitán Rolando Lara Fúnez y teniente Marco Antonio Valladares Zelaya. (Francisco Zepeda, entonces embajador de Honduras en El Salvador, recuerda que “habiendo solicitado el permiso correspondiente a RREE para viajar a Tegucigalpa con el propósito de pasar mi cumpleaños y la navidad en familia, el 11 de diciembre  al mediodía me alistaba para viajar en carro cuando recibí una llamada del canciller Mario Carías informándome sobre el derribo de un helicóptero de la FAH en el área fronteriza y debía coordinar con el gobierno salvadoreño el acceso al lugar para recuperar los cadáveres. Seguido me llamó el canciller Pacas y me dijo que estaba haciendo lo necesario para llegar al sitio del derribo. El FMLN y el gobierno no se ponían de acuerdo y fue hasta cerca de las 8pm cuando me dijo el canciller que al día siguiente volaríamos en un helicóptero de UNASAL. Por Honduras fuimos Denis Castro y su servidor. El helicóptero estaba a unos 100 metros de donde aterrizamos y cayó invertido. Uno o dos cadáveres estaban fuera y los otros dentro del aparato. Los salvadoreños querían llevar los restos a San Miguel para una autopsia. Los 7 cadáveres fueron depositados en un helicóptero y se les dijo que llevarían a San Salvador; pero ya en vuelo se vino para Tegucigalpa lo que hizo enojar a los guanacos. Denis y yo salíamos hacia San Salvador donde después de poner gasolina volamos a Tegucigalpa) 

 Danilo Carvajal Molina, había nacido en Sensenti, Ocotepeque el 10 de junio de 1946. Fue hijo de Virgilio Carvajal Lemus y Otilia Molina. En 1959 ingresa como seminarista al Instituto Santo Domingo Sabio en donde terminó su ciclo común de cultura general. El 16 de febrero de 1964 ingresa a la Escuela Militar Francisco Morazán, de donde egresa, como miembro de la octava promoción con el grado de subteniente de infantería el 3 de octubre de 1969. El 19 de diciembre de 1971, contrajo matrimonio con Elsa Marina Bocanegra, con la procreó seis hijos: Danilo Jardiel, Brenda Otilia, Alexander Rafael, Fabiola Monserrat, Alejandreta María y Mario Alejandro. Fue ascendido póstumamente al grado de general de Brigada el 19 de diciembre de 1991. El 15 de enero de 1992, el segundo batallón de Infantería Aerotransportada, fue bautizado con el nombre “Fuerte General Danilo Carvajal Molina”. Es el oficial de más alto rango de las Fuerzas Armadas de Honduras, caído en combate, durante los turbulentos años de las últimas dos décadas del siglo XX.

 II

 “A mediados del año 1944, cayeron los gobiernos de El Salvador y Guatemala, a pesar de las medidas represivas de estos gobiernos, (para evitarlo). Mientras tanto en Honduras, el 29 de mayo de se celebró una manifestación de mujeres y niños pidiendo la libertad de los reos políticos, algunos de los cuales no tenían proceso; fue la primera manifestación contra Carías. Al día siguiente el Comandante de Armas departamental y el Director General de la Policía, advirtieron a la ciudadanía que en cumplimiento del decreto legislativo No. 3 de Estado de Sitio de 9 de diciembre de 1941, quedan terminantemente prohibidas toda clase de reuniones y manifestaciones públicas y privadas y cualesquiera otras clases de agrupaciones. Como algunos manifestantes portaban banderas de los Estados Unidos, el embajador Erwin, condenó el mal uso que fue hecho de ellas. La prensa extranjera adversa al gobierno insertaba informaciones falsas con el objeto de mantener un clima de desprestigio para la Administración Pública nacionalista, repetía constantemente que en Tegucigalpa no se permitía en las calles, parques o paseos públicos la reunión de más de tres personas; y que grupos de más de tres, eran abatidos por las fuerzas armadas. El 9 de junio, el Congreso Nacional, que se encontraba en receso, dirigió al pueblo hondureño un manifiesto condenando las actividades de los enemigos del gobierno y ratificando una vez más su solidaridad con el presidente Carías. El 14 de junio, Carías Andino, se dirigió al pueblo hondureño diciendo: “He querido dirigir al pueblo hondureño una solemne exhortación… para que se mantenga dentro un plano de serenidad y cordura, desoyendo toda insinuación de agentes enemigos del orden público que sirve a su vez a los enemigos de las Naciones Unidas… Durante los años en que he ejercido el mandato presidencial, mi mayor preocupación ha sido el mantenimiento indefinido de la paz pública o privada. No ha sido fácil la tarea” (Alexis de Oliva, Gobernantes Hondureños, Siglos XIX y XX, págs. 318, 319)

III

 A finales de junio de 1969, casi todos creíamos que la guerra era inevitable. El gobierno hondureño creía que la OEA evitaría el conflicto y que, ninguno de los dos ejércitos, tenía capacidad para dominar al otro e imponerle su voluntad. Los analistas militares extranjeros creían que la guerra entre Honduras y El Salvador no tenían sentido alguno, porque no resolvería problemas, sino que mas bien los incrementaría, en visto de los resultados que se anticipaban. “La infantería de El Salvador – más grande que la hondureña— estaba equipada con rifles FN belgas modernos, mientras que tan sólo un batallón de infantería hondureño estaba completamente equipado con los mejores rifles americanos de la segunda guerra mundial, el Garland M-1. Los otros batallones llevaban un surtido de armas de stock, como el German Mauser. En el fin de facilitar mejores comunicaciones, el Comando Norte tenía un Skymaster C-54 aerotransportado cada vez que tenía una misión aérea. El 15 de julio las fuerzas terrestres salvadoreñas concentraron sus ataques en Piedras de Tigre, en el municipio de La Virtud, Santa Rosa de Copán, Nueva Ocotepeque y Gracias. Los pilotos hondureños recibían las ubicaciones enemigas gracias a las coordenadas de los mapas. En Tegucigalpa, los estudiantes de las universidades y de las escuelas secundarias se reunían en el Centro Social Universitario para alistarse en el servicio militar, se organizaban en pelotones para entrenarse y después se iban a los campos de entrenamiento de la Isla, en la carretera de Suyapa y cerca del Estado Nacional. Los militares retirados y los antiguos miembros de la Guardia de Honor Presidencial eran los instructores. Todos ellos estaban muy entusiasmados y motivados por una sola meta: Defender a Honduras” (Charles H. Briscoe, Treinta años después, 25, 26)

IV

General Manuel Bonilla, Presidente de la República

El 17 de mayo de 1903, a las tres de la tarde, prestaron sus promesas constitucionales ante la Asamblea (Legislativa), el General Don Manuel Bonilla y el doctor Miguel R. Dávila, Presidente y Vice Presidente de la República respectivamente. Designados a la presidencia, don Manuel Gamero, doctor Saturnino Medal y Doctor fausto Dávila; y Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, doctor Trinidad Ferrari, y licenciados Manuel Villar, Leandro Valladares y Francisco Escobar. En la ceremonia estuvieron presente los representantes consulares residentes en Tegucigalpa, funcionarios públicos, representantes del clero y más o menos un millar de ciudadanos de las distintas clases sociales que acudieron a pesar del aguacero torrencial de esa tarde. El Presidente Bonilla dirigió un manifiesto al pueblo hondureño, del cual reproducimos los siguientes párrafos: “Regir un país no puede ser obra de un sólo hombre, y de aquí la necesidad de funcionarios y agentes que colaboren con la gestión administrativa. Al designar a unos y otros, función delicada y de trascendencia, yo buscaré, ante todo, las aptitudes y la honradez, y, además, algunas otras cualidades que pueden contribuir a rodear al agraciado del respeto y consideración social. Sería muy honroso para mí que los empleados del Departamento Ejecutivo sean servidos por personas que se distingan por su rectitud y buen proceder. Debo declarar compatriotas, antes de terminar esta exposición, que cualesquiera que sean mis convicciones políticas, en mi calidad de ciudadano, elevado cómo he sido constitucionalmente al Poder Supremo de la República, soy, cómo no puedo menos de serlo, el Jefe de los hondureños, el Jefe de la Nación; y bajo este concepto, mis esfuerzos se encaminarán siempre a promover el bien común, a labrar la felicidad de todos. Tengo en mi favor parta esta tarea tan enojosa y elevada, que los hombres más importantes del país, de distintos matices políticos, que me han acompañado en la contienda armada con el objeto de salvar nuestras caras y veneradas instituciones, me acompañarán en los trabajos del Gobierno con la decisión y perseverancia que hay que emplear para sobreponerse a los embarazos y las dificultades” (Víctor Cáceres Lara, Astillas de Historia, pág. 115, 116)


 

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