GOTAS DEL SABER (112)
Juan Ramón Martínez
El 29 de junio de 1969, el gobierno de El Salvador, presidido por el general Fidel Sánchez Hernández, “interrumpió sus relaciones diplomáticas y comerciales con Honduras. A groso modo, el mercado hondureño, que en 1968 había absorbido los productos de El Salvador, de un valor estimado de 23 millones de dólares, desapareció; y, se negó el acceso por tierra a Nicaragua y Costa Rica. Así mismo se negó el acceso a El Salvador a los medios de transporte de Guatemala y a los buses de Costa Rica”(Charles H. Briscoe, DSC, Treinta años después, Guaymuras, Tegucigalpa, 200, pág. 16). Esta decisión del gobierno salvadoreño fue precedida por los partidos de fútbol de las selecciones de Honduras y de El Salvador, por lo que, analistas poco instruidos de las realidades de países periféricos, nombraron a la guerra entre los dos países iniciada el 14 de julio siguiente, como “la guerra de El Futbol”. El 9 de junio, Honduras le había ganado a la selección de El Salvador en un partido celebrado en Tegucigalpa. El segundo partido, celebrado en San Salvador el 17 de junio, fue ganado por la selección salvadoreña. El tercer partido se celebró en México, el 25 de junio, imponiéndose el equipo salvadoreño a la escuadra hondureña. Este éxito deportivo, “en vez de apaciguar al gobierno salvadoreño, fue utilizado por el gobierno salvadoreño para demostrar que la postura de El Salvador hacia Honduras estaba justificada. El presidente Fidel Sánchez Hernández, el cual encabezaba la recaptación (sic) nacionalista de apoyo popular, solicitó que la Comisión Ínter Americana de Derechos Humanos (CIDH) investigara las reclamaciones de los salvadoreños expulsados que estaban viviendo en campos de refugiados de la frontera” (Briscoe, 17).
II
“La referencia más antigua y que data del periodo colonial sobre la presencia de judíos en Honduras es la que menciona Medardo Mejía, acerca del supuesto origen sefardí de la familia Lindo. En efecto en una Biografía escrita por don Medardo Mejía sobre Juan Lindo, Presidente de Honduras de 1847 a 1852, comenta sobre su apellido y familia lo siguiente: está probado que el personaje de este cuento ( Juan Lindo) era de origen marrano, es decir que sus antecesores por línea paterna habían sido judíos conversos, judíos que para seguir viviendo en España abrazaron el cristianismo, pero que al tropezar con nuevas dificultades en la Península tuvieron que trasladarse a las Indias Occidentales donde gozaron de paz y alcanzaron prosperidad”(Jorge Alberto Amaya Banegas, Los Judíos en Honduras, Editorial Guaymuras, 2011, pág. 55). El autor citado, dice que “la evidencia más antigua que ubicamos responde al señor Luis Refsmann, quien aparece registrado como comerciante en la ciudad costera de Trujillo, en un directorio (Perry, G. R. Directorio Nacional de Honduras, Nueva York, 1899, pág. 141) que contiene un listado de los principales comerciantes y profesionales de Honduras a finales del siglo…. Una de las primeras familias establecidas en Honduras a inicios del siglo XX fueron los Lázarus, según la señora Gloria Leticia de Lázarus fue fundada por un inmigrante judío alemán quien primero llegó a Nueva York, vino (a Honduras) como modesto empleado de la Rosario Mining Company, hasta llegar a gerente, pasó después a la United Fruit Company” (Amaya Banegas, 56,57). En los años 1920, 1921, 1922 y 1923, entre los beneficiarios de arrendamiento de tierras nacionales, en los departamentos de Colón y Yoro, aparece el nombre de Alberto Lázarus, (un derecho otorgado) en representación de la Compañía Agrícola de Honduras y el de Ernesto Lázarus (dos derechos), en su condición individual (Trujillo con X, págs. 119, 120).
III
El 21 de mayo de 1957, La Junta Militar de Gobierno, al cumplir siete meses de gobierno, “emitió un comunicado (leído por uno de sus miembros, el coronel Héctor Caraccioli), en el que expresaba…. Creemos que ha llegado el momento que la ciudadanía misma deba poner los fuertes e inconmovibles cimientos para hacer de Honduras una República indestructible y eterna. Y atenta siempre a las aspiraciones del pueblo hondureño de reintegrarse a un régimen de derecho, fijó las fechas del 21 de agosto se 1956 para convocar a elecciones de diputados a la Asamblea Nacional Constituyente el domingo 22 de septiembre para realizar la elección y el 21 de octubre para instalar la Asamblea. Hizo un llamado a los partidos políticos para que escogieran sus mejores representantes, a fin que Honduras pueda cumplir dignamente con su destino histórico.” (Alexis de Oliva, Gobernantes Hondureños siglos XIX y XX, Tomo I, pág. 384). Los criterios del coronel Héctor Carraccioli, no eran compartidos por todos sus colegas militares. El 29 de agosto, “una manifestación liberal presidida por el doctor Ramón Villeda Morales en San Marcos de Colón, fue interceptada por la escolta del coronel Ángel Fúnez. Cuando Villeda Morales reclamó, el coronel respondió que allí acabarían todos si se seguía alterando el orden. Fúnez fue llamado a Tegucigalpa y destituido inmediatamente. El diario Liberal “El Pueblo”, dirigido por Óscar Flores Midence, opinó que el ejército, “por medio de uno de sus mas auténticos representantes, el Ministro de Defensa coronel Oswaldo López Arellano, había salvado el honor militar” (Oliva, pág. 385).
IV
Leoncio Prado, hijo del presidente Prado del Perú, participó en forma activa en varias acciones destinadas a lograr la independencia de la isla de Cuba. En el libro “Odisea de Leoncio Prado en Honduras”, Ernesto Alvarado García se refiere no sólo las aventuras del secuestro de la embarcación Moctezuma, sino que, además al viaje de los emigrados cubanos por Olancho y la Mosquitia. “De Santa María de El Real se dirigieron los emigrados cubanos para la hacienda La Herradura, a donde llegaron el 11 de marzo de 1877, habiendo sido recibidos gentilmente por el señor Buchard, prodigándoles atenta y cariñosa acogida. Seis días después, pasaron el rio Telica, caminando entre bosques de caoba, cedros guapinoles, guanacaste, carbonales, espinos blancos, corozos, coyoles, y otras plantas; atravesando inmensas llanuras, bajo los reverberantes rayos de un sol canicular, pasaron por sabanas en las que pastaban enormes rebaños de ganado vacuno y caballar, admirando los cacahuanances y maquiyahuetes con sus lindas flores rosadas, las enredaderas y los lirios silvestres que perfuman el ambiente; a lo lejos, contemplaban las elevadas cumbres de las azules montañas hondureñas; por todas partes la riqueza que abunda en el departamento de Olancho. A los seis días de haber arribado a la herradura, llegaron a Juticalpa, preciosa ciudad, de estirpe y aspecto colonial, que, con su iglesia y bonitos edificios, culta y hospitalaria sociedad que es cuna de hombres ilustres. En dicha población repararon sus fuerzas los expedicionarios y se confortaron con el sabroso vino de coyol, que se extrae por fermentación de la savia del tallo de la planta de ese nombre” (Ernesto Alvarado García, La Odisea de Leoncio Prado, ediciones de la Librería España y América, Tegucigalpa, 1944, pág. 45,46).
V
“Las cofradías de ganado abastecían a Trujillo. Aunque los datos son limitados, es necesario mencionar la función de estas instituciones; para Iván Herrera, las cofradías de Olanchito dinamizaron la ganadería regional (Una Historia Local de Honduras, Olanchito desde sus orígenes hasta 1900). Es necesario hacer estudios monográficos que contribuyan a comprender la importancia de estas instituciones. Aunque hay escasos datos sobre el abasto de Trujillo después de 1797, desde Olanchito, enviaron 45 reses y setenta mas propiedad de don Francisco Texidor, quien aparece como principal proveedor de la región. Otra hacendada, doña Manuela Parrilla, envió 48 novillos a Trujillo en este año. Dos años después, mandaron 218 novillos de Yoro, propiedad del cura de la mencionada villa. En 1819, Olanchito envió a Trujillo un total de 197 cabezas de ganado y 38 cerdos” (Taylor Mack, pág. 207, citado por Elizet Payne Iglesias, El puerto de Truxillo, un viaje hacia su melancólico abandono, pág. 271).
VI
Las propiedades de la familia Zelaya en Olancho entre 1720 y 1838 eran, las siguientes: “San Juan Telica” (1720), Manto, 5 caballerías, de Domingo Zelaya; “San Antonio de los Horcones o Lepaguare”, (1720) 11 caballerías, valle de Lepaguare, José de Zelaya; “Junquillo”, distritos de Juticalpa y Danlí, (1724) José de Zelaya, 13 caballerías; “Concepción”, Jutiapa, distrito de Juticalpa, (1724) 6 caballerías, Tomas Zelaya; “Carta”, Manto, 6 caballerías, Francisco de Zelaya y condueñas; “Santísima Trinidad”, Manto, 13 caballerías, familia Zelaya; “Lepaguare”, 1779-1854, valle de Lepaguare, Francisco Zelaya; “San Isidro”, 1779, Manto, Manuel de Zelaya, 4 caballerías y fracción; “Agua Caliente”, Manto, 1837, José de Zelaya, 10 caballerías; “San Juan de Zopilote”, Juticalpa, 1838, Tomás de Zelaya, 17 caballerías; “Barroza” (1854), Olancho, Lorenzo Zelaya; “Galeras”, (1854) Olancho, Santiago Zelaya; “La Lima”, Valle de Lepaguare, 1854, Familia Zelaya; “San Juan”, Valle de Lepaguare, 1854, familia Zelaya. Este listado fue elaborado por Elizet Payne Iglesias con base en información de Leticia de Oyuela y Williams Wells. “Los Horcones o Lepaguare” tenían en 1829, seis caballerías y entre siete y ocho mil de cabezas de ganado, y estaban en manos de Pedro Mártir de Zelaya. En un litigio por estas tierras aparece esta propiedad de Pedro Mártir de Zelaya con seis caballerías y 2.531 cabezas de ganado. (Payne Iglesias, 252, 253).
VII
El 6 de junio de 1988, falleció en Olanchito, el profesor Francisco Murillo Soto. Había nacido en esa misma ciudad el 4 de octubre de 1893. Al momento de su muerte tenía, 94 años, seis meses, dos días de edad. Formó hogar con Sergia Escobar con la que procreó a Raúl, Elvia, Francisco, Hilda, Óscar, Telma, Olga, Aníbal y Relina. Con Angelina Quezada a Lucy Quezada. Con Anacleta Reyes Ramón y Leonor Reyes. Con Dolores Turcios Canelas, tuvo a Darío Efraín, Martha, Lorena y Maricela Turcios. Andrés Pavón, activista y defensor de los derechos humanos y ex embajador de Honduras en Cuba, ha declarado que es nieto de Murillo Soto. Fue maestro, escritor, periodista, pequeño empresario, promotor cultural y político militante en el Partido Nacional. En su muerte, Reynaldo Rosales Narváez escribió en la ocasión de su fallecimiento, que “el pueblo de Olanchito que convirtió al profesor Francisco Murillo Soto en su reliquia cultural, se ha conmovido con su muerte, para construir un monumento de gratitud a su memoria”. Murillo Soto se graduó de maestro en la Escuela Normal de Tegucigalpa, entonces dirigida por Pedro Nufio. Fue maestro de primaria en Trujillo, Colón. De regreso en Olanchito, fundo y dirigió, con la colaboración del general Purificación Zelaya, dueño de la primera imprenta de la ciudad, el semanario “Olanchito Moderno”, el primero que circuló en Olanchito. En 1935, fundó la Semana Cívica, posiblemente la obra más importante y duradera de su enorme talento y compromiso patriótico. Fue el director fundador del Instituto Francisco J. Mejía en 1943, y en 1965, volvió a ocupar la dirección de la primera institución educativa de la ciudad cívica. En el centro del Parque Francisco Morazán, la ciudad agradecida, le ha levantado un hermoso busto que honra sus distinguidos servicios, a la par de los de Ramón Amaya Amador, --el novelista más leído de Honduras-- y Dionisio Romero Narváez, el mejor alcalde que la ciudad ha tenido en toda su historia. Para el académico Óscar Aníbal Puerto, Murillo Soto “fue uno de los más grandes pedagogos de Honduras en el siglo XX”.
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