LOS DEFENSORES DEL PARTIDO LIBERAL

Juan Ramón Martínez.


Manuel Bernal, distinguido politólogo peruano, con mucha experiencia sobre la situación de Honduras, me ha escrito desde Lima para interrogarme sobre las salidas que imagino ante el evidente propósito que se observa por destruir al Partido Liberal. Y la pregunta que me hace es válida: ¿No hay en el interior del PL líderes que asuman la defensa de su partido?


No estoy tan seguro cómo hacerle una respuesta afirmativa. Incluso después de leer las declaraciones de Rafael Pineda Ponce que hace un necesario deslinde que aclara las cosas para los liberales. Ha dicho el viejo líder liberal que Zelaya ha dejado el partido, que ello es útil y conveniente. Por lo que, lo que se tiene que hacer es retomar el viejo discurso liberal, que considera actualizado por supuesto; y aislarse de quienes por no considerarse correligionarios, tienen que ser tratados como adversarios. Pineda Ponce ha dado en el clavo. El Partido Liberal tiene que abandonar la postura de victimario de un ex correligionario, para levantar la bandera de defensor de las instituciones democráticas. Exaltando eso si, el carácter anti liberal y anti democrático de quien fuera Presidente de la República por decisión de un partido que creía que Zelaya era de los suyos.


Creo que aquí, está el punto de partida para la defensa del PL. Este tiene que definirse, deslindarse y verificar quiénes son los suyos y los ajenos. El juego de los zelayistas, en términos “que todos somos liberales; pero tras la cortina y ante la urna, somos todos Libres”, tiene que ser enfrentado con seriedad por los líderes del Partido Liberal, para aislar de una vez para siempre el socialismo chavista que ha querido introducir en sus filas y en sus estructuras. Por supuesto, la clave de todo está en el miedo que los hondureños en general y los liberales en lo particular le tienen a Chávez, a Ortega y por supuesto al comunismo. Los liberales, antes que otra cosa, son anticomunistas. Por ello las bases liberales, en su oportunidad reaccionarán en contra de Zelaya el que no podrá, con su discurso populista enfrentar la dialéctica del conflicto social que ha cultivado con tanto esmero. Pero que ahora lo tendrá como factor cuestionador de su propia militancia partidaria.


El problema central del Partido Liberal es la falta de fuerza, garra y fortaleza espiritual de su liderazgo superior. El Consejo Central Ejecutivo no es representativo de nadie; y no goza, en consecuencia, sino con el respeto de una minoría insignificante de liberales. El que sean funcionarios pagados, les afecta mucho en su imagen y en sus relaciones con los liberales de la base, los intermedios y los de carácter nacional. Pero cómo dicen algunos, nunca el Consejo Central Ejecutivo ha sido influyente y decisivo en la vida del Partido Liberal. Talvez en 1948 y en 1953 después de la muerte de Zúñiga Huete.


A renglón seguido el problema está, en los precandidatos del PL. Conviene de entrada, mencionar algunos nombres: Mauricio Villeda Bermúdez, Yani Rosenthal, Eduardo Gaugel Rivas y el ex obispo de Santa Rosa de Copán, monseñor Luis Alfonso Santos. No hay que excluir que cuando empiece la lucha electoral, surjan nuevas figuras. Pero la historia ha demostrado que en el PL los liderazgos no se improvisan; ni aparecen figuras fulgurantes como ocurre en el Partido Nacional. En el liberalismo los liderazgos se consolidan en forma lenta y sin sobresaltos.


Eso si, se observa falta de fuerza y voluntad de triunfo en los precandidatos. La mayoría están atemorizados por el riesgo de enfrentar a Zelaya, se quejan de falta de recursos económicos y del desánimo de los liberales. Los tres argumentos no tienen validez. Zelaya llegará con la derrota en la cara. La imagen de víctima no le servirá. Y las fuerzas solidarias que construyó con el dinero público, sin mantenimiento, estarán destruidas. El Partido Nacional, intenta derribar este modelo por manera que los liberales no tendrán que hacer esta tarea. La falta de recursos no es obstáculo. Solo son importantes para los medios de comunicación. Pero ahora, tanto por la proliferación de estos como por la aparición de las redes sociales, hace que los candidatos se relacionen con sus bases a un costo bajísimo. El PL, puede defenderse y salirse airoso, enfrentándose con gallardía a quienes lo quieren destruir. Como ocurrió en el pasado.  

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