CASTRO Y DOGU, DOS CONDUCTAS, DOS OBJETIVOS

 Juan Ramón Martínez

Xiomara Castro, se ha negado a dirigir, desde una postura unitaria, al poder ejecutivo. En su toma de posición dividió al país: los que volvían, indignados, desde las calles, a cobrarse las deudas de la derecha; y los empresarios, nacionalistas, los liberales y los miembros del establecimiento mediático responsables del golpe de estado del 2009, sus enemigos. Su gabinete de familiares y desconocidos, no ha contenido a ningún independiente; y, menos un miembro de la oposición política cómo ordena la Constitución. Su discurso, ha sido sectaria y excluyente, descalificando al Partido Nacional, especialmente por su apoyo al “golpe del 2009”, a la dictadura y al narcotráfico. Le han hecho coro, su marido – verdadero gobernante del país— sus sobrinos, sus hijos, lejanos familiares y miembros de la resistencia, “graduada en las calles”. Una épica elemental, en la que Honduras, se fracturó entre “caínes” y “abeles”, honrados y delincuentes, izquierdistas y derechistas. Y narcotraficantes “contribuyentes” y delincuentes.


Con muchas pérdidas de electores, el régimen dando tumbos, se ha dedicado durante todo 2024, a preparar los resultados electorales de noviembre de 2025. Desde enero, nombrada de dedo, Rixi Moncada es candidata, dejando Finanzas, aunque sigue desde la oficina de Mel, dirigiendo la economía del país y manteniendo el discurso, amenazante contra la empresa privada, al capitalismo celebrando el modelo cubano y desprestigiando las relaciones con los Estados Unidos. Apoyando la alianza con Flores y Asfura; y, dirigiendo los órganos electorales. 


Hasta finales de agosto, este discurso político, funciónó. Hasta que se filtró un filmado de una reunión entre el Jefe del Estado Mayor Conjunto, el Secretario de Defensa y un asesor electoral, con el general Padrino López –  narcotraficante según la embajada de Estados Unidos— lo que provocó “el asombro” de Laura Dogu. La reacción del régimen fue histérica. Se invocó que el asombro era injerencia en los asuntos internos; que Estados Unidos se reunía cuando quería con los venezolanos y que la presidente Castro era amiga de Maduro, gobernante de Venezuela, qué por el fraude electoral, -- pobrecito--, se ha quedado sólo apenas con el apoyo de Cuba, Nicaragua y Honduras. En el colmo de la ingenuidad, a la que es muy vulnerable Xiomara Castro, ordenó al canciller la denuncia del Tratado de Extradición con los Estados Unidos de 1912, en un acto de cartas marcadas, para negociar con Estados Unidos y rescatar cierto prestigio ante la opinión pública. Sin saber la información que tenía Laura Dogu, Castro no supo que había transgredido la línea roja. Que tenía que sufrir las consecuencias. Estados Unidos en una extraña muestra de humildad le pidió a Castro que meditara el asunto de la extradición y la invito a dialogar. Se reunieron en un lugar ignorado. 


Y todo se derrumbó: Dogu entregó a Castro, un filmado donde aparece su cuñado Carlos Zelaya, el alcalde de Tocoa, un ex diputado acreditado en el consulado en Miami, un ex yerno de la presidente de la Corte Suprema de Justicia y el mayor de los miembros del cartel de los “cachiros”, hablando de apoyo a la campaña electoral suya de 2013. 


El régimen fue pillado. Obligado, entregó la cabeza de Carlos Zelaya y su hijo, el Secretario de Defensa. Y para confirmar que hay mas información que se manejo en la reunión y que es desconocida, Manuel Zelaya, salió en defensa de si mismo. Ratificando su honradez, dedicación al servicio público; y sus trabajos en favor de Honduras. Casi, anticipando que en la información de la embajadora Dogu, hay fuertes señalamientos en contra suya que, por razones estratégicas y por la rendición inmediata del gobierno de Honduras, no serán puestas en conocimiento público, por ahora, mientras gobiernan; pero que serán usadas en cuando Zelaya vuelva a las andadas. 


A cambio Castro salva a Hernández – fiel a Estados Unidos— que continúe al mando de los militares y que Rixi Moncada, dirija la Secretaría de Defensa para garantizar que, “no habrá otro golpe de estado”. De este primer escenario, queda en claro que los objetivos de Estados Unidos son unos; y los de Honduras, representados por el gobierno “socialista” son otros. Que, para EEUU, Zelaya puede hacer cualquiera cosa, con tal que no interfiera en la lucha en contra del narcotráfico. Incluso manipular las elecciones. Esta diferencia debe ser valorada por los hondureños, de cara al proceso electoral “amarrado” de 2025. Que Mel usará, para salvarse.

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