EL SINDROME DEL TERCER AÑO

Juan Ramón Martínez.

Los nacionalistas no han podido repetir mandato constitucional. Callejas no pudo entregar la banda presidencial a su correligionario Oswaldo Ramos Soto. Ricardo Maduro tampoco pudo hacerlo con Porfirio Lobo Sosa. Y la causa visible es que durante los dos primeros años, hacen un gobierno extraordinario dentro de la mediocridad que caracteriza la función pública en Honduras. Pero el tercero y cuarto año, son un desastre: destruyen la unidad partidaria interna, se desbordan las pretensiones presidenciales y se convierte la corrupción en una actividad muy parecida a la de las ratas cuando el barco, escorado, inicia su recorrido al fondo del mar. Se oyen lamentos por todos lados, peleas por minucias y expresiones ilógicas que no tienen sentido, frente a la una realidad en que inevitablemente el partido que está en la oposición, les gana con facilidad las elecciones.

Éste síndrome del tercer año, escapa a la atención de los nacionalistas. Embrocados en el festín, enamorados de un individualismo destructivo, no tienen tiempo para la reflexión y el aprendizaje. Y cómo carecen de memoria, les cuesta encadenar los hechos y construir cadenas sobre las cuales establecer conclusiones generales. Nosotros que no apuntamos tanto, apenas queremos establecer que los nacionalistas empiezan a perder las elecciones cuando están en el tercer año y consolidan su impotencia en el cuarto y último. Actualmente iniciado el tercer año de gobierno, el PN muestra sus tradicionales debilidades: falta de consistencia entre su propuesta electoral y las nuevas exigencias del electorado; destrucción de la unidad partidaria y dudas si obedecer a la autoridad o al caudillo que ejerce la Presidencia de la República; corrupción generalizada; y, finalmente, debilidad legislativa, pese a la holgada mayoría con que han gobernado.

Actualmente apreciamos, una falta evidente de ajuste entre lo que hacen y la propuesta electoral. No cabe duda que el escenario ha sido modificado, tanto por la revuelta Zelayista como por el orden que Lobo Sosa le ha dado a los desacuerdos entre los diferentes sectores de la enfrentada clase política. Pero los nacionalistas se muestran impotentes para aprovechar las nuevas circunstancias, por lo que no pueden crear una propuesta nueva que les reditúe buenos resultados electorales. Más bien, lucen desordenados, sin fuerza y unidad para hacer cosas, en un activismo gubernamental en que los fines nacionales y la corrupción particular, evidentemente libran una desigual y desordenada confrontación.

Éstos hechos, que cualquiera pueda apreciar, operan en un clima de lucha entre los candidatos. En tiempos de Callejas la lucha entre Nora de Melgar y Oswaldo Ramos Soto, no solo contribuyó sino que les facilitó la pérdida de las elecciones ante los liberales con un candidato por el cual inicialmente el electorado no daba ni medio siquiera. Pero en un momento en que se deslindó la candidatura, más por un juego de manos del Presidente de la República que por un deslinde con participación de las bases, el candidato creyó que debía desligarse de la galopante corrupción que afectaba el último año de Callejas. Por ello atacó al ex gobernante, distanciándose de sus propuestas lo que creó inseguridad en los nacionalistas. Aquí perdió las elecciones Ramos Soto, porque para los nacionalistas era inadmisible un candidato que atacaba a un gobernante que al final de su mandato gozaba con enorme respaldo popular.

Lobo Sosa, durante el gobierno de Maduro, enfrentó los mismos síndromes: desunión abierta, corrupción generalizada y falta de liderazgo presidencial para imponer la unidad partidaria en el interior del PN. Pero Lobo Sosa, más inteligente y tranquilo que Ramos Soto, evitó la confrontación con Maduro; pero no pudo resolver las grietas que habían creado las denuncias de corrupción de Miguel Rodrigo Pastor en su contra y en relación al desempeño de su candidato a Alcalde municipal, Ricardo Álvarez. El triunfo de Zelaya es aun ahora, discutible. Sin declaración final, con la intervención de la OEA y en un juego anticipatorio del Presidente del Tribunal Electoral, los nacionalistas se dejaron ganar las elecciones. La pregunta es si los nacionalistas están conscientes que, dañados en el tercer año, en el cuarto pueden definir sí ganan o pierden las elecciones.

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