LAS QUEJAS DEL PRESIDENTE
Juan Ramón Martínez.
No hay semana que el Presidente Lobo Sosa no se queje de sus ministros. Los acusa de engañarle, de desobedecerle, de meterle goles al primer parpadeo suyo, de no participar con seriedad en las discusiones de los asuntos importantes, por estar hablando por teléfono o conversando en las sesiones del llamado impropiamente Consejo de Ministros. Y lo más grave, de no ejecutar las tareas que les ha confiado. El que hayan vuelto un verdadero “reality show” las sesiones de los Secretarios de Estado, no ha mejorado las cosas. Los integrantes no se sienten, como debería ser, observados por la opinión pública. Y en vez de asumir los regaños presidenciales con la seriedad que corresponde, mas bien establecen la primicia de que quien los va a salvar es el público, algún líder importante cercano al Presidente Lobo; o la probada falta de decisión de este para aplicar las medidas que aunque las anuncia, saben que no cumplirá en ningún momento.
Es fácil concluir que esta situación no es buena para el país, para el gobierno, para la sociedad, para el Partido Nacional -- teórico responsable por la actual administración --; y mucho menos para el bienestar de la ciudadanía. Un gobierno con un “Consejo de Ministros” como el que acompaña a Lobo Sosa, no es prenda de confianza; ni ofrece seguridad alguna que está integrado por voluntades colocadas al servicio de los más altos intereses de la nación. Secretarios de Estado que no le hacen caso a su jefe, que han perdido la vergüenza que los regañen en tiempo real frente a la opinión pública, no dan confianza al gobierno; ni mucho menos honran al gobernante que ha confiado en sus capacidades y honorabilidades para entregarles tan altas responsabilidades. Por lo que todos esperamos que cómo ha anunciado el Presidente Lobo, proceda a modificar su gabinete, integrándole con personas serias, del partido que quiera, para que le den al gobierno una imagen de mayor seriedad que no tiene. Y por supuesto, que las discusiones que se hacen en el mal llamado “Consejo de Ministros” tengan la seriedad suficiente, para evitar la comisión de los errores que el gobierno ha cometido en los últimos tres meses. El Presidente Lobo Sosa y el país, necesitan un mejor equipo ministerial que el que se conoce hasta ahora. Introducir cambios, no solo en cuanto a personas, número y metodologías de dirección y liderazgo por parte del propio Presidente Lobo Sosa, es una cuestión de urgencia nacional que no se debe postergar, por ninguna razón.
A esas sesiones del “Consejo de Ministros” no debe concurrir todo el mundo. Desde el gobierno de Zelaya que terminó por vulgarizar al gobierno, convirtiéndolo en un zapato viejo y arrugado, concluyendo la tarea que sin darse cuenta había iniciado Ricardo Maduro, se ha impuesto la moda de convertir en ministro a todos los cristianos que visitan la Casa Presidencial. Es muy posible que ni siquiera el Presidente Lobo Sosa sepa cuántos de éstos auto titulados “ministros de mentiritas”, le acompañan en este espectáculo tan inconsistente con la seriedad que debe caracterizar al Poder Ejecutivo. Hay muchos que no deben ir al “Consejo de Ministros”, tanto porque no están a la altura de las circunstancias, como porque el cargo que desempeñan no tiene la relevancia que amerite su presencia allí. Una reunión de más de 15 personas es difícil de manejar; y para quien dirige la misma resulta complicado mantener el orden y la atención de los concurrentes.
Pero además, la exposición pública de estas reuniones, verdaderos “reality show” en que los espectadores apuestan a quien dejará de participar en la próxima trasmisión, no ayuda a trasmitirle al público el sentimiento que el gobierno es serio y confiable. Por ello es que en todas las sociedades occidentales, las sesiones de los verdaderos Consejos de Ministros son privadas. En España, cuando juran el cargo los ministros, se comprometen a guardar el secreto de los asuntos que se discutan en su interior. En momentos, trasmiten al público, una fotografía del inicio de las sesiones; y al final, un vocero explica cuales fueron los asuntos tratados.
Finalmente, el Presidente Lobo tiene que reflexionar sobre el carácter informal cómo dirige las sesiones. El que se quite el saco, como si se tratara de una conversación entre capataces, le quita seriedad a las reuniones y le hace perder autoridad al titular del Ejecutivo. Esto tiene que revisarse, urgentemente.
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