¡HAY QUE BAJAR LAS TENSIONES!
Juan
Ramón Martínez.
Varios
amables lectores preocupados por los enojos imperiales y el tono
agresivo del Presidente Lobo Sosa con respecto al Poder Judicial, me
han pedido que diga algo, exhortándole a la moderación y al respeto
de la separación de los poderes, esencial en la vida democrática.
Ante mi reticencia, argumentan que soy de las pocas personas que
puede ser escuchada, sin rechazo previo, por el titular del
Ejecutivo. No les he contado; pero ahora debo hacerlo, que no creo
ser influyente sobre Lobo. En algunos momentos le he dicho, en
términos de confidencia entre amigos, -- que se respetan por sobre
todo-- que con él, no hay forma de saber lo que piensa él en curso
de una conversación. Se ríe cuando está de acuerdo. Y también se
ríe, cuando está en desacuerdo. Por respuesta, se echó a reír.
Por
supuesto, igual que los lectores a que hago mención, estoy
preocupado por el súbito cambio del carácter del presidente Lobo.
Del hombre que siempre dijo que no había quien le hiciera perder la
dulzura del carácter, en los últimos días se ha presentado como
una persona disgustada que incluso, al mostrar sus desacuerdos en los
temas de las relaciones entre los poderes, nunca habríamos imaginado
que se comportara cómo lo está haciendo. Porque hay que diferenciar
el contenido de la discusión de la forma enfadada como la presenta
al público.
En
lo primero, percibo que una gran soledad rodea a Lobo. Es notoria, la
falta de confiable asesoría jurídica completa, la falta del calor
de sus amigos tradicionales; y la presencia del dañino, -- por lo
demás típico en estos regímenes presidencialistas -- circulo de
personas que, sin conducta crítica, incluso le endosan y le celebran
sus peores errores. Desde la forma de vestirse, con camisas que
parece que no fueran suyas; y arremangadas, cómo si se tratara de
conversaciones en “La Empalizada”, hasta las exaltadas
declaraciones en las que opina de todo. Y con un lenguaje en franco
proceso de deterioro. El Lobo ponderado, cuidadoso y respetuoso, se
ha tornado en un hombre alterado, nervioso, disgustado, enardecido
por el sentimiento de poder que se le escurre entre los dedos. Y que
quiere, con un disgusto innecesario, imponernos – otra vez como a
principios del 2008 – un clima de confrontación con todo el mundo:
con los periodistas, con los llamados grupos económicos, con los
jueces y con los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Tan
solo – en el caso de éstos – porque en el cumplimiento de sus
obligaciones, le aplican la ley a las decisiones del Congreso
Nacional. Que incurre en repetidas violaciones a la ley.
La
insistencia de querer menoscabar la superioridad de la Corte Suprema
de Justicia como órgano máximo en lo referido a la aplicación de
la Justicia, es sorprendente. Su juicio que la recomendación de la
Comisión de la Verdad, en el sentido de crear un Tribunal
Constitucional, integrado por abogados elegidos por el Congreso
Nacional, es un imperativo obligatorio, pasa por alto el argumento
presentado por los juristas independientes que han estudiado el
asunto, que la creación de tal órgano atenta contra la forma de
gobierno de la nación. En consecuencia, su promoción es
inconstitucional. Y por consiguiente, de elevada peligrosidad para la
estabilidad de las instituciones democráticas del país.
Nombrar
abogados para que cuestionen y descalifiquen las decisiones de la
Corte Suprema, es un error jurídico y político. No solo porque
quienes integren esta comisión se hacen acreedores a la aplicación
del artículo 239 Constitucional, sino porque la población quiere
paz, tranquilidad, manejo de las diferencias de forma educada y
búsqueda de soluciones con ánimo cooperativo. El pueblo – y mucho
más los nacionalistas y los independientes que lo hicieron
Presidente – no quiere que se repita un escenario como el que
protagonizara Zelaya en el 2009. Y tampoco Lobo merece que se le
compare con este gobernante de infeliz memoria que la historia,
estigmatizará por su gestión vacía, su verborrea y sus desplantes.
Abrigo
la esperanza que Lobo, baje el tono de sus críticas al Poder
Judicial, defienda la unidad; y que impulse la búsqueda de objetivos
que tiendan al desarrollo. Su enojo y sus desafortunadas
declaraciones, le alejan de tales propósitos. Si él lo supiera o se
lo dijeran sus colaboradores, hace tiempo que habría cambiado. Ésta
es mi intención, con el amigo; y con el gobernante.
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