LA
“MOLOTERA” DE LIBRE
Juan
Ramón Martínez
A
muy pocos nos ha sorprendido el conflicto entre los diputados de
Libre. Lo que sí, llama la atención, es el calor apasionado de la
controversia, los motivos elementales de la misma; y el escaso peso
específico que juega Zelaya como líder caudillo y “propietario”,
de este joven partido político. Las pasiones desbordadas, casi
incontrolables, forman parte de la naturaleza del “discurso”
interno --- si cabe el término – que ha hecho del cuestionamiento
en contra de la autoridad la esencia de la naturaleza personal de sus
miembros. Históricamente, Libre es la expresión de una revuelta
interna del Partido Liberal, en donde un sector encabezado por
Zelaya, puso tienda aparte, inicialmente no por motivos ideológicos;
sino por pequeñas diferencias parecidas a las que hoy empiezan a
manifestarse en su interior. Como una repetición de la falta de
unidad interna, de la acumulación de sectores no consolidados en su
interior, porque lo único que los une, es el conflicto con el
exterior. Tienen dentro de sí, su propia destrucción.
Además,
llama la atención, la limitada capacidad de Zelaya para imponer la
disciplina partidaria que, por falta de cohesión ideológica
interna, provoca discrepancias de carácter mortal, incluso por
consideraciones de orden monetario o de simple figuración. Zelaya,
nunca ha sido un líder de verdad, sino que una figura aglutinante
dentro de las crisis que el mismo provoca, de fuerzas y grupos
dispersos que ahora, en el ejercicio de la acción parlamentaria, no
tienen capacidad para actuar coherentemente. El que se diga,
abiertamente, que no se le guarda respeto a Zelaya; y que incluso, se
le descalifique, no anuncia nada bueno al grupo político que, hasta
hace unos meses, era la segunda fuerza política del país. Y el que
las diferencias broten a la calle, sin que previamente hayan sido
dilucidadas o discutidas interiormente, bajo la dirección del
fundador y aglutinante natural de Libre, anticipa que difícilmente
podrán llegar a las próximas elecciones generales en condiciones de
hacerle el honor a la esperanza que provocaron los resultados del año
recién pasado, entre muchos hondureños que, en forma general,
aspiran a un cambio que permita una política transformación del
aparato público en el cercano futuro. La descomposición que se
aprecia, es una expresión que, se ha hecho muy poco por fortalecer
los vínculos internos de quienes coyunturalmente, sin compartir
muchas visiones duraderas, han actuado juntos más por la pasión del
bochinche, que por la búsqueda de un proyecto duradero de
transformación nacional.
Las
crisis de los partidos políticos no deben servir para alegrar a
nadie. En este caso, la única esperanza que queda, es que el país
es uno de bipartidismo arraigado, en donde las jóvenes expresiones
políticas no tienen asidero definitivo. Y que, tampoco, cuentan con
la filosofía y la doctrina que haga ver en la opinión pública, un
nuevo comportamiento en el ejercicio partidario. Las intervenciones
de los diputados de Libre, especialmente de Castro y de Valle, no se
diferencian en nada absolutamente, ni en el fondo ni en la forma, de
los zafarranchos que hemos visto, en el curso de la historia, en el
Partido Liberal y en el Partido Nacional. La diferencia con el actual
brote levantisco, en contra de la unidad partidaria, es lo rápido
que se ha producido, la falta de fuerza y presencia de las fuerzas
unitarias; y la ausencia de un liderazgo consolidado que haga que,
los sectores enfrentados puedan atisbar extremos de acuerdo en el
cercano futuro. Las expresiones públicas de Beatríz Valle y Castro,
especialmente, dan la impresión que hay diferencias internas que, en
vez de disminuir en el curso de los próximos meses, anuncian una
desbandada que terminará por destruir a un partido que parecía
llamado a romper el bipartidismo nacional. Y muestran, la casi segura
desmembración de Libre en varias fracciones irreconciliables,
dispuestas a hacerse daños las unas con las otras.
Es
lástima que esto ocurra. Y mucho más, que se produzca en forma tan
prematura. El país necesita de una izquierda que hasta ahora
representa Libre, para balancear y equilibrar las fuerzas en una
sociedad tradicionalmente conservadora, sin capacidad de auto
perfeccionarse. En donde veíamos un movimiento ideológico, hay un
simple levantamiento, que se anula así mismo.
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