CRÍTICA
E IRRESPONSABILIDAD
El
escaso desarrollo educativo, la reducida madurez psicológica
promedio de los hondureños; y el clima de intolerancia que ha
privado entre nosotros, ha dado como resultado una actividad crítica
muy pobre. En algunos casos, incluso inexistente. Por esa causa es
que, ahora que los problemas de la población, las dificultades de la
sociedad y las crisis del sistema económico, caminan por un lado de
la calle, mientras el análisis crítico lo hace por el otro. De allí
que, por ejemplo, en este momento en que el gobierno brasea en la
crisis mayor de los últimos cien años, en que el sistema económico
esta contraído; y que crece el desempleo, la crítica política, en
vez de enfocarse en la resolución de esas dificultades, mas bien se
engolosina, como escolares en controversias ratoniles – Zelaya
tiene razón en esto – sobre la distribución de las migajas del
“poder”, en el goce de los beneficios de unos pocos cargos
públicos. En el entendido que, la actividad política tiene como
finalidad exclusiva, emplear en el aparato burocrático a los
seguidores, activistas, queridas, queridos; o parientes.
Esta
situación incapacita a la sociedad, para por medio de sus cuerpos
intermedios -- que son la expresión real de la sociedad civil--
tener una real percepción de la realidad, para desde allí, asumir
los retos, establecer las prioridades y determinar las acciones para
impedir que el país continúe precipitándose por los despeñaderos
de las desgracias, por los vericuetos de la pobreza y por los
engañosos meandros de la indolencia y la irresponsabilidad. Asumir
que somos una sociedad enferma, con dificultades para orientar sus
acciones destinadas a usar al gobierno para el logro de los fines de
la nación, es una expresión de la inmadurez; y, la indolencia, que
nos domina por los cuatro costados. El que estemos envueltos en un
activismo político frenético, sin sentido, buscando mas bien sacar
de las arcas del estado lo que se pueda, vendiendo incluso hasta el
último plato de lentejas, nos muestra como una sociedad en
dificultades en que, sus miembros más influyentes no perciben la
realidad. Lo que, significa, que somos más un grupo de chiquillos,
que una población adulta, que dentro de la tolerancia y el respeto,
discute los problemas, los divide en partes manejables; y los aborda
en condiciones de construir alrededor de sus reclamos, las
alternativas de solución. En el curso del último año solo hay un
protagonista: el gobierno, que propone, sin mayor criticidad por la
oposición política, programas y propuestas que con más técnica
publicitaria, parece que no tienen como finalidad cambiar la
realidad, sino crear unos paliativos que eviten el trastoque de la
pasividad mental de esta población de chiquillos que somos.
Mientras
el FMI posterga peligrosamente la firma de la carta de intenciones
con el gobierno de JOH, comprometiéndose igualmente la libertad para
elaborar y aprobar el presupuesto de la nación, alimentado por el
inevitable apoyo internacional, en el Congreso Nacional no hay la
madurez necesaria para que sus miembros muestren preocupaciones
básicas. Y efectúen discusiones oportunas sobre los problemas, con
el fin de encontrarles soluciones. El Congreso Nacional en su
conjunto, no es propiedad de los hondureños. Los diputados, con las
excepciones inevitables, sirvientes de los caudillos. Los
representantes del pueblo, los mandaderos de la voluntad popular,
brillan por su ausencia. Por eso, los grandes temas nacionales, no
ocupan las preocupaciones de los diputados. Lo que les llama la
atención y les vuelve rabiosamente furiosos son los cargos que se
derivan del Congreso, los viajes con viáticos del pueblo; y las
oportunidades para insertarse en las redes de corrupción que tienen
al país, de rodillas.
Esta
falta de control y ajuste del Congreso a las necesidades, tienen
mucho que ver no solo con la ingenuidad e infantilidad de la mayoría
de los diputados, sino que además con la falta de dirección de los
líderes que, más que tales son, “propietarios”, “patronos”,
“jefes de jefes”, de esos legisladores que, formalmente no están
comprometidos con quienes votaron por ellos, sino que con los que los
incluyeron en las listas electorales. Los “dueños” de los
diputados, son tan irresponsables como sus sirvientes, porque tampoco
les interesa el país. Por lo que la crítica responsable de los
problemas reales, les interesan muy poco.
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