¿DESTRUCCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS?

Juan Ramón Martínez.


Coincido plenamente con el editorialista de La Tribuna – cosa que nos es frecuente; y que solo sirve para ratificar la pluralidad y la libertad que gozamos en este periódico – en el rechazo a lo que ha hecho el Congreso Nacional con respecto a la interpretación de una facultad constitucional, expresamente clara, de las Fuerzas Armadas en sus obligaciones de apoyar en casos de emergencia a la Policía Nacional. Además, estoy de acuerdo con el editorialista, en cuanto a que lo que se ha hecho en el Congreso es jurídicamente innecesario. Que no cabe la interpretación. Y que las cosas están muy claras: las Fuerzas Armadas intervienen, en apoyo a la Policía, en circunstancias calificadas de emergencia. De allí que sea innecesario e inconveniente lo que ha hecho el Congreso al creer que basta que ellos digan que las cosas son de tal manera, para que ello sea de la forma cómo lo desean. El aparato jurídico tiene una coherencia y una naturaleza tal, que no se puede hacer lo que se desea, sino que lo que corresponde. Lo que andan buscando – y deben decirlo de una sola vez – es darle carácter policial a las Fuerzas Armadas, para de esta manera, debilitarla en su función primordial y fundamental de garantizar la soberanía nacional y defender el sistema democrático. Para facilitar desde afuera la dominación del país, al tiempo que se le reduce a la condición de una fuerza policial, a la que se le quita, de un solo tajo, su función de garante del sistema democrático nacional. ¿Ése es el plan?


Tradicionalmente, somos incompetentes para manejar varios problemas a la vez. De la misma manera, cuando enfrentamos varios problemas, tendemos a destruir los instrumentos de solución, porque confundimos los fines con los medios. Por ello es que las élites nacionales, abiertamente incultas y obviamente alocadas, en vez de ser factores y fuerzas llamadas a animar el proceso de crecimiento de los agentes económicos y facilitar por este medio el desarrollo, se han convertido – en el curso de la historia— en el factor paralizante, responsable del atraso que vivimos en todos los órdenes de la vida.


En 1963, López Arellano y sus compañeros en un acto de venganza institucional, destruyeron a la Guardia Civil y militarizaron la policía. Los resultados todos los conocemos. Ahora, algunos compatriotas en forma equivocada, buscan policializar a las Fuerzas Armadas, para que éstas incumplan su función de frenar los apetitos y las acciones irracionales de una parte de la élite que quiere entregar al país a una corriente política, en la cual creen – cómo en su oportunidad pensaron equivocadamente en el pasado los reformistas y los liberales con respecto al naciente capitalismo estadounidense – que el “socialismo rojo”, vendrá hacer lo que los hondureños no hemos podido o querido hacer. Conviene, para que no nos llamemos al engaño, ratificar que el progreso del país, el crecimiento económico y el desarrollo que haga posible la felicidad de todos, jamás vendrá de afuera. Será, sin ninguna duda, resultado del esfuerzo de los hondureños y de quienes vivan como nosotros. O no será, cómo no lo ha sido hasta ahora.


Pues bien, obnubilados por la incapacidad para enfrentar el problema de la Policía, con buena voluntad y orden para hacer las cosas bien, queremos complicarlas, debilitando a las Fuerzas Armadas. Cosa que lograremos, al transformarlas en Policía. Y exponiéndolas para que, en el contacto con el delito común y el crimen organizado, pierdan su unidad, su fuerza y su capacidad para enfrentar sus tareas constitucionales. La Constitución habla de emergencias. Y hasta ahora, no hemos entrado en una emergencia tal que obligue a que las Fuerzas Armadas apoyen a la Policía y salgan a la calle, cómo se hiciera en tiempos de Maduro, para que se debiliten físicamente y bajen su moral y auto estima. Si lo que se quiere es cumplir con la ley, cosa en la que los políticos tienen poca experiencia, pues que se declare, en forma justificada una emergencia; y que para resolverla, se involucre temporalmente a las Fuerzas Armadas.


En este momento el tema policial está bien manejado. La lentitud, es típica. Y los errores del Congreso, corresponden a la falta de estudio y reflexión por parte de los diputados. Entonces, no hay porque debilitar a las Fuerzas Armadas.

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