LAS POSTURAS ANTE LA CUENTA DEL MILENIO
Juan Ramón Martínez.
No hay que perder la cabeza cuando las “cosas” no salen bien. Hacer lo que algunos diputados lengua largas andan propalando en el sentido “que si los gringos no dan”, hay que volver, como niños arrepentidos a buscar cariño y financiamiento con Chávez. Sin tomar en consideración que ese fue el camino en donde empezaron las dificultades y se afectaron los canales de comunicación entre las fuerzas políticas, económicas y sociales del país. Las personas, los países y las sociedades deben tener en sus comportamientos, espacio suficiente para el honor y la dignidad. Sin estas dos expresiones de la madurez humana, no hay posibilidad que los demás nos respeten. Ni siquiera Chávez que está necesitado de una revancha después de la derrota del 29 de junio del 2009 – en que se “rompió la cadena por el eslabón más débil”, como dijera el venezolano menospreciando a Zelaya y a su equipo de exaltados – caerá en este juego. Verá a los hondureños con sospecha, sabrá que son capaces de venderse a quien sea, con tal que les den dólares, les “liberen” de la tiranía el trabajo y los salven de la obligación de dedicarse en forma disciplinada al servicio de Honduras.
El rechazo para obtener los beneficios de la Cuenta del Milenio, tiene que ver con dos grandes incumplimientos: escasos resultados en la lucha en contra de la corrupción y pocos avances en cuanto a la protección y defensa de los derechos humanos. En lo primero no hay porque engañarnos. No tenemos a nadie en la cárcel por haberse apropiado de los dineros públicos. Y en los pocos casos en que algún juez por razones desconocidas cumple con su deber, la oposición generalizada a sus actos, termina elevando a los altares de la inocencia a quienes incluso fílmicamente todos sabemos que se apropiaron de muchos millones de lempiras que, posteriormente distribuyeron para comprar voluntades a favor de la famosa y vergonzosa cuarta urna. Y para que vean como son nuestras fallas, aquí, en una muestra de oportunismo singular, algunos han organizado un Partido Anti Corrupción; pero sus líderes no han tenido la valentía mínima de producir una lista de deshonestos; ni mucho menos exigir siquiera investigaciones destinadas a conocer la verdad sobre los malos manejos que se hacen en la administración pública y privada del país. Todos, de alguna manera, somos cómplices porque ni siquiera nos alejamos de los deshonestos y mas bien, los elevamos hasta los cielos cuando hablamos de ellos. Y cuando nos encontramos de frente a sus figuras, pedimos desesperados a un fotógrafo para que estampe el momento singular, con una instantánea que confirme nuestra admiración y respeto por los corruptos, especialmente si estos son populares y famosos.
En la defensa de los derechos humanos hay una galopante y generalizada ignorancia. Se cree que los derechos humanos son la base para darle la impunidad que no se merecen los delincuentes comunes. Y que, por ello, los que tenemos la voluntad de vivir en paz, estamos en la obligación de rechazar incluso a la expresión. Otros, han cargado de negatividad política al concepto, aplicando a sus defensores, dentro del clima de intolerancia que se cultiva desde el 2008 entre nosotros, unos adjetivos que es difícil repetir aquí en esta columna.
Los derechos humanos tienen dos vertientes. La primera tiene que ver con el respeto de los derechos de la personas, que le pertenecen por el simple hecho de serlo. Lo que obliga a todo el mundo, hasta al más pintado y subido de la escala social, respetarlos en todo momento y en todo lugar. El derecho a la vida, a la dignidad y al respeto, al trabajo, al tratamiento igualitario y a la presunción de inocencia, de forma que solo pueda ser juzgado por un juez competente, son normas civilizadas que todos tenemos que respetar. La segunda tiene que ver con el derecho a una vida digna desde iguales opciones para participar en la cena común, compartiendo los esfuerzos realizados colectivamente. Derrotar la corrupción y respetar los derechos humanos, no es negativo para Honduras. Darles la espalda, apoyando la impunidad, si es criminal e irresponsable.
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