“PENOSO RETIRO”

Juan Ramón Martínez.


Es un verdadero e inesperado golpe al hígado. Que pone en evidencia la inseguridad general del país, la falta de consciencia de los problemas que la generan por parte de la “élite” política; y la persistencia, repetida en el curso de la historia, que en la medida en que los problemas internos se complican, la entrada del poder de algunos hambrientos, está a la vuelta de la esquina. Porque el retiro del Cuerpo de Paz de Honduras, en donde poco a poco se habían vuelto relativamente innecesarios después de 50 años continuos de servicio, es un testimonio, una evidencia y una prueba fehaciente de la crisis nacional. Los que todavía dudan sobre la crisis de la inseguridad, los que se resisten a entender que la situación se ha vuelto inmanejable, con el retiro de Cuerpo de Paz de Honduras, tienen que rectificar e inmediatamente, comprometerse en la reforma de las condiciones que le permitan a la sociedad, al gobierno y a cada uno de los hondureños en particular, darle garantías a la ciudadanía y a los extranjeros que confiando en nosotros, nos visitan. Y en este caso, entregan parte de sus vidas para servirnos.


El Cuerpo de Paz fue, simultáneamente una expresión del idealismo de la juventud estadounidense para compartir las reglas de su bienestar con los países en desarrollo y un mecanismo político para aumentar la presión en contra del posible avance del comunismo. Tan es así que en Honduras, durante los años más difíciles de la guerra Centroamericana, específicamente en la década de los ochenta tenía, en cuanto número, el Cuerpo de Paz más grande del mundo. Una vez concluido el conflicto, la presencia del Cuerpo de Paz en Honduras fue siendo menos visible. En los sesenta y setenta del siglo pasado, en cualquier esfuerzo destinado a mejorar las duras condiciones de vida de las poblaciones rurales de Honduras, allí estaba presente siempre un miembro del Cuerpo de Paz. La obra fue muy importante. De repente, hasta ahora, poco valorada; y desconocida por parte de la “élite” política que, no tiene en cuenta los agradecimientos que les tenemos, por lo que estos miles de jóvenes idealistas hicieron por los más pobres, sino que están asustados porque en el retiro hay un juicio sobre la calidad del sistema de seguridad y de la eficiencia del gobierno para garantizarle a sus ciudadanos y a los invitados del exterior, un clima de vida sin sobresaltos.


Este golpe es más contundente y dañino que la descalificación que sufriera el gobierno cuando se le negó el ingreso a la segunda fase de la Cuenta del Milenio. Aquello tenía que ver con temas económicos. Y mostraba dos deficiencias con las que la “élite” política “aceita” el sistema: la corrupción y el irrespeto de los derechos humanos. Este golpe al hígado por el contrario, apunta a una descalificación total del sistema jurídico del país, de la capacidad del Congreso para proteger los intereses de los ciudadanos que representa; y a la falta de habilidad del Poder Ejecutivo para operar una policía eficiente. Pero también es un rechazo de la animalidad y la actitud violenta de muchos compatriotas que han aprendido a menospreciar la vida humana y resolver sus diferencias, asesinando a sus adversarios. Algunos cínicos dirán que “no hemos matado “gringos” del PC”; pero resulta que cada disparo en contra de un ciudadano hondureño, puede ser el que anuncie el siguiente en contra de estos jóvenes idealistas que vienen a este país a servir y ayudar. De hecho, en Olancho, los voluntarios compartieron el pánico con sus convecinos; y una joven fue herida en un asalto a un bus urbano.


Frente a este “penoso retiro”, tenemos 3 caminos. Nos resentimos y como “indígenas reprimidos”, bajamos la cabeza y volvemos los ojos hacia Chávez, siguiendo el modelo de Zelaya que ya probó con los resultados conocidos. Clamamos para que los gringos que, para proteger a sus Voluntarios, nos vengan a proteger a nosotros. Y nos den los juguetes aéreos con los cuales combatir al narcotráfico y nos reformen la Policía. O en forma responsable, asumimos, que estamos por los suelos. Y que para reconquistar el respeto mundial, tenemos que buscar una nueva “élite” política, más inteligente, honrada y capaz. Y operar un gobierno más eficiente que pueda cumplir con el deber de dar seguridad a la ciudadanía. Dura la tarea. Pero no imposible. Lo que hace falta es voluntad.    

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