PLANIFICACIÓN Y PARTICIPACIÓN DESDE ABAJO

Juan Ramón Martínez.


Para desarrollarnos tenemos que abandonar algunas ideas equivocadas. Es necesario dejar de creer que el gobierno es el que genera la riqueza nacional y que en consecuencia, es un padre amoroso que distribuye las migajas entre los pobres a cambio que estos le paguen con los votos que necesita para mantener a la misma burocracia en el poder. También es indispensable no seguir creyendo que los hondureños no somos importantes, que no valemos nada; y que en consecuencia, no tenemos nada que decir sobre qué hacer, a donde ir y cómo movernos, porque esta es tarea de los extranjeros, tanto de los perdidos caminantes que han perdido el rumbo, como de los expertos internacionales que nos visitan con maletas cargadas de ilusiones y pobrezas.


Pero es fundamental y necesario renunciar a la creencia que es el gobierno, un pequeño grupo de políticos profesionales, mentirosos y afables según el caso, los que deben determinar cómo enfrentar los problemas, establecer el orden de prioridad de los mismos y fijar las cantidades del presupuesto público que se destinarán para cada cosa. El control del presupuesto por el poder central, ha favorecido y consolidado el centralismo que ha despilfarrado los recursos, complicado las cosas y estimulado el ejercicio de la corrupción por parte de un pequeño grupo de irresponsables, sin compromiso alguno con el destino nacional.


Abandonadas estas tres ideas – y otras más de las que nos ocuparemos en otro momento – necesitamos asumir plenamente que el desarrollo es un deber de todos; y que, en consecuencia, la participación popular no tiene como finalidad favorecer y fortalecer el poder central, sino que por el contrario su objetivo es consolidar y darle fuerza, protagonismo y control a la comunidad de base que es la que tiene que decir hacia donde debe ir el país, fortaleciéndola para que evalúe y mantenga el control sobre lo que se hace en el país. Planteadas así las cosas, cada comunidad deberá integrar a todas sus fuerzas, económicas, políticas y sociales, en una voluntad coherente que se coloque por encima de la alcaldía municipal, de las unidades gubernativas centrales establecidas de mentiritas en el municipio, para de este modo, orientar sus acciones, asignarles los fondos presupuestarios correspondientes y evaluar los resultados. A cambio la comunidad, explotará las oportunidades, mejorará su competencia y su competitividad, para lograr una autosuficiente relativa y complementaria a las de los demás municipios de las mancomunidades en donde está integrado y con las regiones del resto del país. Así empujaremos las acciones en dirección a que municipios con capacidades agrícolas, se tornen autosuficientes y contribuyan intercambiando productos y recursos con ellos que por otras razones, no tienen los niveles de competencia que el municipio que se trata.


Y los municipios en donde la industria sea la actividad central, se animará a ésta para que genere capacidad de compra de bienes y servicios que sean producidos por otros municipios o regiones. No solo descentralizaremos el poder, sino que afirmaremos que el desarrollo del país es el fruto de varias fuerzas que desde diferentes regiones, impulsen a Honduras hacia donde tiene más posibilidades y oportunidades.


Desde luego, un desarrollo desde abajo, obliga a cambios en forma urgente al modelo político electorero, centralista y patrimonial que tenemos actualmente. Necesitamos que los partidos políticos dejen de ser pandillas de facinerosos, arreadores de ciudadanos para que les entreguen el voto a cambio de subsidios, agencia de empleos de desocupados y fuente de enriquecimiento de sus dueños que se engordan en Tegucigalpa y San Pedro Sula especialmente. Igual que la planificación que debemos ponerla patas arriba, los partidos políticos hay que descabezarlos para que el poder otra vez, venga desde la base y de los departamentos y las regiones, de forma que quienes trabajan y actúen en Tegucigalpa y SPS, en efecto lo hagan en nombre de las bases y en la búsqueda de objetivos que favorezcan los intereses de aquellas.


Por supuesto que hay algunas dificultades. Los dueños de Honduras – unos pocos que se creen dueños de ríos montañas, personas y animales – opondrán resistencia, pero es cosa de llamarlos al orden; y controlarlos. 

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