COMPROMISOS DE AÑO NUEVO

Juan Ramón Martínez.


Las personas, las sociedades y los gobiernos, tienen la obligación de establecerse metas y buenos propósitos cada año por lo menos. Los hondureños, de cara a una crisis que no cesa, en la que pareciera que nos inclinamos, hacia la autodestrucción, estamos por razones de sobrevivencia, obligados a auto imponernos objetivos colectivos que trasciendan los egoísmos grupales o las exigencias locales o regionales.


Ello, nos obliga a la rectificación inmediata de aquellas conductas que producen la situación actual. Requerimos volver a los orígenes de la República, para entender por qué la vida salvaje y primitiva, es superada cuando nos sometemos al imperio de la ley. Es necesario estimular una sana competencia, de forma que busquemos en la actividad privada, los recursos suficientes para una vida sana, constructiva y eficiente. Renunciando a la bellaca idea que la única forma de ser felices y lograr realizaciones, es mediante la conquista o el asalto al gobierno. En fin, hay que diferenciar los medios de los fines, privilegiando estos últimos y acomodando a aquellos a su eficiencia para lograr lo que deseamos.


Si no rectificamos oportunamente, ahora que estamos empezando a resbalarnos por la parte más alta del precipicio, no cabe duda que caeremos. Honduras ha sido muy fuerte resistiendo los errores de una camada de irresponsables, que han abusado de las instituciones, que han ofendido a su pueblo y que han puesto en peligro incluso la existencia de la nación. Pero no es ilimitada en sus fuerzas y recursos. Ha aguantado los errores, las bellaquerías e incluso las acciones criminales de los caudillos irresponsables; pero nadie puede creer que podemos seguir como niños, destruyendo el presente y el futuro de la nación hondureña.


El cambio que tenemos que hacer debe ir en dirección a una drástica modificación de la conducta de la ciudadanía. No podemos seguir creyendo que somos niños, llamados a la irresponsabilidad y capaces de incendiar el país. No podemos continuar creyendo que los problemas nacionales los va arreglar Estados Unidos, Venezuela o Irán. Es necesario redescubrir la utilidad de cada uno, la fuerza de cada quien para que con el hombro de todos, podamos acercar la sardina a las llamas y producir resultados satisfactorios y útiles para todos.


Es necesario, entonces, dejar de pelear por bobadas, como niños escolares o estudiantes revoltosos del Instituto Central. Es necesario establecer un acuerdo en que desde el respeto a la ley, podamos dedicarnos a producir riqueza que nos permita darle empleo a los más jóvenes. Hay que reformar los sistemas de tributación, privilegiando el éxito de los particulares, puesto que desde aquí es de donde salen los impuestos. El gobierno tiene que ser animador y promotor de los particulares y servidor del bien común.


Tenemos que enfrentar, el problema de la inseguridad. No podemos seguir matándonos los unos a los otros. Las diferencias, incluso las mayores, debemos confiarlas a los tribunales, dejando de verdad que las decisiones finales las tomen los jueces y no los sicarios ni las pistolas rencorosas accionadas por los vengativos. Hay que reformar a la Policía y hacerle trabajar. Lo que tenemos ahora es fruto de la huelga silenciosa que mantuvieron sus miembros en contra de Óscar Álvarez. En fin, los gobernantes deben respetarnos; y todos nosotros darle lustre al gobierno, respaldando sus iniciativas destinadas al bien común. No es mucho, para un tiempo difícil como el que estamos viviendo.

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