LOS EMBAJADORES

Juan Ramón Martínez.


Es buena idea reunir a los embajadores que Honduras tiene en el exterior, para explicarles cuál es la naturaleza de la política exterior y señalarles sus ejes para orientar las acciones de estos compatriotas que algunas veces les tratamos como exilados. Ahora, gracias a internet, están conectados con la realidad nacional; pero, frecuentemente ausentes de contactos con el Presidente de la República y su Canciller.


En la gestión de Mario Canahuati se dio un giro a la política exterior, de forma que al final de cuentas perdió su esencia y su naturaleza. El fin no era establecer y forjar relaciones alrededor de temas de coincidencia e interés para nuestro país, sino que buscar inversiones. Es decir que la tarea de los cónsules, fue transferida a los embajadores, sin que hubiera claridad en estas tareas; ni mucho menos estrategias definidas.


Durante este periodo, se descuidaron los temas centrales. Las relaciones con México fueron colocadas en un lugar secundario y se nombró a un embajador que ni siquiera reside en el país, lo que cómo es natural, incomoda a la Cancillería Azteca. Las relaciones con el Salvador han sido descuidadas, al confiar su ejecución en personas “fronterizas”, sin ninguna capacidad y entrenamiento para la búsqueda de unidad en la acción con un vecino que es clave para Honduras. Y lo más grave, se descuidaron los asuntos de límites marítimos en el Caribe y en el Golfo de Fonseca, recibiendo un verdadero varapalo en nuestras pretensiones por aguas territoriales con Nicaragua. El fracaso aunque se escondió, mostró que la Cancillería no estaba en lo suyo, sino buscando proyectos y haciendo cosas que le correspondían a otras unidades burocráticas.


Imaginamos que en la reunión, las cosas se colocarán en su lugar. Y otra vez, retomaremos el asunto de las relaciones exteriores en que, logrado que nos reconocieran, podamos profundizar relaciones económicas y geo-políticas con los caribeños, sudamericanos, asiáticos y europeos. Y nos abstendremos de cometer el error, de ver en la política exterior un espacio para el ejercicio de la mendicidad oficial. Está bien reconocer que requerimos de cooperación; pero no hay que hacer de su búsqueda el motivo central de la acción del estado y convertir a la Cancillería una oficina encargada de organizar los lamentos y montar los espectáculos para impresionar a los que cada día son más duros para soltar donativos para un pueblo que no muestra muchos resultados, después de cincuenta años de estarlos recibiendo.


Finalmente en términos de tareas, tenemos que completar las delegaciones diplomáticas, colocando en primer lugar a Cuba, nación con la cual por cercanía e intereses geopolíticos, debemos mantener una obligada fraternidad. Por supuesto, muchos embajadores nombrados por este gobierno no entran en este cuadro. Algunos no tenían experiencia para el cargo. La mayoría eran activistas y contribuyentes de alto nivel. En Guatemala, Chile y Colombia los embajadores fueron fruto del amiguismo y la simpatía. En un test de mejoramiento de las cosas observamos que en Brasil y en Argentina se han nombrado representantes de Honduras, calificados y de perfil profesional suficiente para ser atendidos por las cancillerías en donde están acreditados.


Es casi seguro que ahora tendremos informes de los embajadores sobre la realidad que observan y los contactos con su Canciller, para diseñar sobre la marcha acciones destinadas a aprovechar las coyunturas. El ser pequeños no nos obliga a ser estúpidos. Mas bien, podemos ser más hábiles, creativos y capaces de aprovechar las coyunturas actuales.

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