LOS QUE CELEBRAN EL MAL TIEMPO

Juan Ramón Martínez.


Hay quienes, celebran los malos tiempos que estamos pasando. Fruto de malas lecturas y de indigestiones provocadas por errores conceptuales sobre la dialéctica hegeliana, están convencidos que en la medida en que el país siga cayendo, como está ocurriendo actualmente, llegaremos a un tiempo en que convertido todo en cenizas, como por un acto de magia; o por la acción deliberada de un demiurgo que se imagina por encima de Dios y de su voluntad, brotará una flor nueva que le dará vida a una sociedad regenerada, a unas instituciones consolidadas y a un pueblo nuevo, capaz de construir una nueva sociedad y una nueva Honduras.


Esta es una visión mesiánica, anormal e inconveniente. En vez de asustarse frente a la tragedia que vivimos, la declinación de la producción y la productividad, el deterioro de los niveles de vida y la caída casi total de la confianza de la ciudadanía sobre el futuro, más bien celebran lo que ocurre. Cuentan los muertos con amorosa y golosa precisión, ordenan los conflictos sociales, le ponen número a las huelgas desde las que hacen los choferes hasta la eterna que mantienen sectores de la burocracia estatal; y se frotan las manos con satisfacción, para anotar las empresas que cierran, marcando en rojo a los nuevos desempleados.


Es decir, son coleccionistas de negatividades. Convencidos que éstas, simplemente, son indicadores del fin de los tiempos, el inicio de la tragedia final; y del principio de la nueva realidad que producirá mecánicamente el caos y las desgracias en que vivimos. Estas ideas no solo son fruto de la ideología; resultado de la experimentación de los sociólogos de los desastres, sino que forman parte del imaginario cultural precolombino y que fuera consolidado por expresiones populares --que los conquistadores enseñaron a nuestros antepasados-- para conformarlos y someterlos: No hay mal que dure cien años; ni cuerpo que lo resista. De allí que muchos, que no entienden las cosas, también celebren lo que ocurre porque han creído el cuento que cuando todo esto se venga al suelo, ellos como los pasajeros del Arca de Noé, sobrevivirán a las desgracias. Y que cuando bajen las aguas, serán los nuevo gobernantes y los dueños de esta tierra calcinada; pero vacía y prometedora. Apoyados por la ayuda internacional que, otra vez, creen que en forma obligada aumentará y volverá a ser lo que fue desde mediados de los cincuenta del siglo pasado, hasta principios del XXI.




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Estas ideas, absolutamente equivocadas, animan a la pasividad y en algunos casos a la complicidad. Es muy cómoda la indiferencia y el sentimiento que lo malo que le pase a los demás, mantendrá ocupada a la mala suerte; que por tal razón, nos castigará con las desgracias que sufren otros, justificando así la pasividad cobarde y ratonil. Pero hay otros que no se quedan allí. Van más allá. Por un lado animan a los destructores de Honduras, a los que le hacen daño a su pueblo, para que lo sigan haciendo, volviéndose cómplices no solo por omisión, sino que incluso por acción.


Nadie puede aceptar estas conductas; ni creer que las ideas que las justifican tengan algún valor para Honduras y para el bienestar de sus habitantes. Mas bien, no solo hay que rechazarlas, sustituyéndolas por un discurso que convoque a la acción, al compromiso personal y grupal, al rechazo de los que hacen mal y a la contribución deliberada para que esto no se venga abajo. Pero esto hay que hacerlo en forma coordinada, sin miedo y mas bien con la esperanza sobreviviremos, mientras hayan los que no alejen el hombro del trabajo común.


No vale ni tiene sentido la acción de la hormiga sola. Hay que integrarnos y así como los malos que quieren acelerar la destrucción de Honduras para repartirse sus vestiduras sucias, sus camastros desnudos y las cobijas remendadas, los buenos debemos unificarnos. María Antonieta Guillén, ha hablado de un Acuerdo Nacional. Tenemos que unirnos, porque los problemas son graves. Y quienes le hacen daño a Honduras, tienen todo el tiempo para hacer el mal y la eficiencia en la multiplicación de las desgracias. Debemos unirnos para defendernos, encendiendo las velas de la esperanza que hagan imposible los propósitos de los que quieren quitarnos, la luz del Sol y de la vida.


Fotografía: Attribution Some rights reserved by re_birf

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