EL PRESUPUESTO. GOBIERNO Y SOCIEDAD

Juan Ramón Martínez.


La aprobación del Presupuesto Nacional, pese a que ya no se hace en altas horas de la noche, aprovechando que los diputados han sido derrotados por la fatiga y el sueño, con sus facultades intelectualmente muy disminuidas, sigue mostrando indudables debilidades. Es el Gobierno Central el que lo diseña, para protección de sus intereses. La ciudadanía no tiene participación alguna por un hecho doloroso que sangra hacia adentro del cuerpo democrático nacional; y que está constituido por la ausencia de diputados que representen sus intereses.


Al momento de la discusión, los diputados ante cifras vacías, que no están acompañadas de las acciones que se van ejecutar a favor de la ciudadanía y mucho menos de pruebas fehacientes de mejoría de los servicios que se le entregan al público, es muy poco lo que pueden hacer. El gasto está referido en forma casi total, a favorecer la empleomanía oficial que, fuera de beneficiar a activistas en la protección de los correligionarios que aparentemente les han ayudado a llegar al poder – porque los electores son animalitos conducidos de la mano por estos constructores de liderazgo e influencia – no le permite un beneficio tangible a la ciudadanía. Si ésta está interesada en la construcción de un camino vecinal, en una escuela o centro de salud, tiene que pactarlo con el caudillo local, disfrazado de activista político, comprometiendo a cambio de alguna posibilidad, su adhesión partidaria a favor del caudillo regional que su contacto representa.


El Presupuesto no es un fin, sino que un medio. Por lo que la clave de todo, es el uso que se hace del mismo como una herramienta para el desarrollo y la transformación del país. Normalmente – y como una deformación muy enraizada en la cultura local – en el presupuesto el interés se centra más en el gasto que en el ingreso. Por ello no hay una discusión sobre cuáles son nuestras contribuciones; ni mucho menos compromiso alguno de aumentos deliberados y bajo control, de las contribuciones de la ciudadanía. Y cómo hay la idea que el gobierno tiene capacidad para hacer dinero – echar andar la maquinilla de hacer billetes cómo se decía hace algunos años – y que en consecuencia es autónomo y absoluto, el ciudadano ha terminado por creer que el presupuesto nacional es una cuestión sin importancia, en la que no tiene que meterse, dejando que lo hagan los de Tegucigalpa, porque “esos son los que saben de números” me dijo una vez un inocente elector del interior del país. Pero esta percepción es absolutamente equivocada. El presupuesto, como todas las herramientas del poder, debe recuperar su carácter democrático, convirtiéndose en algo bajo el control de la ciudadanía, de forma que su elaboración no debe estar como ahora confiada exclusivamente a un grupo de personas que hacen números y se inventan formulas novelísticas para cuadrar las cifras, sino que debe ser fruto de las necesidades de crecimiento del país y estar motivado por la voluntad de las bases, es decir por los deseos y compromisos de la ciudadanía de cada uno de los municipios de la nación hondureña.


Esto a más de algún mal pensado le podrá parecer algo con olor a populismo. Pero en realidad, se trata de democratizar al país por medio del aumento de la participación real y efectiva – no manipulada, ni convertida en un mercado persa como durante el desastroso régimen de Zelaya – en que el Presupuesto Municipal es una herramienta de control ciudadano, con la que se asegura el desarrollo del área, protegiendo los intereses de empleo y generación de riqueza por la mayoría de la población y por el aumento de la capacidad competitiva del municipio con respecto a los demás que integran el departamento. De forma que haciéndose lo mismo en el departamento, el presupuesto nacional, será la suma, el pacto entre los diputados que, más que enfrentarse con sumas globales, se verán las caras con los compromisos para asegurar el desarrollo de su departamento y la elevación del bienestar de sus electores. Reconozco: es un sueño. Pero algún día se cumplirá. El pueblo rescatará su poder soberano y los diputados estarán a su servicio. En forma absoluta y exclusiva.

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