LOS POLÍTICOS Y LA REALIDAD

Juan Ramón Martínez.


Mirar para otro lado, no deja de ser – dentro del comportamiento cínico que de alguna manera aquí se celebra en forma entusiasta – una virtud que le permite a los políticos y por consiguiente a los partidos, sobrevivir sin afectar a la clientela que los usa y sostiene y, lo más importante, sin descomponer las fuerzas esperanzadoras que han desarrollado entre segmentos de la población electoral del país. En la crisis que atravesamos, en que la economía se paraliza a ojos vistas, crece el desempleo y se ahuyenta la inversión nacional y extranjera, los políticos no dicen una palabra. Y cuando hablan por medio de la boca de los expertos en elecciones, reclaman la mayor de las atenciones como si el acto comicial, desde tanto tiempo de distancia, es más importante que la inseguridad que comprometa la vida y la integridad las personas y sus bienes, el crecimiento de la dependencia de las mayorías acosadas por la pobreza y la miseria frente al gobierno y la criminal propensión para entregarle la solución de los problemas de Honduras a los extranjeros y a las organizaciones internacionales cuya escandalosa irresponsabilidad e incompetencia nos negamos a valorar.


El Partido Liberal, se ha llamado al silencio. Habla de vez en cuando un muchacho tonto que entiende nada de lo que ocurre y tampoco de lo que expresa, impresionado tan solo por las cámaras y las risueñas posturas que le dan los periódicos a sus desfiguradas visiones de la realidad. El Partido Nacional, refugiado en una lealtad propia de los pandilleros, se llama al silencio porque sus líderes creen que esta es la mejor forma de apoyar al gobierno de Lobo Sosa que más que complicidades, lo que requiere son ideas, fuerzas y voluntades para enfrentar problemas que en algunos momentos han resaltado y sobrepasado las capacidades humanas y fuerzas emocionales del gobernante y sus cercanos colaboradores. En vez de dar propuestas y aportar sugerencias, se lanzan a la pesca de votos, en una campaña frenética para correr más que los contendientes, hacia la bolsa de dinero común.


Los nuevos partidos se han diseñado siguiendo los patrones de los viejos institutos políticos, responsables del atraso nacional. El Partido Anti Corrupción, comprometido con la creencia que la política es una cuestión de popularidad, no tiene el valor siquiera para definir que es la corrupción, ni señalar cuáles serán los mecanismos de combatirla. Y mucho menos la fuerza física y la responsabilidad emocional para condenar a los que irrespetan la vida, abusan del dinero público y dejan de cumplir con sus obligaciones y responsabilidades. Solo son palabras vanas, amenazas al viento – sin dirección alguna y por ello incapaces de amedrentar a nadie en particular – poses cinematográficas y ejercicios de maquillaje para entrar a la fiesta de engaño en donde los liberales y los nacionalistas tienen instalados, desde hace años, su champas y tenderetes.




[caption id="" align="alignleft" width="250" caption="José Mujica, candidato del Frente Amplio a la presidencia del Uruguay."]José Mujica, presidente de Uruguay.[/caption]

La Alianza Cívica, cobijada en una estrategia de trabajo de hormiga y con inclinaciones hacia la clandestinidad, tampoco ha dicho nada. Incluso cuando se tocan los asuntos de la seguridad, en donde ellos tienen más experiencia y fuerza de voluntad, se callan sospechosamente frente al asesinato de compatriotas que aparecen tirados en las cunetas y le dan la espalda a la crisis de la Policía, transmitiéndonos la impresión que no quieren molestar a sus amigos y correligionarios que han salido de allí; o que actualmente prestan sus servicios.


Los otros partidos, incluido Libre de Zelaya Rosales, solo salen a la calle para amenazar y hacernos creer que el camino para llegar a poder, pasa por el amedrentamiento y la amenaza de quienes no piensan igual que los exaltados izquierdistas de postín que, como dice José Mujica, Presidente Uruguay, solo son buenos para protestar; pero malos e inconvenientes para gobernar. Por ello, no tienen una palabra para condenar los asesinatos; y cuando quieren expresarse, es para manipular sentimientos que los parientes adoloridos rechazan justificadamente. El PINU no puede ni siquiera conseguir que Bernard Martínez le obedezca sus órdenes. Y la DC luce tan desanimada que solo le ha quedado la fuerza de ser funeraria para los cadáveres de sus fundadores.


Fotografía: Roosewelt Pinheiro, Agencia Brasil [1]


Licencia: Creative Commons Atribuição 2.5 Brasil



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