BETTY NAJUL GALEANO PUERTO, UNA MÉDICA EJEMPLAR

 Óscar Aníbal Puerto Posas


A Reina Elizabeth, mi hermana.

 ASCENDENCIA DE HONESTOS LUCHADORES. El 24 de mayo de 20924, falleció en Atlanta, Georgia, la doctora en Medicina, Betty Najul Galeano Puerto, a los 83 años de edad. Nació en Olanchito, la ciudad cívica de Honduras, el 25 de febrero de 1941. Hija del matrimonio de Rafael Galeano, “coronel” de montaña y de Norberta Puerto, Maestra de Educación Primaria Urbana, egresada de la Escuela Nacional de Señoritas, entonces localizada en la ciudad de Comayagüela. El “coronel” Galeano, era alguacil o algo así, de la “Standard Fruit Company”. Dado su peligroso oficio, perdió la vida, dejando viuda a Norberta y en la orfandad a Betty Najul; con pocos meses de vida. Norberta, consiguió empleo en la compañía frutera, que ofrecía mejores sueldos que el Estado. Transitó de campo en campo con su criatura, hasta que terminó su niña mimada la educación primaria. Después, alzó el vuelo a Tegucigalpa, para que continuara su formación académica.

Norberta, era hija de Basilia Puerto, una humilde aldeana, nacida a San Francisco, jurisdicción de Olanchito, que se ganaba el sustento lavando ropa en los vados del río Aguán. Además de Norberta, doña Basilia había procreado otros hijos, Florencio, el mayorazgo. Al transcurrir el tiempo Abogado y Notario, y Mónica Emilia; al paso de los años, Maestra de Educación Primaria, también. Mónica Emilia, se radicó en Potrerillos, Cortés. Allí formó hogar y familia, contrayendo nupcias con el Sr. Jerónimo Jiménez, oriundo del departamento de Copán. Procrearon dos hijos: Marlen y Milton. Milton Jiménez Puerto, abogado, fue Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de José Manuel Zelaya Rosales. Actualmente es magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Su capacidad y honestidad lo ha llevado al desempeño de funciones elevadas, al entorno del Estado. Marlen, permanece en Potrerillos, donde goza de la estimación de sus habitantes. Nadie se explicaba en Olanchito, como los hijos de una lavandera que sacaba el sucio a la ropa ajena, frotándola contra las piedras en el río Aguán, bajo soles de incendio, podrían llegar tan lejos. Es lo épico de la vida. No el destino. Sí la lucha pertinaz y constante.

Florencio (1909-1976), les dio el ejemplo. También fue un ejemplo para otros hijos de Olanchito que también se superaron. No tuvo infancia. Era hijo de uno de los hombres más ricos del pueblo: Andrés Alvarado, quien no le dio su apellido; ni alimentos, ni nada. El niño -alojado en la casa de “Chonita” Lozano- dama excelsa que practicaba la filantropía, le dio espacio en su hogar; a cambio el niño acarreaba agua a lomo de acémilas (Olanchito a la fecha, no tenía servicio de agua potable). De regreso iba a la Escuela, “Modesto Chacón”. Vigilaban su formación maestros empíricos, pero no por ello menos responsables y graves. Aprobó sus cinco grados, con notas excelentes. Trabajó para la Standard, en un comisariato. En tanto, trajo a Olanchito a su hermana Norberta, para que terminara la educación primaria. En San Francisco, solo se pedían cursar los tres primeros grados. También vivió en casa de “Chonita” Lozano. Ella no acarreó agua. Se integró al trabajo doméstico. Luego Florencio, viajó a Tegucigalpa, en pos de más conocimientos. Obtuvo una beca para estudiar Magisterio. Gobernaba el país, el Dr. Vicente Mejía Colindres, médico de profesión, excelente orador y escritor de regular talento. Era ministro de Educación el doctor en Derecho, Salvador Corleto (1867-1957). A través de este hombre benemérito, logró beca para estudiar magisterio. La Escuela Normal de Varones, fue su aposento intelectual. La dirigía el abogado y Profesor de Estado, graduado en Chile, Manuel F. Barahona. Enorme figura intelectual de Honduras. Florencio Puerto, fue un alumno aplicado. Coronó sus estudios con éxito. Regresó a Olanchito, fue parte del personal docente de la Escuela “Modesto Chacón”, bajo la égida del profesor Francisco Murillo Soto; mi padre, Florencio Puerto, junto a otros maestros: Antonio Soto, Ramón Durán Hernández, Donaciano Reyes Posas y Rubén Garay, dieron vida a la semana cívica; como Olanchito es una ciudad notablemente noble, en 1991 se desvelizó una placa que perpetúa sus nombres. No contento con ser maestro, Florencio vuelve a Tegucigalpa, se matriculó en la Facultad de Derecho, y culmina sus estudios en el año de 1946. Dedicó su tesis a la memoria de su madre Basilia Puerto, a su esposa Doña Concepción Posas de Puerto, a sus hijos Oscar Aníbal y Reina Elizabeth Puerto Posas, (no había nacido Florencio José, el hijo menor, hoy fallecido), y a “Céleo Murillo, mi amigo de la infancia… y de siempre” (sic). Dos años después (1948), logra ante la Corte Suprema de Justicia la investidura de abogado. Fue Juez Primero de Letras de lo Criminal en el departamento de Francisco Morazán. Más tarde, Fiscal del Concejo del Distrito Central. El Consejo lo presidió el Sr. Don Francisco García Valladares (“Don Paco”, para la ciudadanía). El Fiscal era “el representante legal del Consejo. El muchacho criado en la pobreza en Olanchito, sustituía en esas funciones al doctor Ramón Alcerro Castro, gloria del foro hondureño.

Ese cargo desempeñaba su hermano, cuando llega a Tegucigalpa Norberta Puerto. Las escuelas entonces dependían de los ayuntamientos municipales. Es así que pronto la coloca como Maestra en la Escuela “Manuel Soto”, situada en el Barrio Morazán de Tegucigalpa. Betty Najul, ingresa a la Escuela Normal de Señoritas. Como el sueldo era raquítico, Norberta, se emplea como Maestra en una de las proverbiales escuelas nocturnas (no entiendo porqué han desaparecido). Al salir a atender jornadas nocturnas, confiaba a Najul (así, por su excelso nombre la llamábamos sus primos); al cuidado de su cuñada “Conchita”. Ello permitió identificarnos al punto de querernos como hermanos. Su muerte nos encoge el alma. Sabemos que al partir algo nos falta. Su sonrisa. Su afecto. Su buen humor. Sus ocurrencias.

PASIÓN POR LA MEDICINA

Se graduó de maestra con notas excelentes; pero no ejerció la docencia. Su pasión fue la Medicina. Su tesis es un indicador: “la célula” (un tema ligado a la Biología). Norberta, patrocina sus inquietudes, ingresó al Instituto Central, para obtener su bachillerato entonces requisito para ingresar a la Universidad. La equivalencia la hace en un año. Fuimos compañeros de clase de Francés. Lo impartía “Madame” Sagastume. Esta vez era yo quien iba a su casa; me apoyaba inmensamente. Betty, siempre fue muy inteligente. Lo poco que sé de la lengua de Paul Verlaine y Víctor Hugo, se lo debo a Betty Najul, mi prima.

Ingresó a la Facultad de Medicina, a una edad muy temprana; 18 años, creo. Recién salida de la edad púber. Fue una alumna sobresaliente. El alba la sorprendía con los libros en la mano. Su madre Norberta aceptó el reto, el desafío. La carrera de Medicina es cara en Honduras y en cualquier país del mundo. Los textos cuestan una fortuna. La universidad no daba becas. Norberta, trabajaba a más no poder. Había cambiado de escuela, daba clases en la Escuela “República de México”, muy cercana a su hogar. Al salir, comenzaba otra jornada agotadora: la costura a destajo. Había aprendido el oficio en la Escuela Normal de Señoritas. Ambas se desvelaban, Najul estudiando y Norberta trabajando. Pero la muchacha respondía bien a los esfuerzos maternos. El doctor Ramón Custodio, amigo mío y compadre, solía decirme: “Betty Galeano, fue una de mis mejores alumnas”.

Se interpuso el amor en su camino. El caballero Mario Turcios Alarcón, se llama el padre de sus hijas. Hubo un desencuentro filial. Pero la madre siempre perdona. Betty volvió a su casa del populoso barrio Morazán; esta vez con dos gemelas: Reina María y Rosa Elizabeth. Tras ellas el padre de estas. La maternidad duplicada no detuvo la pasión de Betty Najul por la Medicina. Siguió en su afán. Culminó sus sueños, en 1967. Se graduó de Médico y Cirujano. Previo, hizo su práctica profesional en dos ciudades: Siguatepeque, departamento de Comayagua y Jesús de Otoro, Intibucá. El macizo historiador Jesús Evelio Inestroza, le rindió tributo en vida. Reconoció que fue la primera Médico que hizo servicio social en Jesús de Otoro. “Elogió su sensibilidad y el don de la empatía con sus pacientes”. Ellos y ellas, gente humilde de la etnia lenca. Jesús de Otoro tenía estructura médica, mas no profesional que la atendiera. Betty Najul lo hizo con buena voluntad y energía.

MÉDICA, DOCTORA EN OHIO, EE.UU.

Fue la doctora Flora Duarte -hoy día nuestra mejor oncóloga- quien la indujo a viajar a los Estados Unidos de América. La guerra de Vietnam, abrió espacio a los médicos hispanoamericanos y de otras naciones. En tanto, los médicos estadounidenses curaban a sus paisanos caídos en combate. Viajó con algún temor. Aprobó exámenes. Aprendió el idioma inglés; el que llegó a dominar en forma fluida. En la patria de Abraham Lincoln, ejerció su profesión durante 40 años. Instaló su clínica en Cleveland, Estado de Ohio, de forma que sirvió más a un país extranjero que a su “dulce Hibueras”. Lo prodigioso es que sobrevivió en un medio hostil y competitivo. Ejercer la Medicina en USA, es un reto. El profesional está sometido a supervisiones periódicas y a actualizar sus conocimientos. Venció los múltiples desafíos. Cuando se cumplieron los 50 años de su graduación, vino a Honduras a festejarlos. Se hospedó en mi casa. Me quedé asombrado del respeto reverencial que sus colegas le prodigaban. Era una forma de manifestarle lo mucho que la admiraban. Sabían de los retos que ella venció. Pese a todo, nunca perdió su humildad, la llaneza en su trato afable, a ratos salpicada de humor fino.

Cuando venía a Honduras, abría en su agenda, visitas a sus viejas amistades, de todas las clases sociales; también visitaba el Olanchito de sus amores. En tanto, educó a sus gemelas, ellas son -como su madre- médicos–doctoras. Se graduaron en nuestra UNAH y luego tomaron especializaciones en prestigiadas universidades norteamericanas. A ellas dedico un capítulo de este artículo.

En Cleveland, Najul; cambió de nombre y apellido. Fue la doctora Betty Turcios. Aún divorciada, de acuerdo al Derecho anglosajón, la mujer continúa llevando el apellido del marido. Sus últimos años fueron muy tristes. Las enfermedades la apartaron de la profesión que amaba. Fue hospitalizada. Desde su cama de hospital, llamaba a su familia en Honduras. La muerte cumplió su misión inexorable, el 24 de mayo de este año. Su última voluntad fue que cremaran su cadáver. Como en efecto ocurrió. Sus cenizas vendrán a Honduras, a finales de junio. Pidió que el cofre que las contiene sea sepultado en el cementerio de Olanchito, confinante a la tumba de Norberta Puerto, su madre.

OTRAS FACETAS

No obstante, su pasión por la Medicina, hubo otras áreas de interés en la fecunda vida de Betty Najul Galeano. Obtuvo un Doctorado (Ph.D.), en Economía, durante su larga permanencia en Cleveland. Logro académico del cual siempre estuvo orgullosa. Además, amó las artes; en Santiago de Chile, donde tuvo un paso fugaz (1 año), estudiando Hematología, se aficionó al teatro. Chile siempre ha sido un país vibrante de cultura. Gobernaba el Dr. Salvador Allende quien puso en marcha un ambicioso programa de reformas sociales, truncado por el golpe de Estado del general Augusto Pinochet. También, hizo fuertes lazos de amistad con el poeta Pompeyo del Valle (1928-2018), através de Blanca González, humilde enfermera con quien el poeta hizo vida marital, procreando a Nadezda; a Blanca y a Nadezda, Pompeyo les dedicó el poemario “El Fugitivo”. Ilustrado por Álvaro Canales y prologado por Medardo Mejía (1962). Añado el dato para enfatizar que la pasión de la Doctora no se agotaba en la Medicina. Se expandía hacia otras esferas del quehacer humano. Todas ellas de índole positivo.

SU DESCENDENCIA

Con el caballero don Mario Turcios (hoy abogado, con domicilio en la ciudad de San Pedro Sula), procrearon dos gemelas: Reina María Turcios Galeano y Rosa Elizabeth Turcios Galeano. Nacidas en Tegucigalpa el 12 de enero de 1968. Optaron por la profesión materna. Ambas son doctoras en Medicina y Cirugía, egresadas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Su madre, desde EE.UU., enviaba los costos de su educación. Crecieron bajo la vigilancia amorosa de su abuela materna. Una vez graduadas, su madre las llamó a su lado. Se especializaron en universidades norteamericanas. Hablan un perfecto inglés. En Honduras, se educaron en institutos bilingües. ¡Portento de muchachas! Una de ellas, Reina María, trabaja para la OMS, organismo de las Naciones Unidas para el tema de la salud. Rosita, en cambio, se especializó en Cirugía. La doctora Rosa Elizabeth, tiene una niña que bautizó con el nombre de Nora (reminiscencia de Norberta, su bisabuela). Lleva el apellido anglosajón de su padre: Leonhard. La doctora Reina María Turcios Galeano, contrajo nupcias con el Ingeniero Civil con especialización en Ingeniería Hidroeléctrica, Rodolfo Ruiz Gaekel, hondureño. Comayagüense, para más señas, obsedido de serlo. Procrearon una niña: Ana Julia (reminiscencia de Najul, su abuela). Solo Najul llevaba este nombre exótico y sonoro. Ninguna otra mujer tuvo ese privilegio. Sólo hay hembras en la descendencia de la doctora Betty Najul Galeano Puerto. ¡Que todas sigan el camino de su progenitora!


Tegucigalpa, 21 de junio de 2024
 

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