PARTIDO LIBERAL, RIESGOS Y POSIBILIDADES

 Juan Ramón Martínez 


Las sociedades, no operan como aparatos de relojería. Ni siguen “leyes” científicas. Su funcionamiento, tiene que ver con estados de ánimo colectivos, frente a realidades definidas y consideradas relevantes. Algunas corrientes sociológicas, tentadas por el mecanicismo estructuralista, creen que basta con construir un discurso sonoro, un líder valiente y constante con capacidad para acelerar las contradicciones –algunas veces no sentidas– para producir cambios. Pasando por alto que las relaciones de obediencia de los individuos, los grupos y las familias hacia el poder, representado por los caudillos, y la obediencia de la ley, “está muy condicionada por muy poderosos motivos de temor y esperanza (temor a la venganza del poderoso o de los poderes mágicos, esperanza de recompensa terrena o ultraterrena) y junta con ellos, también por los más diversos intereses” (Max Weber, la Política como vocación, 1919). 

La sociología, creyó que además de explicar la vida social, podía cambiarla. En América Latina, Régis Debrey, hizo del éxito castrista, una fórmula para confirmar que, para llegar al poder, bastaba un líder, pocos fusiles, la montaña; y una capacidad de movimiento, para desde el “foco”, producir la revolución. Ernesto Guevara pagó con su vida, la prueba de su equivocación. Por supuesto, la base teórica de los latinoamericanos, casi siempre ha coincidido con cierta visión mecanicista marxista, en virtud de la cual, la historia es una locomotora que avanza en contra de todo y todas las circunstancias, “programada” por una visión del progreso eterno que, no siempre tiene confirmación histórica.

No es fácil entender los hechos de los últimos días. Un Partido Liberal, tocado por la muerte y por la voluntad de sus líderes “mayores” que, han abandonado las tesis de la libertad, la democracia, la obediencia de la ley y la construcción constante del bien común; de repente, presionado por el bandazo autoritario del PLR, se abre para recibir sus facciones expulsadas. Y que ello, coincida con los temores de Nasralla, que descubre que, para derrotar al totalitarismo, la bandera útil es la liberal. Cálix como Nasralla, realistas y pragmáticos, han descubierto que el PL es el instrumento adecuado para eliminar el miedo al comunismo que estremece a la sociedad. Confirmando que la política es más pasión que razón; que la conducta individual y colectiva, está condicionada por el miedo. Ratificando que el liberalismo es la barrera natural para derrotar la dictadura. 

Nasralla y Cálix al integrarse al liberalismo, puede parecer que ejecutan una acción inédita. Una revisión histórica permite descubrir hechos muy interesantes, y entender la lógica de este agrupamiento del bipartidismo nacional. 

Los partidos políticos, tardaron en aparecer. En las últimas dos décadas del siglo XIX, surgió el Partido Liberal. Y hasta el 1919, según Mariñas Otero, se creó el Partido Nacional que Carías Andino moldearía en 1923. Un año después los liberales “policarpistas”, los nacionalistas de Tiburcio Carías, se unieron para luchar en contra de los “liberales autoritarios”, que, bajo López Gutiérrez, querían seguir con Arias, controlando el poder. 

Ahora, Cálix y Nasralla, parecen seguir el mismo curso para derrotar la dictadura que anuncia su ex correligionario Mel Zelaya. La coincidencia histórica, no es desechable. Se trata de la reconstrucción del modelo político, que colapsó con la reelección de JOH –que contó con el respaldo de Zelaya y Lobo– como por la incompetencia de los “socialistas” para hacer un gobierno que le de confianza al pueblo, confirmando que sus temores son infundados, y que mas bien, sus esperanzas serán garantizadas por una administración cercana. Mel se ha dedicado a endiosarse, queriendo ser líder de la izquierda de América Latina, favoreciendo tendencias dictatoriales. En vez de desarrollar un régimen de confianza y esperanza, ha mostrado su inhabilidad para gobernar y para entender que la función del régimen es siempre, escuchar los temores y darles satisfacción a las urgencias del electorado. Por ello, el gobierno de Xiomara es tan incompetente

Ahora, cómo ocurrió en otras oportunidades –en 1928, con la llegada de Mejía Colindres que inició su régimen como alternativa esperanzadora– el Partido Liberal, puede ser la bandera triunfadora en las elecciones de 2025. Pero ganar las elecciones, sólo es la primera tarea. Lo más difícil es recuperar la sociedad afectada que nos dejarán Mel y Xiomara en 2026. No bastarán los miedos y las esperanzas. Hará falta buen juicio y razón.  Y el arreglo con el Partido Nacional. Esto sí, será inédito.

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