CARLOS MARTÍNEZ VILLELA, “CHIQUIMULA”

 Juan Ramón Martínez


Cuando Vicente Williams regresó de la misa de cuerpo presente del funeral de Carlos Martínez, me escribió: “cada día somos menos”. Aludiendo a los quince que el día 10 de septiembre de 1968, fundamos en Choluteca, el Partido Demócrata Cristiano de Honduras. De aquel grupo, han muerto: Marco Orlando Iriarte, Román Pineda, José Cisne Reyes, Fernando Montes, Rafael Corrales, Antonio Casasola, Ramón Velásquez, Ventura Álvarez, Alfredo Landaverde, Adán Palacios, Carlos Martínez Villela. Sobrevivimos, Rodolfo Sorto Romero, Arístides Padilla, Marco Rojas Pinto, Vicente Williams y yo.

Conocí a Carlos Martínez en Goascorán, Valle en junio de 1966. Lo vi llegar, en horas de la noche, -- mientras le abría las puertas del local de capacitación parroquial--, con un catre de tijeras bajo los brazos, con su caminar singular; y sus bromas constantes. Llegó con Fernando Montes y Alfredo Landaverde. El primero, el más serio; y que parecía tener más liderazgo y el otro, más intelectual; entonces, el más leído del grupo.  Me dio la mano, con desenfado y con aire de perdona vidas, forjado en las luchas universitarias. El año antes había ingresado a la UNAH a estudiar derecho. Era de Ocotepeque; pero él reclamaba que lo llamaran “Chiquimula”, porque era allá, -- en aquella ciudad guatemalteca --, donde había estudiado su secundaria y residían sus padres. Me habían contado que entonces era, personaje inevitable, disfrazado de Padre Trino, en los 11 de junio, -- celebración del día del estudiante--, con un recipiente de aguas sospechosas, con la que bendecía y alejaba a los congregados en el Parque La Merced, reunidos para escuchar los “considerandos” con los que, los universitarios de entonces, hacían viriles críticas al régimen de turno, a los políticos de oposición y algunos intelectuales “subidos” de entonces; y que, no gozaban del cariño de los estudiantes. Todos corrían, diciendo ¡ahí viene Chiquimula!, porque sólo Carlos Martínez creía que nadie lo conocía porque andaba cubierta la cara; pero tenía una forma de caminar muy conocida porque había sobrevivido a las agresiones de una pertinaz poliomielitis infantil. Desde la primera vez que hablamos, fui objeto de su irreverencia proverbial. Me llamó “profesorcito”, aunque era para entonces, Director del Instituto “John F. Kennedy” de Langue, Valle; y me había graduado en 1965 en la Escuela Superior del Profesorado. Para Carlos Martínez, nadie era nada, mientras no se hubiera graduado en la UNAH; o, con título inequívoco en alguna universidad del exterior. Después me di cuenta que a Fernando Montes lo llamaba “bachiller” porque había obtenido un “Bachellor’s degree” en una universidad de Estados Unidos que, a él, no le merecía mucho respeto. A Vicente Williams, la figura más interesante del grupo, lo llamaba con desenfado, cómo si hubiera sido su compañero de escuela, “Chente”; a secas. Hacía bromas de todo, contaba buenas historias. Era una persona que mostraba interés en lo que veía a su alrededor. Me llamó la atención, le escuché; y, siempre, lo vi de frente, admirado.

En octubre de 1969, viajamos Guatemala. En un hotel de montaña, en un frio ingrato, durmiendo en literas – Carlos e Iriarte abajo; y Moncho Velázquez y yo arriba, muy serio dijo, “hablemos para que estos tontos no entiendan”. Y usando palabras occidentales, hicieron bromas; burlándose de nosotros. 

Católico profundo, formó parte del primer grupo de estudiantes atraídos por el padre Fisher fundador de La Gatera en La Hoya. Fue parte de “los gatos de Fisher”. Una vez graduado fue el abogado de la Iglesia Católica, amigo de Monseñor Héctor Enrique Santos que lo invitó al primer Cursillo de Cristiandad. En “Anales Históricos”, le publiqué artículos esclarecedores que hizo que Vicente Williams me dijera en broma: “no le de cuerda, porque terminará creyéndose historiador”. Carlos, siempre insistió que, todos los males de Honduras, eran fruto de los líderes del PN y el PL, “aunque vos, no me querés creer”

Profesionalmente se vinculó con el sector cafetalero nacional. Fue abogado y asesor de BANCAHFE hasta su muerte; y, defensor de todos sus amigos y compañeros. 

Se casó con Evelin Melany Ramos, con la que procreó a María Rosalinda, Carlos Antonio y Melany que, en estos momentos sufren la ausencia de un padre amoroso y responsable que, les preparó para la vida. Nosotros, desde el primer día, le hemos echado en falta. Era un hombre bueno, un hondureño cabal, un católico confiable. Todo un ser humano, cristiano esperanzador; y, un amigo invariable.

Comentarios

  1. No sabía del fallecimiento de don Carlos Martínez, un probado abogado. Lo conocí en el bufete de Cesar Batres. Y como dice el amigo Juan Ramón, el abogado Martinez era muy ocurrente y entretenedor en las pláticas. A su hija Melany la conozco hace mas de 25 años porque cada uno tenemos un apartamento en un condominio en colonia Parcatagua, vecina de la colonia. Lara. Una pérdida para el foro hondureño.

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