ALIANZA, LA ÚNICA SALIDA

Juan Ramón Martínez.


En la medida en que disminuye el tamaño real de la llamada “resistencia”, a Zelaya Rosales se le reducen los espacios de acción. Al principio, pareció representar a todas las fuerzas contrarias al orden tradicional al que pretendía sustituir, modificando el modelo económico y cambiando el sistema político por un presidencialismo más profundo. Sin contar por supuesto, con el basamento teórico que hiciera posible imaginar que al regresar al poder se comportaría en forma más ordenada, coherente y positiva. Pero ahora en que el sistema liberal y democrático establecido se ha movilizado, buscando hacer reformas desde adentro, Zelaya no ha tenido otra oportunidad que sumarse a la corte de los críticos que urgen el cambio del país. Es decir que, ha pasado de ser el único cuestionador del sistema político y económico del país, a uno más, no siempre coherente y claro en sus planteamientos teóricos, espacios en los cuales el ex presidente no ha sido muy diestro y mucho menos calificado.


A Zelaya le ha afectado mucho el sectarismo de algunos de sus seguidores, especialmente los que tienen más espíritu gremial; y que, en consecuencia ven a la política como una defensa de los espacios conquistados, como si fuera una guerra de trincheras. Renunciando entonces a la búsqueda de nuevas alianzas, ampliación de oportunidades y consolidación de nuevas áreas de poder. Todo ello ha llevado al “zelayismo”, al deterioro y al debilitamiento. Ante esta corriente de sectarismo rampante, primitivo e incluso infantil, se vuelve notoria la debilidad de conducción de Zelaya que luce como un caudillo descalzo, incapaz de imponerle el orden a los más díscolos y a los ambiciosos que imaginándolo en sus últimas oportunidades, quieren abiertamente sucederle. Por supuesto, en política no se menosprecia a nadie. Y a Zelaya no hay que declararlo cadáver políticamente todavía; pero es evidente que muestra señales de fatiga y enfermedad evidentes que si no se corrigen a tiempo, lo llevarán a la sepultura. Especialmente si sigue como hasta ahora, en una postura agresiva, rabiosa y ofensiva con fuerzas y grupos que inevitablemente se tienen que considerar si es que cualquier grupo quiere llegar al poder, específicamente haciendo uso de las reglas democráticas.


Además, Zelaya se creó muchos enemigos durante sus últimos meses en la titularidad del ejecutivo. Aunque muchos le menosprecian, otros todavía le temen y no desean que bajo ninguna circunstancia ingrese siquiera a los espacios de la política democrática. La verdad es que nunca antes en toda la carrera política de Zelaya, había tenido alineados mayores enemigos que ahora. Contribuye mucho el hecho que haber optado por los procesos electorales, abandonando para siempre las tentaciones a favor de acciones armadas – que propugnan algunos de sus dudosos seguidores más intolerantes y nerviosos—lo ha dejado expuesto a unas reglas del juego que no tiene capacidad de modificar. Viene desde una posición en donde podía dar la pelea para hacerlo. Pero ahora casi tiene que entrar por la parte de atrás de la cocina, aceptando sin chistar las reglas impuestas en la lucha política burguesa, porque si lo hace lo dejan fuera.


En este cuadro tan difícil para Zelaya, la opción de la alianza, con algún grupo del Partido Liberal no es descartable. Incluso, desde una posición negativa, de repente es la única que le queda. No pudiendo hacerlo con el PL con el cual ha roto totalmente, puede hacerlo con la facción de Rosenthal, que aunque no gane las elecciones internas, le puede permitir sobrevivir, tener alguna vigencia y contar con oportunidades para cuando las circunstancias políticas cambien y se olviden un poco sus locuras y sus incoherencias en la dirección del ejecutivo.


De acuerdo a los últimos informes, se inclinará por la organización de un nuevo partido político. Zelaya no tiene oportunidades en esta vía. Los liberales que le quedan, lo abandonarán en forma definitiva. Varios han dicho que lo han seguido hasta ahora; pero que no lo harán fuera de las banderas del liberalismo. Y ello es más que lógico, de sentido común: una relación secundaria en un nuevo partido, sometidos al sectarismo de Juan Barahona, Alegría y otros más reyes de la calle, campeones del desacuerdo y hábiles con la navaja en la mano; pero poco confiables en la negociación y el acuerdo, es muy poco lo que pueden lograr.

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